El despecho y la gripa necesitan reposo

Cuando se está despechado todas las cancioncitas de amor hablan de ti. Esas baladas melodramáticas a corazón abierto de repente cobran sentido y nos entregamos desmesuradamente a la tristeza.

A eso le llamamos vivir el despecho o como dicen coloquialmente “pasar el guayabo” , un proceso natural y casi fisiológico que no se debe acelerar porque corres el riesgo de quedar “mal curado”, así como te decía tu mamá cuando te daba gripa y querías salir a jugar con tus amigos de la cuadra.

A mis 33 años he sufrido muy pocos despechos, debe ser porque me considero una persona alegre que entiende que todo tiene su razón de ser. Soy responsable de mis actos y rara vez me complico la vida con sentimentalismos. Así soy yo. Sin embargo, he aprendido que el guayabo es directamente proporcional al impacto que haya causado esa mujer en ti. Por lo que lógicamente no derramé una lagrima por aquella bartender con la que pasé una noche en el carro, ni le dediqué una canción de Franco De Vita a la rubia divina que conocí en Las Vegas.

Ahora bien, hay mujeres que nos cambian la vida, a esas debemos llorarlas y dedicarles todos esos ridículos temas de Romeo Santos. No creo en ese viejo dicho de “un clavo saca otro clavo”.

Son ese tipo de rupturas las que te roban la energía y te dejan en cama…como cuando tienes gripa. La comida no sabe a nada y el alcohol tampoco, aunque en mi caso un par de tequilas ayudaron a apaciguar el dolor.

Formalicé una relación con Netflix y me alejé de las fiestas porque mi cabeza estaba en otro lado, mi instinto goleador se esfumó, el mojo desapareció. Durante ese proceso sólo quería quedarme encerrado en mi habitación, conversar con alguna amiga de confianza y cada noche luchaba contra el impulso que me tentaba a mínimo mandarle un mensajito de WhatsApp o una foto con una asquerosa barba que denotaba la intensidad de mi despecho.

Pero así como con la gripa, dejé que el virus abandonara mi cuerpo de forma natural, dejé los antigripales a un lado, me envolví entre las sabanas, sudé, y un buen día sentí que podía volver a salir a correr, la comida recuperó su sabor, la fiestas volvieron a ser fiestas, y el instinto goleador volvió, me sentí Messi de nuevo.

Lo que nunca permití es que decayera mi desempeño laboral. Cuando estamos atravesando un despecho debemos ser más productivos, las mujeres deben convertirse en arte, números, letras; debemos enfocarnos en nuestra pasión y olvidarnos al menos por un rato del resfriado.

El trabajo y el descanso son la mejor receta, ya habrá tiempo para salir a echar desmadre con los amigos y buscar mujeres en Tinder.

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