Debo confesar que cuando me preguntaron si quería entrevistar a la española Espido Freire tuve que disimular por aquello de la profesionalidad, pero en mi cabeza, estaba montada en una mesa bailando de la emoción.
Desde el lanzamiento de Melocotones helados en 1999, libro que la convirtió en la autora más joven en ganar el Premio Planeta (título que todavía conserva), no he dejado de leerla y seguirla, así que me hacía particular ilusión que me contara sobre De la melancolía (Planeta, 2019), su más reciente novela, que habla sobre las heridas que dejó la crisis, y sobre la acción transformadora del amor para superar la tristeza.
Apuntando maneras desde muy joven
Espido Freire nació en Bilbao en el año 1974. De pequeña, su mayor sueño era ser astronauta, con la intención de escapar lo más lejos posible, del horror de ser una niña en el País Vasco de ETA, pero en poco tiempo, según confiesa: “Me di cuenta de que para ser astronauta había que estudiar muchas matemáticas y no me gustaba, entonces decidí virar hacia ser poeta y escritora. Tendría 8 años aproximadamente. Yo ya empecé a decir que quería ser escritora”
Tal vez con la misma finalidad, ¿no?
Sí, por lo mismo, porque cuando leía me escapaba del mundo. Entonces yo creo que siempre he tenido serios problemas con aceptar la realidad; de ahí que gran parte de mis características como autora y como persona haya sido intentar transformarla, intentar narrarla desde otra manera.
Entiendo que en algún momento conqueteaste también con la música, ¿Dónde quedó todo eso?
Realmente no quería ser música. Lo que ocurre es que mi hermana era música, la pusieron a estudiar, y en el conservatorio detectaron que yo tenía unas habilidades muy extraordinarias para cantar; entonces comencé los estudios de canto con 12 años y bueno, lo que me encantaba de cantar era el escenario y transformarme en personajes distintos y el que ya, con 14, comencé con viajes internacionales.
Comencé a moverme en un circuito que me permitía ser un astronauta. Y al cabo de 5 años, cuando ya tenía que elegir si continuar con una carrera profesional o ir la universidad y completar unos estudios más convencionales, ya era evidente que yo no quería continuar con canto.
¿Y qué sucedió después?
Mi vocación continuaba siendo la de contar historias, no la de ser un personaje, no la de encontrarme cantando para alguien más.
Entonces lo abandoné sin ningún tipo de pena. Y en aquellos momentos además, teniendo mucho la impresión de que había perdido el tiempo. Luego me di cuenta de que el tiempo jamás se pierde. Jamás. Entonces, qué pasó, claro, que en ese dilema, el encuentro con el mundo adulto y demás, yo desarrollé un trastorno de alimentación. Lo tenía muy asociado al canto. Lo tenía muy asociado a mi imagen y a muchas cosas.
¿Qué te llevas de esa etapa?
El trato con la prensa, la facilidad para los viajes, la facilidad para el escenario, un cierto conocimiento de música, ya muy anticuado quizás. Pero no siento ningún tipo de nostalgia, fue un aprendizaje más.
La crisis y las enfermedades mentales
A lo largo de tu vida has atravesado por varias crisis, como tu problema de alimentación, depresión, ansiedad; y considerando que “De la melancolía” también habla de la crisis puesta en diferentes aspectos: económica, personal, matrimonial… ¿Qué representa la crisis para ti?
La respuesta fácil y convencional es la de ‘una oportunidad’, y te diré que para mí, no es una oportunidad. Para mí es un bofetón… inesperado. La mayoría de las veces, la crisis te enfrenta con algo que no deberías ver ni enfrentar bajo ninguna circunstancia. Es un hecho profundamente transformador y doloroso, del cual lo único positivo es que podrías obtener determinadas herramientas para superarlo.
No soy particularmente positiva ni optimista respecto a las crisis. O sea, las crisis auguran dolor, esfuerzo y sufrimiento; y ninguna promesa de que eso pueda superarse. Ahora, cuando se supera, es cuando puede llegar una reinterpretación de algo mucho más positivo, ¿no?
No te creas que tengo ningún amor por ellas, la gente dice “es que la crisis es una oportunidad magnífica, es lo mejor…” Y no, no, no, para mí, desde luego, no.
¿A qué edad recuerdas que fue tu primera crisis?
Recién cumplidos los 9. En el año 83 falleció mi abuela, lo cual significó un cambio brusco en toda la familia; yo era pequeña, no tenía un gran vínculo con esa abuela pero mi familia lo tenía. Y el impacto que eso produjo en mi padre -que era su madre-, en mi madre, en mi hermana y en toda la familia, fue atroz. Yo creo que aprendí a quererla y a valorarla tanto muerta como viva
También por esa época llegó algo devastador, ese agosto hubo una enorme riada que hizo que toda la comarca quedara anegada bajo 3 metros de agua. Se destrozó Bilbao por completo, los adultos empezaron a perder el empleo.
Y entonces, desde mi perspectiva de niña, lo que yo captaba eran cambios que me superaban, que yo no podía abordar; y ahí ocurrió algo importante para mí: empecé a escribir. Para entonces estaba escribiendo cositas, poemitas y demás. Se pueden notar que los temas de los que hablo siendo una nena y una vieja son totalmente diferentes.
¿Lo tienes guardado?
¡Claro! En una burraca guardo todo.
¿Las enfermedades mentales siguen siendo un tabú o crees que ha habido cierta apertura en este tema?
En según qué áreas y en según qué sectores, por ejemplo, en sectores de alimentación, que es algo en lo que trabajé muchos años, en divulgación, en conocimiento y en desmitificación, se ha hecho bastante. No lo suficiente. Continúa habiendo mitos.
Pero por lo menos ahora los adolescentes contemporáneos -chicos y chicas- saben qué es la anorexia y qué es la bulimia, cuando yo lo padecí no lo sabíamos.
En otras enfermedades más asociadas a adultos y de una gravedad supuesta mayor, como esquizofrenias, depresiones, neurosis, obsesivas y demás, continúa habiendo un enorme hueco. Incluso en las más frecuentes.
Fíjate en los procesos de ansiedad o los depresivos que afectan a un porcentaje tan alto de una generación, continúa pensándose que es un periodo, no una enfermedad. Las adicciones y las dependencias, que son otras enfermedades extendidísimas, se continúan enmascarando -y ahí sí que lo entiendo porque el estigma es enorme- como un hábito social, o algo con lo que con fuerza de voluntad puedes salir de ahí.
Falta un enorme trabajo de divulgación, de normalización, de falta de estigmatización del enfermo, de esperanza…
¿Por eso escribes sobre el tema?
Escribo sobre todo aquello que querría entender mejor y además creo que en mi caso, existe un cierto deber ético de tratar temas que otra gente no puede abordar de la misma manera. No es que yo me crea mejor, ni más lista, sino porque lo he vivido y tengo las herramientas y la capacidad de hablar de ello. Sería un desperdicio no aprovecharlo.
¿Consideras la escritura como terapéutica?
No. La escritura puede ser terapéutica, pero la literatura va por otro lado. La literatura es una construcción. La literatura es algo en lo que no vale la buena voluntad ni vale el haber sufrido. La escritura sí que tiene una cierta capacidad de aliviar o de volcar los pensamientos y ordenarlos.
Ahora, el efecto espejo que se produce con una novela o con un ensayo en el cual te cuentan algo similar a lo que tú has vivido, eso sí tiene una capacidad sanadora.
De la melancolía, el libro
¿Cómo nació esta historia?, ¿Cuál fue tu motivación, tu inspiración?
A través de dos vías distintas. Yo quería hablar de Lázaro, de alguien real, hubo personas que pasaron por esa experiencia, que sobreviven no solamente a la guerra civil sino a la guerra mundial y a los campos de concentración.
Ese era el origen, hablar de un superviviente extremo. Empecé a darle vueltas a ese personaje, y luego, a raíz de hablar con muchas mujeres anónimas de qué significaba la depresión, y de que no podían expresar muchas veces con propiedad qué sentían, surgió Elena y poco a poco, a lo largo de los 4 años de trabajo, los dos personajes se unieron, con la intención precisamente de completarse y de ayudarse. Así nace.
¿Cuánto tiempo estuviste escribiéndola?
Para mí el trabajo de la novela consiste, por un lado, en elaboración e investigación y después en la redacción. La redacción siempre es más corto, pero he estado 4 o 5 años.
Un montón…
No, no, el record fue con Llamadme Alejandra (Planeta, 2018), que fueron 14 años.
¡14 años! ¡Wow!
Pero bueno, eso no significa nada. Hay estudios que se hilvanan más pronto, otros menos; en medio me meten en varios proyectos; yo trabajo siempre en varias cosas, entonces el tiempo que lleve, el tiempo que vaya durando.
Los personajes de tus libros son muy complejos, llenos de matices , ¿Te asesoras con psicólogos o terapeutas?
En algún momento, con los ensayos, que es una información más literal, sí consulto con expertos. Principalmente con los psiquiatras juveniles que son mi referencia. Pero en ficción… nada.
¿Con cuál de los personajes del libro te identificas más?
De estos con aspectos sueltos. Elena tiene mi experiencia en la depresión pero un poco más de mi origen y mi personalidad. Lázaro tiene ese arrebato a veces de humor tonto que tengo yo, ¿no?. Vanesa, las dudas; Sergio, el primer marido de Elena, quiero creer que no tiene nada mío…
¡Es que Sergio se las trae!
Sí, es desagradable, es un ser humano de bofetón… Pero bueno, también entiendes que Elena se enamora de él. ¿Quién no ha tenido un Sergio en su vida? Entonces, cada uno va teniendo aspectos diferentes, pero en general construyo los personajes para que la historia sea lo más cerrada posible. No tienen por qué parecerse a mí. Tienen elementos inventados, elementos necesarios, formas de hablar diferentes…
Entiendo que no tienen que parecerse, pero también al escribirlos tú, se va dejando como un pequeño rastro, ¿no?
Con los primeros, luego aprendes a hacerlo de otra forma más efectiva. Ya no soy tan intensa.
El libro tiene una gran crítica social, ¿no?, no solo la crisis, sino también toda la parte de maternidad, la presión de ser madre…
Es que la realidad es compleja. Los libros muchas veces tienen que dividirse en capítulos, en partes y en procesos, pero la realidad no es eso, la realidad es caótica, es compleja y tiene capas.
Tú ahora saldrás de aquí y tendrás que pasar por el súper o a recoger unos zapatos o hacer una llamada o hablar con el seguro porque tienes una gotera en casa. Un libro también es eso, y en una novela que aspire a reemplazar una realidad como es esta, las históricas funcionan de otra manera, las negras funcionan de otra manera, tiene que compartir esos planos; si no, será un relato, será otra cosa.
Una novela tiene que hablar de eso. Y lo que yo intento es buscar los temas más coherentes para que tanto el personaje como la propia historia, fluyan. En el caso de Elena, la maternidad es esencial, porque es lo que le falta para una vida perfecta y ella está muy obsesionada con esa idea de perfección concebida por su entorno y su familia. ¿Y qué pasa? Que no llega. Como le pasa a muchas mujeres de 30 y tantos o de 40, no llega.
Escritura y feminismo
Después de tanto tiempo y tantas cosas escritas, ¿Cómo es tu proceso creativo?
Mucha gente cree que al tener tanta producción, el proceso debe ser algo muy caótico, muy inspiracional, que de pronto llega una idea ya, y quizás sorprenda cuando les digo que mi trabajo es mucho más metódico. Es decir, yo parto de la necesidad o el deseo de contar algo, y escribir la historia es una excusa para transmitir esa emoción, o ese vacío, o ese instinto.
Entonces comienzo a pensar, por ejemplo en este caso, la idea de hablar de todas las heridas emocionales que nos deja la crisis; lo tenía más o menos claro. Luego me hago preguntas: ¿Quién puede representar eso? Una mujer; ¿Y qué mujer pudo haber sido más herida? Una que no lo vio venir, vale; entonces va a pertenecer a una clase determinada. ¿Qué le ha pasado?, sigo haciéndome preguntas, hasta que encaja otro personaje.
Entonces todo eso se va perfilando con notas, con apuntes… Si en un momento determinado veo que me faltan piezas, ya llegarán. Todo se va construyendo como un puzzle, y es un puzzle que sé que tendrá un dibujo y que tendrá un sentido. Hasta que no tenga un sentido completo, la novela no acaba. Y luego es cuando la comienzo a redactar, es todo muy ordenadito.
En una entrevista dijiste una vez que para la sociedad, la mujer vale más o menos dependiendo de si es considerada bella, o no, ¿Sigue siendo así?
Sí, de hecho en un momento en el que ya no hay ninguna opción de que continúes siendo bella porque envejeces, llega la invisibilidad. Y hay otro tipo de valores que tiene la mujer pero está más allá de su productividad, es decir, se le considera exactamente igual que una máquina, un robot o un animal de trabajo. Que sea mujer es circunstancial.
La diferencia principal, continúa siendo la atracción física dirigida hacia el varón, o experimentada por el varón. No, no ha cambiado. Es más, las propias mujeres tenemos una visión muy compleja con ese hecho y una relación muchas veces individual, yo creo que de una manera colectiva eso no puede solventarse, es profundamente íntimo y la mayor parte de las veces no juega a nuestro favor.
Desde hace muchos años eres feminista confesa y activa, ¿En qué momento crees que está el feminismo ahora mismo en el mundo?
En un momento muy interesante. Continúa existiendo una enorme diferencia entre los logros que deben conseguir las mujeres por países, e incluso por regiones. Incluso la mujer urbana y la rural, continúan enfrentándose a dilemas distintos.
El gran problema es que abordar la situación de la mujer es una tarea agotadora, que requiere varias generaciones, y que requiere una conciencia mucho mayor por parte de mujeres y por parte de hombres. Hay algunas alas del feminismo que han podido prescindir de la vida de los hombres, y yo continúo pensando en que hace falta una colaboración conjunta, más que por pacto puro y duro.
¿Y la relación entre las mujeres?
Los intereses que compartimos tienen que estar por encima de las pequeñas separaciones. Es que las separaciones también son esenciales, porque nos definen, entonces es una manera más íntima, o más cercana que aquello que consideramos general.
Hay veces en que eso se estudia también mucho, en que una mujer perteneciente a un oficio o a un entorno determinado, se siente más cercana a un hombre en las mismas circunstancias, que a una mujer de una clase social inferior o superior.
Entonces, el momento que vivimos es interesante, porque creo que queda mucho por hablar y porque ya se ha obtenido al menos visibilidad y reconocimiento, muchas veces crítico y muchas veces cuestionado, pero estamos ahí y no tengo la impresión de que nos vayamos a ir.
Un reconocido escritor dijo que la novela histórica y de la guerra civil, está perdiendo terreno frente a las novelas de orientación feminista, ¿Cómo valoras esto?
Es absolutamente cíclico, no creo que tenga un gran valor a medio plazo. Las mujeres contaremos historias que nos interesen y en ellas muchas veces aparecerán mujeres, en temas de mujeres, los hombres en general, no. Y luego está el género.
En el género literario está histórica, negra, etc, continuarán teniendo sus propios cánones. Yo no le daría una gran importancia a esas palabras .
Echando la vista atrás, al haber ganado el Premio Planeta tan joven, después de haber superado la depresión, estando tan vulnerable -porque a esa solemos ser muy vulnerables-, ¿Sientes que estabas preparada para recibir ese premio?
A los 25 me comía al mundo, la vulnerabilidad ya había pasado. Es verdad que nunca he sido una persona insegura, pero a esa edad me comía el mundo, estaba más que preparada.
Para cerrar, ¿Qué consejos les das a los chicos que quieren escribir novelas, que quieren ser escritores?
Que se formen. Publicar no es tan importante como mantenerse. Tener una voz es más importante que publicar, y esa voz no siempre va a venir por publicar un libro. Entonces, calma. No se dejen engañar. No es tan glamuroso como parece, no les va a dar dinero la mayoría de las veces, vayan por otro lado. Decidan si realmente quieren escribir, o lo que quieren es destacar la ‘figura ideal’ del escritor.