Estoy realmente indignada: Me han expulsado de Tínder, o se han rendido conmigo, que también es una gran posibilidad.
Lo cierto es que, después de descartar a unas 30 personas , la app se puso en huelga y no me muestra más opciones de posibles cenas/novios/maridos/padresdemishijos, simplemente se queda pensando, mientras me mira a los ojos, burlándose de mí.
Después de un breve momento de introspección -y pánico- , escribí a mis amigas para decirles lo que me estaba pasando y contarles que, ante mi situación, había decidido irrevocablemente buscar un convento y convertirme en una Carmelita Descalza (por lo menos ellas están casadas con el Señor).
Ellas, unánimemente me dijeron que no me aceptarían en ninguna congregación porque no soy virgen, y que eso no lo puedo negar porque se me nota en la mirada (otro motivo para meditar esta noche, ahora no sólo soy la primera expulsada de Tinder en la historia, sino que mi mirada delata mis momentos lujuriosos. ¡Qué barbaridad! tantos años en colegio de monjas para terminar así, quién lo habría dicho).
Ya que estoy en este proceso de détox forzoso, he decidido hacer introspección sobre mi experiencia en Tínder (la única app de ‘ligue’ con la que he experimentado hasta el momento). El asunto es que de toda esta experiencia me quedan dos grandes enseñanzas:
1) Estar ocioso es muy malo
2) Hay de todo en la viña del Señor (pero los raros parecen ser mayoría).
Yo tuve que haber huido despavorida cuando, durante mi primera Tínder-cita, aquel chico alto, barbudo y fornido me preguntó si yo me había dado cuenta de que las barbas de los hombres huelen mal, yo –que casi entro en catalepsia ahí mismo- le contesté que nunca lo había pensado (¡obviamente!), y que suponía que lo normal era que las barbas se limpiaran durante la ducha (¡qué nivel de conversación!).
Pero su respuesta fue lapidaria y no se me olvidará en la vida: ‘claro, sólo si te duchas todos los días”.
Tampoco huí cuando esperaba a aquel hombre impresionante que aparecía en su foto de perfil montado en un caballo blanco (sí, sí, como el príncipe azul), y me encontré con un chico más bajo que yo (que mido 1,61), hablaba con voz nasal y tenía problemas para pronunciar la R (que no hubiese sido problema si no me llamase Patricia).
Luego de sobreponerme del shock inicial, decidí que estaba siendo superficial y que debía continuar porque podría llevarme una sorpresa… ¡y no me equivoqué!, el no-príncipe me estuvo hablando de ‘mi mujer, porque todavía no nos hemos divorciado’, y de sus tres hijas a quienes no ve porque a sus edades los hijos no quieren ver a los padres, y él también ha decidido pagarles con la misma moneda.
Lo cierto es que no huí (ya saben, ociosidad) y todavía guardo la esperanza de encontrarme con alguien ‘normal’, así como yo (JA).
Digamos que, aunque la cosa está difícil, yo sigo creyendo que, por ley de probabilidades, el bueno está por caer y mientras tanto, sigo ejercitando el músculo del dating, riéndome de mí misma y acumulando experiencias para poder contárselas a ustedes.
Tengo historias… ¡muchas! (más de las que creen y se las iré contando poco a poco por aquí, pero me encantaría saber sus experiencias con esto del mundo de las citas, así que les dejo mi correo electrónico para que me lo cuenten TODO: patricia@asuntosdemujeres.com
Actualización: ¡Tínder no me ha echado, hubo una falla mundial! Qué tranquilidad, me sentía la primera expulsada de Tínder de la historia, y eso hubiese sido MUY fuerte. No todo está perdido, amigas… ¡Seguimos!
Fotos: Patricia Rosas.