Cinco cosas que quisiera decirles a las mujeres que conozco

  • MAMÁ: DESHAZTE DE LA CULPA, QUE NO TE SIENTA BIEN:

Comienzo admitiendo que puedo estar muy equivocado: tal vez las madres a lo largo de toda la historia se han sentido igual y simplemente no me he enterado de ello hasta ahora que soy adulto. O tal vez me rodeo de un solo tipo de mujer. Pero siento que la culpa perniciosa, insidiosa, más que cualquier otro atributo, define a la mamá contemporánea.

Mis amigas que trabajan por necesidad se sienten mal porque no pasan toda la semana con sus hijos. Las que trabajan porque quieren realizarse profesionalmente se sienten mal porque piensan que es anormal querer trabajar en lugar de pasar toda la semana con sus hijos. Las amas de casa que conozco se sienten mal porque sienten que sus vidas no son tan interesantes como las de sus amigas que trabajan. Y todas las mamás que conozco, sin excepción, viven en terror perpetuo de dañar irreparablemente a sus hijos.

Esta culpa corrosiva me parece relativamente nueva y en general confinada exclusivamente al género femenino. No recuerdo a mi mamá, ni a mis tías, ni a las mamás de mis amigos consumidas por este sentimiento. Y no veo ni la justificación ni la utilidad de sentirse culpable todo el tiempo y por todas las razones posibles.

Como padre tengo claro que a veces voy a hacerle daño a mi hija. Estoy seguro de que voy a informar su visión del mundo de manera incorrecta en varios puntos importantes. Que siguiendo mi ejemplo se va a equivocar. Que voy a ser injusto con ella a veces, que la voy a decepcionar a veces. Pero no creo ser un ser humano irredimible y espero que simultáneamente con los desaciertos inevitables, mi hija aprenda algunas cosas buenas de mí: a creer en ella misma y a perseverar, a pensar críticamente, a tratar a todas las personas con respeto, a actuar con integridad, a conmoverse ante el dolor humano y actuar en consecuencia, a apreciar los placeres simples de la vida.

La gran mayoría de mamás que conozco son personas buenas y decentes, tratando de hacer su mejor trabajo con los hijos que la vida les prestó por un momento y no tienen por qué dudar tanto de su labor como madres, ni sufrir tanto pensando en el daño psicológico al que los van a someter.

  • MAMÁ: NO TE GASTES UNA MILLONADA Y ECHES A PERDER VARIAS SEMANAS DE TU AÑO PLANEANDO LAS FIESTAS DE CUMPLEAÑOS DE TUS HIJOS:

Tengo un secreto para ti: estoy seguro de que en el fondo lo sabes, pero eliges ignorarlo. Tus hijos de menos de cuatro años no van a recordar sus fiestas de cumpleaños cuando sean adultos. Y si son mayores de cuatro años, puede que las recuerden, pero no les va a importar si la decoración fue de los Minions, de Frozen, de Cars o de Paw Patrol.

Probablemente no recuerden cada regalo que recibieron ni si la fuente de fresas con fondant de chocolate estaba bien presentada o no. Cuando sean adultos, tus niños van a recordar con cariño sus fiestas de cumpleaños si (1) pasaron un buen rato con sus amiguitos, y (2) si los hiciste sentir especiales. Todo eso se puede lograr por una fracción del costo y del estrés que hoy te cuesta organizar sus fiestas de cumpleaños, que francamente, reconócelo, no planeas exclusivamente pensando en que ellos disfruten, sino también (y a veces primordialmente) organizas para impresionar a las mamás de sus amiguitos.

Yo recuerdo bien las fiestas de cumpleaños que organizaron mis papás, desde que tenía 5 años hasta cuando cumplí 11. Eran fiestas sencillas. Nunca hubo piñata ni recreadores, nunca le puse la cola al burro, ni repartieron sorpresa a mis amigos. No hubo payasos ni magos. Y sin embargo, tengo grandes recuerdos de esas fiestas y cada vez que pienso en ellas siento una infinita gratitud, especialmente con mi mamá.

¿El secreto para que este hijo recuerde con tanto cariño a su madre? Una simple torta casera. Una torta Quaker de Vainilla, con cubierta de chocolate casera, horneada en forma de tren. Una locomotora y un vagón rectangular, ruedas hechas de galleta, una vela que hacía de chimenea. Mi mamá, que sabía que esa era mi torta preferida, la preparaba mientras yo estaba en el colegio. Cuando llegaba me daba las paletas de la batidora para que me comiera la masa cruda que quedaba en ellas. Mi papá regresaba un poco más temprano de su trabajo con 3 litros de helado de fresa, que también era el que más me gustaba.

Llegada la hora, jugaba con mis amigos, mis hermanas y mis primos mientras los adultos conversaban un rato. Se cantaba el feliz cumpleaños, nos comíamos la torta y el helado y listo. Nunca pedí ni necesité nada más y aunque mis papás habrían perfectamente podido hacer una fiesta mucho más costosa, me atrevo a pensar que si hubiese recibido ese tipo de fiesta, probablemente no la recordaría tan gratamente.

  1. MUJER SOLTERA: SI ANHELAS ESTAR CASADA PARA QUE TU VIDA SE ARREGLE, PROBABLEMENTE TE LLEVES UNA GRAN DECEPCIÓN:

Tengo amigas que se amargan porque pasan de cierta edad y no tienen un novio o un esposo. Por fortuna ya no es el estigma que solía ser, pero todavía la sociedad es dura con aquellas personas que no se han casado y tienen más de 35 años. Como si el matrimonio, los dos hijos y el perro fueran para todo el mundo. Como si casarse fuera un juego de sillas musicales en el que cuando deja de sonar la música uno tiene que encontrar en donde apoyar el trasero o pierde, gracias por concursar, mejor suerte la próxima.

Los que me conocen dirán que es fácil para mí decirlo, porque estoy casado. Y la verdad, la presión social es difícil de manejar. Yo la sentí. Pero honestamente, nada debía a las personas por la que me sentí juzgado cuando era un soltero de treinta y tantos. No me dieron techo ni comida, no me parieron ni me enseñaron a leer. Y sí, a veces estar solo y no tener qué hacer ni con quien hacerlo es aburrido.

Pero es preferible eso a casarse con la persona equivocada solo porque todo el mundo convino que ya es hora de sentar cabeza.

El matrimonio es difícil, incluso cuando las dos personas se quieren y comparten los mismos valores. Debe ser mil veces más difícil cuando uno se casa esperando que mágicamente se le arreglen todos los problemas, las neurosis y las dudas existenciales, los miedos y las fobias. Pregunten a sus amigos casados. El hecho de casarse no cambia en absoluto la forma como uno se siente. Los demonios internos no desaparecen, los gustos siguen siendo los mismos, los problemas siguen siendo los mismos, los fantasmas siguen existiendo.

Respetuosamente sugiero que dejen de buscar la calentura en las sábanas y trabajen más tiempo en estar mejor, y menos en conseguir esa “media naranja” que bien puede estar por ahí, pero que más allá de calentarles los pies cuando tengan frío y no puedan dormir, pocos problemas de fondo les va a resolver.

  1. MAMÁ EN CASA: SI NO LO TIENES YA, CONSÍGUETE UN HOBBY. LOS HIJOS NO TE VAN A DURAR TODA LA VIDA:

La mayor parte de mis amigas con hijos trabajan, pero sí he escuchado bastantes historias de mamás que en el momento en que dieron a luz dejaron de ser las personas que fueron hasta ese día y se convirtieron en mamás de tiempo completo. Dejaron de ser esposas, profesionales, amigas, dejaron de tener aficiones y opiniones, y se dedicaron, con cada molécula de su cuerpo, a ser mamás 24/7. Esto, desde luego, es perfectamente respetable (sobre todo si las hace felices).

Y si además tienen un esposo al que le agrada eso y las apoya, fantástico. Muchos éxitos. Pero por su bien, les sugiero que piensen en el largo plazo, en lo que van a hacer cuando los hijos crezcan y dejen de necesitarlos.

Porque la ley de la vida es que los hijos dejan de necesitar a sus padres para subsistir en algún momento entre su adolescencia y su adultez temprana. En ese momento su carrera como mamás profesionales va a llegar a su fin. En otras palabras, sus hijos las van a jubilar, tarde o temprano.

Y la jubilación suele ser cruel con las personas que no se preparan para ella.

  1. MUJER: JUZGA MENOS A LAS OTRAS MUJERES:

No quiero generalizar, desde luego. Hay muchos hombres que juzgan a otros hombres también. Pero, me atrevo a sugerir esto específicamente pensando en mujeres, porque en general, los hombres no somos la minoría oprimida. Las mujeres frecuentemente lo son.

Razón de más, entonces, para tener conciencia de género y ser más lentas y más benévolas a la hora de juzgar a otras mujeres, que sin duda tienen buenas intenciones pero no piensan exactamente como tú. La crianza de los hijos no es una competencia y no hay una única manera de hacerlo bien. No a todo el mundo le gusta el colegio que tú elegiste para tus hijos. No hay una única manera de vestirse bien o de alimentarse bien o de maquillarse bien. No hay un número correcto de hijos, ni las mamás de hijos únicos son egoístas.

No está mal trabajar, pero tampoco está mal quedarte en casa y dedicarte al hogar. Si a una mujer le gusta que le abran la puerta del carro no está habilitando al hetero-patriarcado opresor, y si no le gusta que la inviten a cenar eso tampoco la convierte en una feminazi.

Juzgar, sentirse moralmente superior a los demás es fácil y adictivo. Pero tal vez el miedo al que dirán hace infelices a muchas mujeres, que como tú, están tratando de vivir su vida de la mejor manera posible y se la pasan dudando de sus acciones porque sienten el escrutinio implacable de otras mujeres, que la mayor parte de las veces no las conocen lo suficientemente bien.

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Fotos: Unsplash.

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