¡No más juguetes, por favor! Esta es la primera frase que pasa por mi cabeza cuando llega Navidad. La realidad, queridas mamás y papás, es que a pesar de que agradecemos a Dios, a la Virgen, a Santa y al Niño Jesús, a los abuelos, tíos y amigos por todo lo que tienen nuestros niños, de regreso al mundo material somos nosotros los padres quienes guardamos los desastres hechos con los juguetes, nos rompemos la cabeza ideando la mejor manera de acomodarlos en el pequeño espacio del que disponemos, nos atormentamos viendo cómo juegan sólo con una parte de ellos y escuchamos constantemente, sin entender por qué, la tan odiada frase: “estoy aburrido”. ¿Y entonces? ¿Cómo un niño que tiene tanto se aburre?
Recientemente me topé de frente con otra realidad: “mami, nunca tienes tiempo para mí”. Con ojos desorbitados, la cara descuadrada y la sangre hirviendo de rabia respondo a mi hijo: “¿Cómo es eso que no tengo tiempo para ti? Yo te despierto, te llevo, te busco, te traigo, almuerzo contigo, vamos a tu actividades, hacemos tarea juntos…”. Y es así como después de sacar a relucir todo lo que yo hago por él y con él, orgullosa y satisfecha de argumentos que consideraba irrefutables, me responde: “Pero es que nunca jugamos”.
Fue entonces que sus palabras golpearon mi cabeza y me hicieron entender que nuestros conceptos de “estar juntos” son distintos y, sin duda, él tiene toda la razón. Perdí esa batalla.
¡Qué difícil es ser padres! Cuando uno jura y perjura que está en lo correcto, llegan unos pequeños a voltearnos de cabeza y a enseñarnos que en el mundo de la gente grande todas las percepciones están alteradas. Desde ese último encontronazo con la realidad, decidí regalarnos un mínimo de 15 minutos al día de “tiempo de calidad” en el que mis minutos se mimeticen con los de él, los celulares no existan, el trabajo pase a segundo lugar, el mundo material quede en pausa y en el que lo ilógico sea la regla. Un tiempo libre de situaciones reales y de la practicidad que nos regalan los juguetes – alrededor de los cuales también generamos momentos importantes pero que, al fin y al cabo, terminan acumulándose sin motivarnos a más -. Un tiempo en el que nosotros pasemos a otro plano y en el que nos obliguemos a ir más allá de lo obvio.
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¿Cómo? A través de los libros.
En esta Navidad los invito a todos a viajar a mundos mágicos, a conocer brujas y hadas, a descubrir que muchas veces gana el bien, a aprender de pociones, a descubrir castillos, a encontrar la felicidad y a jugar con la imaginación. Todo esto, él y yo lo vamos a conseguir en un solo lugar: la literatura infantil, ese arma de doble filo que muchas veces subestimamos, pero que poco a poco va calando en nuestro intelecto a través de mensajes que – y esta es una opinión muy personal – siendo contados para niños fueron pensados para gente grande.
Cambiemos el mundo, cambiemos nuestra concepción de la vida. Leamos con ellos y seamos protagonistas de historias que luego, cuando crezcan, ellos recordarán y añorarán tanto como nosotros. En esta Navidad los invito a regalar lo justo y necesario en juguetes, y a ¡volvernos locos regalando libros!
Si no saben por dónde empezar, aquí les dejo mis recomendaciones:
“Adivina qué es” de Taro Gomi. Este pequeño libro es garantía de diversión. Nuestros niños disfrutarán muchísimo adivinar e imaginar todo lo que puede haber del otro lado de cada página y comenzarán a entender que no siempre las cosas son lo que parecen.
“3 deseos para el señor Pug” de Sebastian Meschenmoser. El señor Pug llega para enseñarnos que la felicidad no requiere adornos, es más, ni siquiera está en lo material. Y es que a veces todo lo que necesitamos es cariño, atención y comer nuestro cereal preferido.
“La noche de las estrellas” de Douglas Gutiérrez. A este señor no le gustaba la oscuridad y no le hacía nada de gracia la llegada de la noche. Decidido a enfrentar sus miedos y a encontrar una solución, hunde sus deditos en el cielo negro, abriendo pequeños puntitos para el paso de la luz. Desde entonces existen la luna y las estrellas.
“El pájaro del alma” de Mijail Snunit. ¿Qué es el alma? En las páginas de este libro se nos muestra este principio espiritual como una idea digerible para nuestra naturaleza humana; y es que en nuestro interior habita un pájaro que siente todo lo que sentimos, hecho de cajones que guardan sentimientos y emociones, y que sólo se abren con una llave especial.
Fotos: Patricia Moreán.
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