En este capítulo resalto y aprovecho el contexto, para mostrarle a mi hija que el sentido de pertenencia es algo que me aporta esencialmente a mi felicidad.
Por más que me mueva de un país a otro, mi identidad colombiana me ha dado mucho: sentir mi país con lo bueno y lo malo, y amar mis raíces, me enseñó a amar el mundo.
También quiero trasmitirle a mi hija que lo importante es llevar el hogar adentro, porque sentirse siempre como en casa es el más valioso sentimiento de seguridad, valorando el entorno que nos toque, el tiempo en que vivimos y confiando que éste es el mejor, porque simplemente es el propio.
Quiero mostrarle la otra cara de la moneda, cuando las experiencias, buenas o malas, se potencian y nos hacen ver la realidad de otras maneras. Intento decirle que la vida está nutrida de la actitud que ella quiera tomar, que belleza hay en todas partes, que todas las personas tienen un lugar y tienen su lugar, que ese lugar los define y los llena de identidad y a su vez los prepara para amar y compartir el mundo.
Colombia es mi lugar, pero el mundo es mi escenario.
AQUÍ LES DEJO EL CUARTO CAPÍTULO DE ESTA HISTORIA QUE HE DECIDIDO CONTAR…
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Foto: María Adelaida Penagos.