El reggaetón como violencia machista

En América Latina, las estadísticas de violencia de género son alarmantes, parecen haberse incrementado en los últimos años o, al menos, ahora tenemos más información.  

Es sencillamente violencia desmedida, sin razón ni justificación lógica posible.

Les hablaré de un tipo de violencia de género en particular (o al menos yo lo siento así),  que me golpea y me hace sentir miserable durante los minutos que dura: el reggaetón.

Últimamente, por razones que no vienen al caso, me ha tocado escuchar canciones que “exaltan” las cualidades sexuales de una mujer y su capacidad de tener sexo sin compromiso, para satisfacer al hombre, que siempre es retratado como el que propone cómo y cuándo hacerlo.

“Quiero volver a explorar tu cuerpo, ver tu cara cuando lo tengas adentro” Maluma – Un polvo

“Tengo la blanquita que me hace lap dance, la rockerita que se lo meto con to´y bans, la prieta, las rubias, modelos, y eso sin contar las fans” Bad Bunny – Soy peor

“Ven, súbete y pon esa nalga a brincar, tú quieres, yo quiero, entonces ven y dime mami chula cómo lo hacemos” Nicky Jam – Privado

“Ella siempre me llama a las tres de la mañana, dice que soy su pana, el que le quita las ganas”  Pitbull – Como yo le doy

“Yo quisiera verla, en mi cama tenerla; quítate la ropa que la noche es loca y te voy a dar lo que te toca” Sammy & Falsetto – Quítate la ropa

Estas son algunas de las frases que suenan y resuenan en radios, players y listas de reproducción en toda la extensión del continente y hasta cruzan océanos.

Díganme ustedes si esto no se convierte en un enemigo para el respeto que tanto estamos exigiendo en campañas como #NiUnaMenos.

Lo peor es que esto tiene réplicas, como los temblores. Estos intérpretes son reconocidos con premios importantes de la música y las letras son cantadas y bailadas por niños y niñas. Es decir, que la industria discográfica, los medios de comunicación y los fans aceptan que está bien lo que hacen.

Ya sé que están pensando: “Seguro ésta escucha un tema de estos en una fiesta y se para a bailar”. Y probablemente lo haga, si estoy ebria, en una fiesta donde no controlo la música; aunque prefiero bailar mil veces una buena salsa de Héctor Lavoe o La Dimensión Latina o, si es el caso, otro reggaetón menos ofensivo a mi condición femenina, porque los hay.

Al parecer, esa bonita costumbre de dedicar una canción no se ha perdido. Díganme ustedes si dedicarían esto a alguien que quieren… De ser así, les ruego amplíen YA su biblioteca y gusto musical, porque hay todo un mundo de posibilidades en YouTube, Spotify, Soundcloud, etc.

Me preocupa la nueva generación que crece escuchando y leyendo estas canciones, viendo cómo estos músicos se ganan un Grammy por mejor grabación tropical-urbana-fusión-pop-latina-y-salvaje del año, esa generación que no va a entender por qué quisimos y queremos tanto a  Juan Gabriel, Willie Colón, Juan Luis Guerra, José Alfredo Jiménez, Rubén Blades, Mecano, Joaquín Sabina o Gustavo Cerati; generación que poco conoce a Natalia Lafourcade, Jorge Drexler, Franco De Vita, Monsieur Periné, Marlango, La pequeña Revancha, Luz Verde y tantos, tantos por nombrar (sí, obvio son algunos de mis cantantes y bandas favoritos).

¿Qué tal si lees otro post de Sonia?: No es Tinder, soy yo.

La música está presente en nuestra vida diaria y es imposible vivir sin ella (a menos que, lamentablemente, se tenga una discapacidad auditiva). Si ella le canta a la violencia y a lo superficial, si minimiza la importancia de sentir amor por algo o alguien, si es sólo para celebrar qué tan profundo y tan intenso fue hacérselo o hacerlo con alguien y cuántas veces pudo el sujeto en cuestión repetir la misma acción en una noche, entonces no hay nada que hacer para rescatar este mundo, no hay esperanza de creer en la humanidad y eliminar la violencia en ella.

Salven al mundo, amplíen su biblioteca musical y no llamen música a lo que es basura auditiva.

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