Una historia de amor ¿Sin fin?

Creo fielmente que soy una consentida del universo, pero como todo hija menor, que ve cómo los hermanos mayores cumplen sus metas, quiero que todo llegue más rápido de lo esperado.

Así, cuando estaba en preescolar, quería tener mi polo blanca (que identifica a los niños de primaria en Venezuela). Al llegar a primer grado, ya estaba loca por mi camisa azul (que identifica a los niños de secundaria) y así, hasta que me vestí de beige, desesperada por entrar a la universidad.

De repente me enamoré y lo quería vivir aceleradamente

Yo siempre esperaba al príncipe azul. Sin embargo, este no apareció hasta después del bachillerato. ¿Casualidad? No. Estaba ahí para mí, puesto por el universo, diría yo. Finalmente, era el momento. Ni antes, ni después.

Al principio no encajaba en mis conceptos de pareja. De hecho, una parte de mí lo negaba por completo. Pero con el pasar de los días, meses, conversas y algunas caricias, el amor se convirtió en una sensación cómoda que invadió cada parte de mi mente y que se desesperaba menos por saber lo que iba a pasar, porque ya estaba sucediendo.

Él y yo aprendimos a crecer. Hablo de crecimiento personal, convertirte en lo mejor que ves en esa persona. Aprender, a punta de desacuerdos, porque hay ciertas cosas que cambiar para ser un poquito mejor cada día.

Luego de varios años, comencé a ver a otra persona en el espejo. Adelgacé y engordé. Perdí un poquito de peso y de repente engordé más. Pero más que el peso o el modo de vestir, crecí por dentro. Sin darme cuenta, me robé las mejores cualidades que él tenía para hacerme mejor persona.

Todo marchaba muy bien. Nuestras familias comenzaron a ser una sola y ambos compartíamos el éxito que individualmente alcanzábamos. Por fin, llegamos a una zona de confort. Pero el mundo se puso de acuerdo para darnos un “sacudón”.

El sacudón

El sacudón llegó luego de que ambos superamos la etapa universitaria y de pronto nos vimos adultos con nuevos retos, pero en un país donde no era nada sencillo avanzar. Sucedió lo que a muchas parejas les sucede en Venezuela: uno de nosotros emigró y el otro se quedó. Yo, sola en un país en crisis y él solo en otro continente.

Pero esto fue una separación física, aunque a medida que pasaban los meses, nuestras mentes evolucionaron en sentidos distintos porque, aunque yo me mantuve donde él me dejó, comencé un viaje interno que sigo haciendo.

Por su parte, él vivió nuevas experiencias con otras personas que incluso hablan otras lenguas. Un sacudón en todos los sentidos definitivamente, porque la situación nos sacó de la zona de confort en la que estábamos.

 

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La separación y el encuentro conmigo misma

Creo fielmente en que ninguna historia de amor es igual. Por más consejos e historias que te cuenten, para esto no hay un manual. En nuestro caso, llegamos al punto en que la vida decidió separarnos ¡y de qué manera!. Fueron muchos kilómetros de mar. Otro continente, otro idioma, otro clima. En fin, él se fue y yo me quedé.

A partir de aquí, inicié un camino sola. Y una relación con una persona que tenía tiempo sin ver: Yo misma.

Si se preguntan qué fue de la relación con ese príncipe azul, pues terminó; pero no inmediatamente. En realidad, estuvimos juntos un tiempo en la distancia, queriéndonos. ¿Es posible una relación así? Sí y no; depende de cada caso.

Hace un par de años decidí culminar con el idilio con el que una vez soñé, para encontrarme con otro “yo” que aún trato de conocer. Continúo dando tropiezos, porque tengo el mal hábito de querer ir más rápido de lo que dicta el tiempo.

Aún me pregunto qué habría pasado si hubiese permanecido ahí, a la espera. Me lo pregunto, pero sin desespero, recordando todo lo que aprendí; lo que demuestra que una relación nunca termina. Pues esa persona y lo que dejó en ti, siempre estará ahí, a donde quiera que uno vaya.

A veces no es el momento

¿Qué me enseñó esto?

Aprendí que en la vida no hay decisiones buenas o malas, simplemente hay “rutas” a diferentes destinos que nosotros mismos construimos. No se trata de algo que ya está escrito, todo se mide por nuestro nivel de esfuerzo y constancia. Y sobre todo aprendí a tener una buena actitud: Energía, energía y más energía.

Lo primero que recomendaría a las mujeres que sufren una separación “forzada” en una relación, es que confíen en lo que su corazón dicta ¿Quieres continuar con la relación o saber qué hay fuera de la zona de comodidad? ¿Quieres vivir y desenvolverte en el mismo lugar al que él partió? ¿Quisieras experimentar con otras personas o crear un proyecto en conjunto?

Cada una debe hacerse sus propias preguntas. Lo que sí es una verdad es que el riesgo siempre tiene su recompensa, acompañada a veces de una ligera melancolía que con el tiempo pasa a ser una linda alegría de haber vivido una experiencia enriquecedora.

Foto: Gratisography.

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