(O de cómo aplicar las normas mínimas de seguridad cuando se usan apps para conseguir pareja)…
El episodio de hoy he decidido llamarlo ‘Los cuentos de la cripta de Tinder’, porque lo que aquí leerán son historias absolutamente aterradoras de experiencias tinderianas, y no me refiero a un encuentro cercano del tercer tipo con un chico que haya omitido que está casado, o algún otro que huela mal, no, no, no; me refiero a historias donde ha existido peligro real, de esas que involucran policías… ¡Y mucho miedo!
Aquí vamos…
Cristina y Pedro
Cristina es una chica de Barcelona (España), tiene 41 años, es muy guapa, con un trabajo envidiable y soltera. Desde hace años usa Tinder para conocer chicos y, por qué no, tener sexo casual.
Hace un par de semanas, Cristina hizo ‘match’ con un chico de 46 años, con unas fotos nada despreciables y una descripción bastante decente. A este chico lo llamaremos ‘Pedro’.
Quedaron una noche para cenar y tomar algo. La velada transcurrió con normalidad, la conversación fue fluida e interesante, y tenía buena pinta, por lo que quedaron para verse en una segunda cita. A la semana siguiente, Cristina lo invita a casa, y luego de cenar, tienen sexo, un sexo bastante regular, pero supongo que las primeras veces pueden ser complicadas.
Hasta aquí todo muy adulto, muy normal.
Llega la tercera semana y Cristina invita a Pedro a comer a casa, lo que no sabía era que el susodicho se plantaría en su casa con una MALETA llena de sus cosas.
No, no hablo de una de esas piezas pequeñas que llevas contigo en la cabina del avión, hablo de una maleta de facturar, de esas en la que podrían caber dos niños pequeños.
El shock inicial fue superado por el hecho de ver que Pedro no sólo había llevado ropa y hasta libros para dejar en la biblioteca, sino que había comprado un cepillo de dientes para dejarlo junto al de ella en el vasito del baño. Era la tercera vez que lo veía en su vida.
Luego de esto, Cristina se agobió mucho, decidió no volver a verlo y empezó a comportarse distante con él, realmente quería evitar el mal rato de ‘romper’ con alguien a quien sólo había visto 3 veces, y tal vez él entendería la seña de la distancia forzosa.
Nada más lejos de la realidad. Pedro no se rindió y diariamente le envió mensajes, con los contenidos más variados que se puedan imaginar, muchos de ellos de motivación y autoestima escritos por él, a los que ella no contestaba, o lo hacía con un simple ‘Gracias’. (Nota: en este punto ya Cristina estaba agobiadísima y yo, tratando de quitarle hierro al asunto, me burlaba de ella diciéndole que se había follado a un libro de autoestima (Je) porque, ¿Qué tan malo podía ser?)
Llegó el día de la verdad, ese día en que amaneces con la paciencia justa y después de otro mensaje digno de Paulo Coelho, Cristina estalló en ira y lo mandó a la porra.
Pedro no se lo podía creer (¿De verdad?), y empezó a mandarle mensajes compulsivamente durante horas y horas. Incluso, como una petición final, le pidió que escuchara un mensaje de más de 5 minutos, donde le explicaba una y otra vez que ellos tenían mucho futuro juntos y que le diera otra oportunidad porque, cómo no, tenían todo lo necesario para tener una relación estable y feliz (¿Ya les conté que sólo se habían visto 3 veces?).
Después de la agotadora conversación, Cristina dio por cerrado el caso y bloqueó a Pedro de su WhatsApp y de su Instagram (sí, él ya la seguía en IG). Lo que no se imaginó nunca, es que a la mañana siguiente, Pedro se presentaría en su casa sin avisar, y por un error de seguridad del edificio, pudo entrar y subir en el ascensor hasta tocar la puerta de su apartamento (les juro que de sólo escribirlo se me pone la piel de gallina).
Asustada (ísima) y con el número de la policía listo para ser marcado, Cristina accede a hablar con Pedro, quien le explicó que su intención al estar ahí era que ella no se llevara una impresión equivocada de él, porque no estaba loco (JA).
Obviamente Cristina le siguió la corriente, así que le dijo que no pensaba que estuviese loco, aplicó el ‘no eres tú, soy yo’, y cuando Pedro accedió a salir de su casa, ella le dijo que no se le ocurriera volver, porque la próxima vez llamaría a la policía.
Desde entonces vive con temor de que él la siga o se aparezca nuevamente en su casa o en su trabajo.
Andrés y Shana
(Esta historia la conozco porque yo tuve una tinder-cita con Andrés y al preguntarle por su peor experiencia en la app, me contó la joya que les cuento a continuación)…
Andrés y Shana se conocieron en Londres, él estaba de vacaciones en la ciudad, y activó su Tinder a ver si salía algo. Ahí estaba ella, siria de nacimiento, viviendo entre el país árabe y el inglés, a donde viaja continuamente por trabajo.
Después de una buena cena y muchas risas, se separan con la intención de seguir hablando, incluso si estaban en países distintos. Y así fue.
Luego de conversaciones enteras, videollamadas y hasta alguna postal, Andrés y Shana deciden reencontrarse, por lo que él pide un par de días libres en su trabajo y se embarca rumbo a Londres. Hasta ahí, todo muy romántico.
Después de una tarde de película de Disney, pasan la noche juntos y en algún punto, ella le pide matrimonio. (Mi reacción: ¿Perdona?) Sí, ella le pidió matrimonio, lo cual, por supuesto, él se tomó como una broma. Pero ella no estaba bromeando del todo.
Luego de los días juntos y considerando que viven a miles de kilómetros de distancia, él decide acabar con la relación, pero ella no se lo tomó nada bien, y empieza una persecución de niveles épicos.
Cientos y cientos de mensajes durante el día, la noche y la madrugada que, en algún punto, él dejó de contestar. Eran conversaciones completas donde ella preguntaba y se respondía, donde le imploraba que le diese una oportunidad (¡Los vi con mis propios ojos!).
Cientos de llamadas desde su número y desde otros que el móvil de Andrés no reconocía.
Un día, Shana decidió llamar a la empresa donde trabajaba Andrés para preguntar por él, como no consiguió el número de la sede en Madrid (porque la compañía era nueva en la ciudad), decidió llamar a ISLANDIA para hablar con la jefa del chico y pedirle que por favor le atendiera el teléfono (espero que estén alucinando como yo).
Pregunta obligatoria: ¿Por qué no la bloqueaste de tu WhatsApp?
Resulta que sí lo había hecho, pero un día 3 amigos de Andrés a los que no veía desde hacía mucho tiempo, intentan contactarlo. Extrañado, los llama de vuelta para enterarse de que Shana se había metido en su Facebook y había estado contactando a los amigos de Andrés, pidiéndoles que la ayudaran a comunicarse con él.
En ese momento él actuó, la desbloqueó para decirle que tenía que dejar de hacer eso, a lo que ella le contestó que era una medida desesperada porque él la tenía bloqueada. A todas estas, ya habían pasado MESES desde que se vieron, pero Shana seguía ahí, sin ceder ni un milímetro.
No sé cuál es el final de la historia, pero sí sé que, el día que nos vimos, Shana estaba buscando un apartamento para mudarse a Madrid, y él se temía que iría a plantarse en su casa hasta verlo.
Otra pregunta: ¿Pero cómo sabe dónde es su casa? ¿Recuerdan que les conté más arriba que se habían intercambiado postales? Pues, eso.
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Todo esto me ha hecho pensar mucho, tenemos que aceptar que las apps para buscar pareja han cambiado las reglas del juego, por lo que, como en la vida fuera de ellas, hay que tomar medidas para SIEMPRE preservar nuestra seguridad.
YO LES VOY A DEJAR ALGUNAS REGLAS DE ORO QUE INTENTO SEGUIR SIEMPRE:
- Usar el sentido común: Intenten no quedar con chicos que parece que han salido de un correccional la noche anterior. Suena básico pero, créanme, no lo es. Las mujeres llegamos a desarrollar un ojo clínico para conseguirnos el ‘chico malo’ por encima del que es bueno, que es digno de estudio.
- La importancia de hablar: Vale, supongamos que nos morimos de amor por el chico con pinta de expresidiario y queremos darle una oportunidad, lo propio es hablar mucho con él para que nos podamos formar una idea de quién es y determinar si queremos o no tener una cita con este personaje.
- Siempre en lugares públicos: Bueno, a ver, esto no es tan complicado; no podemos quedar a solas con un chico que no conocemos de nada y que, básicamente, no sabemos si puede resultar ser un asesino en serie. Pero además, debemos procurar darle la información del nombre del chico, del lugar y la hora a alguna amiga cercana, de manera que podamos estar localizables (en WhatsApp tienen la opción de “compartir mi ubicación en tiempo real”). De hecho, yo haría lo de los lugares públicos las primeras 3 o 4 veces.
- Dinero y Uber: Debemos estar preparadas para irnos en cualquier momento si nos sentimos incómodas, por lo que te recomiendo que guardes dinero por si quieres coger un taxi, o tener el celular cargado, por si quieres llamar a un Uber (o a un amigo que pueda ir al rescate).
- Casa = Lugar sagrado: Mi recomendación es que hasta que no se conozcan bien, procuren no dar la dirección de su casa o trabajo, nunca sabemos lo que un psicópata (si resultara así) podría hacer con esos datos. De todas maneras, si deciden hacerlo, avisen también a su amiga.
Recuerden siempre: ¡Nuestra integridad es lo MÁS IMPORTANTE!
¿QUIERES CONTARME TU CUENTO DE LA CRIPTA EN TÍNDER? ESCRÍBEME A PATRICIA@ASUNTOSDEMUJERES.COM
Foto: Pixabay.