CAPÍTULO I: ME DECLARO EN MODO “NO QUIERO HOMBRES”

DE LA HISTORIA: “Y ENTONCES, EN EL MOMENTO MÁS INOPORTUNO, LLEGASTE TÚ”

El trayecto en tren de Barcelona a Sitges siempre me sobrecogía. Apenas cuarenta kilómetros de distancia, que en el último tramo discurrían al borde de un acantilado, con el Mar Mediterráneo rompiendo sus olas con fuerza contra las rocas.

El parloteo constante de mi amiga del alma, con la que hacía ya diez años que me había venido a la gran ciudad persiguiendo un sueño o huyendo de una pesadilla, según se mirara, me llegaba difuso, a pesar de que ocupaba el asiento de al lado.

Yo continuaba mirando por la ventanilla, asintiendo con monosílabos a su conversación, de forma que la animaba a continuar con su perorata incansable y yo podía seguir con mis pensamientos. Estaba nerviosa. Verónica siempre se ponía nerviosa antes de cualquier fiesta, y aquella noche tocaba una, y de las grandes: Fede cumplía treinta años. Cómo pasaba el tiempo.

Nos conocimos con apenas veinte, recién llegadas de nuestro pequeño pueblecito, en el primer trabajo que encontramos como camareras de piso en un hotel. Él trabajaba en recepción, también era del Sur, y esa raíz que compartíamos sirvió para que él estableciera con nosotras esa suerte de protección hacia los recién llegados que ofrecen los que ya llevan un tiempo en una ciudad que no es la suya.

– Mariángeles – me reclamó Verónica –, ¿cuántos chicos crees que habrá en la fiesta de esta noche?

Vero tenía una tendencia compulsiva a fantasear con las posibilidades que nos podía deparar cada ocasión, aunque corriera el riesgo bastante alto de pasar dos o tres días frustrada y de mal humor, cuando nada de lo que había imaginado para nosotras se cumplía.

– Seguro que muchísimos – le respondí apática y sin desviar mi mirada de la preciosa vista del mar.

– ¿Tú crees? – me preguntó con renovado entusiasmo.

– Por supuesto que sí. Pero teniendo en cuenta que Fede es gay, seguro que a la mayoría no les vas a interesar lo más mínimo.

– Qué graciosa eres – refunfuñó.

Yo sonreí y cerré los ojos. Verónica vivía obsesionada con encontrar su media naranja. Ponía expectativas en cada chico que conocía, expectativas que renovaba una y otra vez con admirable facilidad ante cada nuevo desengaño.

– Seguro que hoy vamos a conocer a alguien importante – ella se mantenía en sus trece –. Lo presiento. Esta noche vamos a conocer a nuestra media naranja.

–¿Las dos? ¡Qué optimista! – me burlé yo.

– Bueno, vamos a pensar que lo haremos las dos y así tendremos más probabilidades de que al menos una lo conozca.

–Puedes quedarte con mi porcentaje. Yo estoy en modo “no quiero hombres”.

–Anda, ¿y eso desde cuándo?

–Desde ahora mismo. Queda inaugurada mi nueva fase.

–¿Y no puedes inaugurarla mañana? Es que hoy tengo un feeling especial.

–Déjate de feelings, Verónica. Estoy tan cansada de que me partan el corazón, que la única manera de evitarlo es impidiendo que nadie vuelva a entrar en él.

–Qué drástica eres, Mari.

–Está decidido.

Guardó un segundo de silencio.

–¿Cuánto tiempo hace que no echas un polvo? –quiso saber, cambiando por completo de tema.

–No pienso decírtelo –protesté ofendida.

–No hace falta, vivo contigo – empezó a contar con los dedos de las manos–. Debe de hacer al menos unos tres meses, desde lo del Jordi, ¿no?

La mención a mi novio más reciente me revolvió el estómago: el electricista que me pidió prestado dinero para comprarse una moto con la que poder ir a trabajar, y desapareció del mapa en cuanto tuvo la pasta en su cuenta bancaria.

– No me lo recuerdes. No sé cuándo voy a poder tapar el agujero en el banco del dinero que se llevó, el muy sinvergüenza. Tengo un imán de imbéciles, los atraigo en un radio de doscientos kilómetros a la redonda. Así que por eso he dicho basta. A partir de ahora no pienso permitir que ningún hombre entre en mi vida, ya pueda ser el mismísimo príncipe encantador.

Verónica me miraba incrédula pero no dijo nada en contra. El tren comenzó a ralentizar la marcha. Estábamos entrando en la estación de Sitges.

¿Habrá alguien en esa fiesta que haga peligrar la decisión de Mariángeles? ¿Será ella capaz de mantenerse firme pese a todo, no permitiendo que ningún hombre entre en su corazón? Averígualo en el siguiente capítulo.

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