REFLEXIONES SOBRE LA FOTO DE BEYONCÉ EMBARAZADA

Cuando vi la foto de Beyoncé anunciando su embarazo gemelar, pensé “¿en serio? ¿una de las mujeres más poderosas del mundo se toma unas fotos que parecen hechas en un foto estudio de Sabana Grande (Caracas) del año 95?”.

No importa si las fotos fueron inspiradas en obras de arte neoclásicas, las fotos de Queen B, como la llama su legión de fans, se parecen a la decoración del altarcito de la virgen que yo solía visitar en mi colegio y que acaba siendo una mescolanza de faralaos, lentejuelas y maltratadas flores de tela. Son feas. Son cursis.

Pero luego recordé un montón de ideas que rondan en mi cabeza desde que yo misma estuve embarazada y todo el mundo me preguntaba si no me pensaba hacer la sesión de fotos con la barriga para el recuerdo, “porque esa es la etapa más tierna de tu vida”. Puse los ojos en blanco. Como tantas veces.

Durante mi embarazo escuché tonterías como “no te vistas tanto de negro porque eso es negativo para el niño”, o “¿cuándo te vas a empezar a vestir de ‘embarazada’ pues?”. Refiriéndose, creo yo, a cuándo me pondría lacitos rosados y camisas vaporosas de corte princesa. Pero yo me vestía como yo era, sólo necesitaba que la ropa tuviera espacio suficiente para la barriga. Por alguna razón algunos querían ver a alguien como yo, que siempre habían conocido como ácida, rebelde y sarcástica –y que le encanta estar vestida de negro- se volvía tierna, dulce y sumisa por mi condición, sólo porque suponían que así debe ser una mujer cuando está gestando otra vida.

En esa época, gente con la que jamás había intercambiado palabra, conversaba conmigo; me preguntaban cosas súper íntimas, me saludaban de beso e intentaban agarrarme la barriga. Por alguna razón, hay una especie de solidaridad y/o ¿empatía? automática durante el embarazo, pero es una empatía que deja de ser tal si la otra persona (la embarazada) no está abierta a corresponderla porque simplemente no se le da, ni antes, ni en ese momento.

En una oportunidad, una compañera de trabajo –de esas con las que sólo había intercambiado los buenos días hasta entonces- me llamó a su oficina para mostrarme sus fotos de su sesión, a ver si “me inspiraba”. En una de ellas aparecía semidesnuda, con sombrero de flores, y en otra, con la camisa de su equipo de béisbol favorito, medio abierta, mientras el papá del bebé –sin camisa- le tapaba los senos. Mal gusto nivel Beyonce, más o menos. No pude poner los ojos en blanco porque me estaba mirando fijamente esperando algo de aprobación en mi rostro.

Así que hice un comentario random: “Guao, te veías súper diferente, ¿no?” Me confesó que había ganado 30 kilos por cuenta del embarazo. Tratando de desviar la conversación, se me ocurrió preguntarle si en aquel momento, se volvería a tomar fotos así de desnuda. “Noooo, ¿cómo se te ocurre? Es que esa es la etapa más tierna de la vida. Cuando estás embarazada todo es bonito, todo te luce, es el momento para hacer ‘eso”.

Y miren, no. Tragué grueso. Le di las “gracias” por sus “consejos” y huí de ahí despavorida. Empecé a preguntarme por qué hay quienes “se atreven” a hacer cosas como desnudarse ante una cámara con el marido tapándole las lolas, en una especie de escena softporn, cuando en condiciones normales, no se mostrarían así porque son recatadas y se sienten intimidadas por una escena de sexo en una película.

En qué momento se ponen los lentes del “todo se ve bonito y tierno”, y por qué yo no me los puse nunca.

Entonces se me vino a la cabeza una palabra: autoestima. Cuando estás embarazada, con sinceridad o no, todo te lo celebran. La familia se desvive en atenciones inéditas; la pareja, si la hay, te complace y te consiente. Eso no tiene nada de malo, el trancazo a veces te lo das cuando el bebé nace y se vuelve el foco de atención absoluto y ya no existe el “¿cómo estás tú?” sino “¿cómo está el niño?”.

Y muchas se sienten que todo el “glow” del cuento de hadas desapareció y les pasa una especie de aplanadora emocional por encima.

El embarazo y la maternidad pueden ser un baño de autoestima para algunas, y eso no está mal. El problema, digo yo, es cuando la autoestima depende de la circunstancia y se desvanece con el fin de ella. El problema cuando acabas siendo algo que no se parece a lo que eras.

Y si en verdad, traer un hijo al mundo les cambia por completo lo que son, pues todo bien. Pero algo me dice que no es así en la mayoría de los casos.

Por eso creo que hay que desmitificar, desacralizar y sobre todo des-ridiculizar esa “etapa de la vida”. Nadie tiene por qué decirte que deberías ser tierna o cursi o extravagante porque estés esperando un hijo. Ni siquiera ese fotógrafo cuyo negocio es hacerte fotos con el mismo backing de flores que usa con el resto de sus clientes.

Tampoco tendrías por qué ser del tipo rebelde-hater porque alguien te lo diga. Ni siquiera yo. Tú eres tú y tienes derecho a vivir el embarazo a tu manera. Yo soy yo y lo viví a mi estilo. Y Beyoncé… seamos sinceras… Beyoncé siempre ha sido Tuki*.

beyonce embarazo tres

(*Expresión despectiva utilizada para referirse a una cultura urbana en Venezuela vulgar, de mal gusto, estrambótica, inspirada o muy relacionada con la cultura del reggaetón. Es el equivalente a “ñero y mañé” en Colombia o “naco” en México).

Fotos: Beyoncé.

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