Lo que aprendí de las princesas de Disney

Crecí entre historias de princesas, y ahora parece que eso es malo. Como si los cuentos de princesas criaran niñas tontas que se convertirían en mujeres sumisas.

Pues, déjame contarte una historia

Soy feminista y hablo de empoderamiento femenino; soy una mujer fuerte e independiente. Estudié y trabajé duro para no depender de nadie, y lucho contra el machismo infundado en casa también por las propias mujeres. ¿Y saben qué? Crecí con cuentos de princesas.

 

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Crecí con Bella, una mujer dura, sin miedo a ser diferente y pensar por sí misma. Un personaje que rompía los estereotipos de la mujer de vida provincial. Una mujer inteligente, curiosa, inventora y culta. Una mujer que rechazó al mejor partido del pueblo porque tenía ambiciones más allá del físico y el matrimonio. Una mujer de carácter que se atrevió a desafiar a un hombre agresivo y que además, salvó al príncipe del cuento.

 

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Crecí con La Sirenita, una joven creativa e inconformista que se atrevió a cuestionar a su padre y la vida del reino. Una joven con ansias de conocer el mundo y romper las reglas, una rebelde que no se conformó con un reino y belleza, sino que se atrevió a soñar, ávida de aventuras y de explorar lo prohibido.

 

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Crecí con Jasmin, una princesa que osó desafiar el sistema tradicional del matrimonio concertado. Una mujer segura que no aceptaría ser tratada como un objeto, como un trofeo o un adorno que un hombre puede comprar y exhibir. Una mujer que pudo rechazar a hombres ricos y poderosos, cansada de las peleas de egos machistas.

 

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Después conocí a Pocahontas, una princesa indígena que evitó la guerra y salvó a su tribu. Un ícono ecofeminista, una mujer libre, valiente y de gran sabiduría, que desafió a su padre y su tradición, que eligió su propio camino y renunció al amor de su vida por quedarse donde pertenecía, en lugar de seguirlo a él.

 

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Luego conocí a Mulan, una mujer insegura, pero sin miedo. Una guerrera que también desafió los sistemas tradicionales donde solo los hombres pueden luchar. Entonces se atrevió y demostró que las mujeres también pueden liderar, que las mujeres también pueden pelear.

 

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Cuando crecí conocí a Mérida, una princesa que rompió los estereotipos de género comportándose como un “muchacho” en vez de actuar como una “dama”, y que también siguió a Jasmin en la lucha contra los matrimonios acordados.

 

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Luego vino Elsa, quien tuvo que lidiar con sus “defectos” y esconderse del mundo por el qué dirán, hasta que se encuentra con ella misma y decide ser libre, emprender su camino y vivir como ella quería hacerlo. Pero también rompió con los estereotipos de “amor verdadero”, demostrando que el amor no siempre tiene forma de príncipe.

 

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Y por supuesto, Moana. Un espíritu luchador que sabe escuchar a su corazón, que no descansa hasta lograr lo que quiere y que enfrenta todos sus miedos para obtenerlo. No se rinde, no se cansa, no se deja intimidar. Moana sabía para qué había nacido, y a pesar de que todos a su alrededor trataran de detenerla y convencerla de que debía “cumplir las reglas de la sociedad”, ella insistió.

 

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Al final, todas me enseñaron algo importante. Bella me enseñó que está bien ser diferente, Ariel me enseñó que está bien romper las reglas, Pocahontas me enseñó que debes seguir tu camino, Jasmin me enseñó que está bien decir no y respetarse, Mulan me enseñó que las mujeres podemos hacer todo igual o mejor que los hombres, Mérida me enseñó que podemos elegir y que las tradiciones también pueden cambiar, Elsa me enseñó que está bien soltar y que el amor se muestra en diferentes formas y Moana me enseñó que las mujeres podemos llegar lejos.

Para mí, todas estas historias son ejemplo de empoderamiento femenino, cada una con un trasfondo y mensaje feminista. Todas son personajes femeninos fuertes y revolucionarios, mujeres dispuestas a luchar por sus sueños y capaces también de cometer errores. Mujeres valientes y aguerridas que rompieron los estereotipos de sus mundos de fantasía.

Estas historias formaron gran parte de mi espíritu feminista y empoderador, así que no tengan miedo de contárselas a sus hijas. El título de princesa no te hace más o menos, erradiquemos también ese estereotipo. Una princesa puede ser fuerte, valiente y decidida.


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