De cómo logramos que la gente se enamorara de los libros

Hola, me llamo Adriana Vieira y soy divulgadora cultural. En las redes sociales me conocen como @lectorunner porque combino el amor por los libros, con mi pasión por el deporte.

Por muchos años he tenido que explicarle a todo el mundo qué es ser divulgadora cultural ¡Porque nadie lo entiende! Por eso, les quiero contar mi historia, que más que una historia, es una aventura donde se mezclan la migración, el emprendimiento, la perseverancia, los fracasos, los aprendizajes, la insistencia, la disciplina y, sobre todo, la convicción de que sí es posible sacar adelante un emprendimiento, si crees y trabajas por él.

Estudié Letras en la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas, Venezuela. A los 18 años comencé a dar clases en un colegio y después me convertí en docente universitaria.

Mi mamá trabajaba en una ONG, cuyo objetivo era potenciar las habilidades de las mujeres en situación de pobreza, así que empecé a ayudarla en la parte social y de escritura, lo que encendió en mí la luz de hacer algo cultural que ayudara a otras personas.

Empecé a investigar y descubrí que los americanos, argentinos, brasileros, españoles y chilenos, manejaban el tema de la gestión cultural. Eso despertó mi interés en la gestión de proyectos culturales, algo que necesitaba para la idea que se estaba incubando en mi cabeza.

Así que en el 2007, me fui a hacer un postgrado relacionado con esto en la Universidad de Navarra. No tenía el dinero, ni sabía cómo lo iba a hacer, pero lo hice…

Vendí mi carro, que era lo único que tenía y empecé a cocinar galletas para pagar mi postgrado. Reuní más dinero vendiendo galletas, que como profesora universitaria. ¡Me llegaron a contactar desde restaurantes!

Pero yo no quería hacer galletas. Lo mío eran los libros y las letras.

En Pamplona, mis profesores comenzaron a animarme para hacer un Doctorado en Filosofía. Dije que no, y me fui a Madrid a hacerme experta en montaje y coordinación de proyectos.

¡Ahí sentí mi llamado de divulgadora! Me reencontré con un autor llamado Stefan Zweig, quien fue un divulgador cultural de su época, escribía novelas, historia, relato, biografías; o sea, era un escritor que daba conocimiento accesible para todos ¡Así como yo lo quería hacer!

Terminé mis estudios y tuve que volver a Venezuela. En Caracas, comencé a trabajar en una consultora educativa. Encontré una Venezuela en crisis, y yo, que tenía un espíritu libre, no podía con eso ¡Me dio muy duro!

Entonces estudié mucho. Me curtí en temas relacionados con cómo presentar un proyecto cultural, cómo monetizarlo y cómo armar un buen emprendimiento de lectura y cultura, sin desligarme del mundo real, de lo cotidiano, accesible y sencillo.

Comencé a preguntarle a la gente qué le gustaba hacer, porque me apasionaba crear diferentes caminos para llevarlos a la lectura.

Yo no quería andar diciendo “léete esto” o “mira este libro”, sino que deseaba que el libro estuviera ahí, implícito, escondidito. Mi propósito es enamorar a la gente de la cultura, porque la cultura está en todo.

PERO LA VIDA TIENE OTROS PLANES PARA TI

Abrí mi emprendimiento en Venezuela y lo llamé ProyectosB612, una iniciativa cuyo objetivo es fomentar la cultura y la lectura en la sociedad, además de formar personas para que puedan ser protagonistas de su comunidad en estos temas.

No me fue bien, porque mucho del dinero para estos proyectos, venían del gobierno y yo me negaba a trabajar con el gobierno. Entonces seguí haciendo asesorías, pero eso no me daba.

En ese entonces, una ex alumna mía del colegio, llamada Andreína Bolívar, a quien muchos conocen como @LaNaranjaMentora se estaba mudando a Medellín para hacer una especialización en la Escuela de Ingeniería. Desde que llegó, me dijo que esta ciudad era un buen lugar para hacer lo que yo hacía y que veía interés en el tema cultural.

LA MIGRACIÓN FORZADA

Así que decidí mudarme a Medellín. Llegué con visa de estudiante y con mi proyecto en la maleta.

Envié hojas de vida a todos lados y nunca pasó nada. Hicieron una convocatoria desde la empresa EPM (Empresas de Servicios Públicos de Colombia), para hacer un club de lectura. Yo envié todo lo que pidieron y no me llamaron, la convocatoria quedó desierta.

Después, me reuní con la rectora de un colegio muy importante de la ciudad. Le dije que yo quería preparar a las profesoras para que aprendieran a enamorar a sus estudiantes de la lectura; le propuse hacer proyectos de promoción de la lectura desde la biblioteca o eventos especiales y también darles charlas a los papás sobre temas culturales. La rectora me miró fijamente y me dijo: Bueno, yo te llamo. Todavía estoy esperando su llamada.

Aunque sabía cómo venderme y también cómo promover lo que quería hacer, nadie me compraba la idea.

Entonces empecé a pensar en mi potencial deportivo e inventé un club de corredores. Así que convoqué gente para unir y conocer personas.

No llegó nadie.

Bueno, sí. Llegaron mis amigos venezolanos que no corrían.

Hasta que un día me enteré de la Fiesta del Libro. Envié mis credenciales y mi hoja de vida a un correo en el que solicitaban personal. Pensé que esa sí sería la vía para conseguir lo que estaba buscando. ¡Qué emoción! ¡Me llamaron! Era mi primera entrevista de trabajo formal (la primera y única, porque no me llamaron de ninguna otra parte).

Cuando llegué al sitio donde sería la entrevista, había una fila de más de 200 personas, casi todos muy jóvenes. Al decirles a los organizadores que yo tenía una cita, me respondieron que debía hacer la fila como todos los demás. El “cargo” era para entregar volantes.

Para mí eso fue algo muy confuso… Me negué a unirme a la fila y me fui.

Lloré y lo hice hasta que me sequé; sentía un dolor profundo y solo pensaba en largarme. Decidí que no entregaría más hojas de vida y comencé a pensar en frío qué podía hacer. Pues claro, la vida me estaba llevando a desarrollar de una vez por todas mi propio emprendimiento, ese que me traje en la maleta desde Venezuela: ¿se acuerdan?

ASÍ NACE PROYECTOSB612

Era como un nuevo comienzo. Me fui reconstruyendo con dolor, frustración, duda e incluso, inseguridad: comencé a cuestionarme y a pensar que yo no servía para esto… Ni para nada.

Pero a pesar de eso, seguí intentándolo. Así que inventé un trueque de libros. Mi idea era presentarnos en sociedad y mostrar lo que hacíamos, de forma gratuita.

Pero, yo no tenía dinero y quería hacer algo grande.

Entonces invité a Andreína a invertir en el proyecto, porque ella sí tenía un trabajo estable, con buen salario y le gustaba el tema que yo desarrollaba ¡Además, era la única que me entendía y se conectaba con esto!

Así que se nos ocurrió fabricar unos muebles de cartón para el trueque, con el fin de que todo el proyecto fuera ecológico y sustentable. Los muebles de cartón que mandamos a hacer para el truque, fueron los más caros del mundo. Sin embargo, Andreína y yo decidimos lanzarnos y nos arriesgamos.

El primer trueque fue en el conocido Parque de La Presidenta. Teníamos todo: los muebles de cartón, un pendón, el montaje y libros de nuestra colección privada.

Si pensamos en términos de trueque, debo decir que no nos fue bien. Solo seis personas cambiaron libros. Pero ese día logramos cosas: el sistema de bibliotecas nos donó algunos libros, y por primera vez, me recibieron, escucharon y apoyaron. Hicimos un registro fotográfico, la gente nos comenzó a conocer, tuvimos un cara-cara con las bibliotecas, los organizadores del evento estaban sorprendidos y circuló mucha gente por nuestro stand.

No nos dimos por vencidas. Hicimos dos trueques más en el mismo evento, luego empezamos a tocar la puerta en bibliotecas y empresas.

¡Sabíamos que habíamos dado con algo que al fin había funcionado! Te mentiría si te dijera que teníamos metas concretas y objetivos ¡Esto fue un experimento!

Andreína seguía en su empleo, inyectando capital a ProyectosB612, mientras yo lo sacaba adelante.

Entonces creamos productos, por ejemplo, tazas de escritores, camisetas y tacitas para tinto, entre otras cosas. Eso nos permitía sobrevivir mientras tanto ¡Nos fue bien con eso! Porque cuando la gente iba al trueque, que siempre es gratis, nos colaboraban comprando esas cosas.

Pero la frustración llegó de nuevo, cuando la idea del trueque comenzó a calar. Nos comenzaron a llamar desde las empresas para que lleváramos el trueque a sus eventos. Nosotras pasábamos una cotización ¡Porque teníamos que cobrar! Y no nos volvían a llamar.

Además, parecía que para aquel entonces, no nos tomaban en serio, porque éramos “dos mujeres comunes y corrientes”. Entonces las reuniones que teníamos, exigían tácitamente una presencia masculina para que nos pararan bolas. Nos buscamos a un amigo para que nos acompañara y hablara de la parte financiera, y así vieran que teníamos un “proyecto serio y bien estructurado”.

Nos dijeron que no mil veces, y siempre nos preguntaban si lo podíamos hacer gratis. Todavía hoy, nos lo preguntan.

HASTA QUE LLEGÓ EL DÍA

Un buen día, abrieron una librería llamada 9 ¾, y la dueña nos contactó para hacer un trueque que nunca se concretó. Tiempo después, nos encontramos con ella por casualidad.

Le propusimos un montón de cosas (que no existían, pero estaban en mi mente): actividades culturales, formación de libreros, catas culturales, clubes de lectura para niños, jóvenes y adultos; actividades manuales y lectura, entre otras.

Andreína no podía creer que yo estuviera haciendo eso. Y Susana, la dueña de la librería, nos pidió una propuesta completa con todo lo que yo había planteado.

En la presentación de nuestra propuesta, Susana nos miró con seriedad y nos dijo: “Lo quiero todo” ¡Y nos compró nuestra propuesta! Ella creyó en nosotras. Que un proveedor local como 9 ¾ nos acogiera y contratara nuestros servicios, definitivamente nos lanzó al estrellato.

Salimos a emborracharnos. Habíamos hecho algo que los gurús financieros aconsejan: vender productos que aún no existen, ver qué necesitan las personas y ofrecerlo.

LA RENUNCIA DE ANDREINA

Yo sentía esperanzas, mientras que Andreína estaba confundida. Ella se dio cuenta de que esto le gustaba mucho y empezó a dudar de si su trabajo actual era lo que ella realmente quería hacer. La idea de dejar su carrera de Ingeniera para dedicarse a este proyecto, no tardó en llegar.

Mientras tanto, no había vuelta atrás. Comenzamos con los clubes de lectura, trueques, origamis literarios, lecturas ilustradas, capacitaciones, consultorías para empresas, formación de libreros y gestores culturales y nuestro fin último: la formación online.

Andreína renunció. Tenía dos años de ahorro que sabía que debía destinar a ProyectosB612. Dice que no se ha arrepentido de esta decisión, porque pasó de ser un zombi, a levantarse con ilusión y alegría todas las mañanas, para trabajar en algo que realmente le apasiona.

Comenzaron a contactarnos de otros países. Eso nos dio visibilidad local e internacional. Nuestras redes sociales crecieron, nos llamaban desde muchos lugares y estalló la venta de libros con los clubes de lectura ¡La gente se animó, se enamoró y se entusiasmó por leer!

Nuestro propósito seguía intacto: acercar al ser humano a la lectura.

¡Y lo estábamos logrando!

¡SÍ ES POSIBLE!

Hace poco una señora que vino a un club de lectura, nos dijo que ha leído más libros desde que nos conoce, que en toda su vida. Eso nos llenó el corazón: saber que estamos haciendo efecto, que al fin esto tiene sentido.

Ahora sabemos que no debemos parar.  Creo que hemos sido muy disruptivas, porque la gente en Medellín no tenía referentes de empresas culturales que promovieran los libros como estilo de vida. Nos hemos salido de lo tradicional, de la biblioteca, de la academia y de lo que siempre se ha hecho con la lectura. No queremos ser las únicas, deseamos que el que quiera, aprenda de nosotras.

Sentimos que la gente está leyendo más y está comprendiendo que uno sí puede dedicarse a lo que le apasiona.

Nosotras todavía no vivimos de esto, pero estamos muy cerca.

¿CÓMO NO TIRAR LA TOALLA?

Para sacar adelante un emprendimiento, tienes que conocerte a ti misma. Si tú no sabes quién eres, qué te apasiona y qué te hace despertarte cada mañana con alegría, vas a tirar la toalla.

Muchas personas se nos acercan y nos dicen que quieren emprender. Entonces les preguntamos: ¿Qué harías tú sin cobrar un peso? ¿Qué es lo que te mueve? ¡Y no saben! Porque se guían por la moda y las tendencias, pero no por un propósito real; solo ven la punta del iceberg, pero no el sacrificio y lo duro que es esto al principio.

Tienes que insistir.

Pero sobre todo, tienes que tener disciplina. Con plata o sin ella, tienes que levantarte a la misma hora diariamente a trabajar como hormiga, así no estés recibiendo nada a cambio. Ese es un ingrediente que a mí no me ha faltado.

Pero hay que trabajar inteligentemente, como dice Andreina. Para lograr eso, tienes que estudiar, desprenderte de tu ego y probar cosas nuevas y distintas. No se trata de producir sangre, sudor y lágrimas; se trata de pasarla bien, y nosotras la estamos pasando muy bien ahora mismo. Estamos disfrutando el recorrido, porque hay que gozarse el camino, con sus aciertos y desaciertos.

Se trata de aprender de cada una de las cosas que te pasan y preguntarte para qué te están pasando, qué debes mejorar, soltar o cambiar.

Creemos en tener un equipo de trabajo, que sean agentes libres, que administren su tiempo, que se gocen lo que hacen, crean en nuestro proyecto y le pongan pasión.

Como emprendedor no puedes hacerlo todo, porque cuando te enfermas o te vas de vacaciones, tu negocio no va a funcionar. Tienes que tener un equipo, formar gente que trabaje para ti y saber delegar.

Cuando crees en tu proyecto, lo vendes bien y con amor.

Hoy queremos duplicarnos, clonarnos y llegarle al mundo entero; queremos entregar conocimiento, promover, inspirar y animar a otros emprendimientos culturales ¿Cómo? A través de nuestra academia online de ProyectosB612, con la cual podemos transmitir todo lo que hemos aprendido y construido durante este tiempo.

Queremos llevar y hacer de la lectura una experiencia lúdica, diferente, divertida y accesible para todos.

Nadie dijo que sería fácil, aún tengo que explicar qué es ser una divulgadora cultural; pero también sé que muchas personas comenzaron a leer o retomaron la lectura. Sé que estamos sembrando muchas buenas semillas.

Así que seguiremos trabajando como hormigas para que la gente se enamore de los libros.

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LA FOTO PRINCIPAL ES DE LUZ NATURAL FOTOS

Fotos: Adriana y Andreína (Juan Carlos Rodríguez @juanscoo ) ProyectosB612

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