Mi historia de acoso laboral (y sexual)

Hace unos días en mi actual trabajo, recibimos una capacitación sobre el código de conducta de la compañía y uno de los temas de la charla fue el acoso laboral y el acoso sexual en el lugar de trabajo.

Quiero decirles que yo fui víctima hace unos años de acoso laboral, pero comprendí su magnitud el día de esa capacitación.

La definición coloquial de acoso laboral es un comportamiento por parte de algún compañero de trabajo, ya sea de la misma jerarquía de la víctima o superior, que termina haciendo sentir a esta humillada y menospreciada.

Dentro del acoso laboral están los gritos, los malos tratos y la asignación de labores excesivas, entre otras cosas.

El acoso sexual en el trabajo va más allá de unos malos tratos, y se diferencia del acoso laboral porque si bien, en el primero puedes no notar que estás siendo víctima de alguien más, con el segundo puedes percibirlo casi de inmediato.

Dicho en palabras sencillas, es un comportamiento que la víctima no tolera o no desea tolerar; para cada persona puede ser diferente y cada uno de nosotros tiene sus propios límites dentro de lo que permite y lo que no.

Ahora les voy a contar mi historia

Yo era una analista dentro del área comercial de la compañía en la que trabajaba y él era uno de los gerentes del área. Estaba recién llegada a aquel trabajo y recuerdo que uno de los primeros días en los que él noto mi presencia, se acercó a saludarme de forma muy amable y cordial.

Con el transcurrir de los días, el saludo se torno más que cordial y pasó a ser meloso y demasiado dulce para mi gusto. Entraba a la oficina y se ponía a jugar con mi pelo mientras hablaba con los demás como si nada, a veces me jalaba el pelo y me decía: “Se nota que le gusta que le jalen el pelo, ¿cierto?”

Los comentarios se volvieron subidos de tono y él empezó a hacerme bromas y propuestas indecentes; se acercaba tanto, que una vez llegó a mirar por dentro de mi blusa, y la cosa pasó de castaño a oscuro.

A mí no me gusta mucho el contacto físico, soy muy dulce con mi familia, mi pareja y mis amigos más íntimos, pero me disgusta cuando un compañero de trabajo, o peor aún, un superior, me abraza y me saluda como si yo fuera parte de su familia.

A pesar de eso, decidí no decir nada y en ese instante me convertí en una víctima más, guardé silencio por miedo a perder mi trabajo y soporté un año de acosos, abrazos y besos no deseados.

Mis compañeras de trabajo decían que él era así, que ese comportamiento era normal, pero realmente a ellas no les hacía comentarios como los que me hacía a mí.

Finalmente, renuncié a aquel trabajo después de casi un año por razones diferentes, por miedo a hablar y a denunciar a un superior, no hablé, no dije nada y terminé callando algo que pude haber dicho.

No fui capaz de denunciarlo.

Lección aprendida: Si algo te molesta ¡Debes decirlo!

De los abrazos largos y eternos, pasamos a las caricias en el pelo, las palabras al oído, las insistentes invitaciones a salir y los piropos delante de todos mis compañeros de trabajo. Aún recuerdo que cuando llegaba en las mañanas, se acercaba a mí y respirando en mi oído me decía: “Qué linda se te ve esa blusa” o “El pelo te huele delicioso”.

El solo recuerdo hoy, 5 años después, hace que se me revuelva el estómago.

Hoy, que tengo 28 años y no 23, como en aquella época, entiendo la magnitud de lo que viví y tras la experiencia que me han dado estos años, hoy puedo decir que la lección es clara: Si algo te molesta, ¡habla! Si sientes que no estás siendo tratada como mereces, ¡dilo! Pero no te quedes callada, habla con alguien, con un superior, con un jefe, con alguien de recursos humanos o hasta con el mismo acosador.

Hazle saber que lo que está haciendo no es tolerado por ti y te causa molestia. Nunca pero nunca, te quedes callada.

 

NOTAS DEL EDITOR

ALERTA A LAS SEÑALES DE ACOSO

El acoso laboral puede presentarse de diferentes formas. Una de ellas es el maltrato laboral, que atenta contra la libertad física y moral de la víctima; discriminación, ya sea por la raza, género, condición socio-económica o preferencia política; persecución, entendida como las acciones reiteradas del acosador, que llevan al empleado a desmotivarse en el trabajo hasta renunciar; entorpecimiento, con acciones que obstaculizan el trabajo del empleado y el cumplimiento eficiente de sus funciones; inequidad, al asignarle funciones que lo menosprecian y desprotección, al asignarle funciones que ponen en riesgo su vida.

Se puede manifestar de formas tan básicas como chismes sistemáticos sobre la víctima, robos constantes al empleado, matoneo en la oficina para entorpecer sus labores y exigencias del jefe por encima de lo permitido.

Es importante saber que para que estos hechos se consideren acoso laboral, deben prolongarse en el tiempo y darse de manera repetitiva.

El impacto del acoso

Según la psicóloga clínica española Minia Miramontes, el acoso laboral puede causar hipertensión, dolores de espalda, sensación de ahogo, náuseas y vómitos, entre otras enfermedades físicas.

También tiene efectos psicológicos como ansiedad, apatía, alteraciones de sueño, sentimientos de culpa, llanto frecuente, ideas suicidas, miedos, desconcentración, alteración del deseo sexual o depresión.

Por eso, la experta aconseja que hay que actuar rápidamente y no dejar que el acosador se adueñe de la situación; dejar las culpas a un lado, trabajar sobre la autoestima, buscar apoyo familiar e investigar sobre el tema para identificar y conocer las señales de alarma.

Sin embargo, una de las razones por las que muchas personas no denuncian ser víctimas de acoso laboral, es el miedo a ser despedido o invalidado. En ese sentido, lo primero que deben hacer las personas es armarse de valor, tener claro que tienen derechos y que esos derechos no pueden ser violentados porque sí y ya.

El hecho de que trabajes en una empresa no implica que debes ser un esclavo, que debes hacer todo lo que te pidan los demás o que vas a tener que aguantarte ciertas decisiones. Tú tiene derechos y puede hacer que esos derechos sean respetados”, asegura.

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