Recuerdos malos y buenos aún tienen cabida en mi cabeza. Hayan pasado seis meses, un año, dos o los que sean, todos tenemos permiso para revivir momentos. De nosotros depende qué tanto recordamos, con qué frecuencia, con qué intención, con que disposición, con que sentimientos, con qué resultados.
Recientemente me he descubierto pensando de nuevo en vivencias aleatorias del tiempo que viví con mi expareja que, si bien ya no me sacan lágrimas ni sentimientos de reproche o melancolía, sí me hacen poner en alerta y detenerme como si fuera algo malo estar recordando(lo).
¿Pero saben qué hice hace unos meses, un día que el dolor parecía que no iba a pasar y la herida no iba a cerrar nunca?
Dejé volar mi imaginación y mi energía. Permití que los recuerdos llegaran, es más, me esforcé en visualizar con todo detalle cada escena, lugar, ambiente y personajes. Ahí estábamos, en cada uno de los lugares que habitamos, que visitamos, que recorrimos, él y yo, compartiendo tanto.
El ejercicio era claro, se me ocurrió de repente y cuando me di cuenta, ya lo estaba haciendo: Me concentré bien (difícil para mí), empecé un recorrido de los momentos de maltrato psicológico, verbal y físico, tal vez no en el orden cronológico perfecto pero sí lo más detallado posible y, en cada escena en que hubo violencia, me visualicé dejando flores en vez de discutir o como “otra yo” cerca de él y de mí regando flores, pétalos, colores y mucha luz.
Volví a ver a Lina siendo apretada por las muñecas, siendo bajada hasta el suelo con un halón de cabello y tirada a la cama con una fuerte cachetada, siendo sacudida, gritada, insultada, arrastrada, asustada, regañada: siendo fuertemente humillada.
Volví a ver a Lina tratar de defenderse, tratar de huir. La vi orar, gritar, llorar, suplicar, empujar: la vi aguantar.
Y a todo esto y más le regalé flores, ME regalé flores, porque todo lo que haga por perdonar, transformar y continuar es el mejor regalo que me puedo hacer y le puedo hacer a mi hijo.
¿Y a él? A él ojalá le esté llegando siquiera una parte de la buena energía que trato de generar con este perdón, pero que le llegue y que él pueda y quiera recibir ya no depende de mí. Ya traté de hacer mucho por él y casi me pierdo.
Foto: Annie Spratt en Unsplash