Ángela Becerra nació en Cali, Colombia en 1957. Es una mujer aguerrida, inteligente y muy interesante, no hace falta hablar mucho con ella para darse cuenta de ello.
Hace unos días tuve la oportunidad de conversar con ella en Madrid, a propósito del lanzamiento de su novela más reciente Algún día, hoy (Planeta, 2019), la maravillosísima historia de Betsabé Espinal, protagonista de la primera huelga feminista de América Latina, por la que ha sido galardonada recientemente con el premio Fernando Lara (España).
Colombiana de nacimiento, Ángela llegó a España en 1993 para ejercer como vicepresidencia creativa de una de las agencias más relevantes del país, pero en el año 2000 decidió dejarlo todo para dedicarse a su verdadera pasión: escribir.
Aquí les dejo lo que Ángela me contó el día que nos encontramos:
Objetivo: Perseguir los sueños
¿Cuándo y por qué decides dejar eso y dedicarte a escribir?
Bueno, yo de pequeña ya escribía, porque a mí la vida me parecía muy aburrida, la normalidad de la vida.
A mí jugar no me llamaba la atención, entonces como lo primero que aprendí fue a leer, el primer libro que leí fue Peter y Wendy de Barrie, y a partir de allí me creé un personaje que era con el que escapaba, que era una niña a la que le pasaba todo lo que a mí no me podía pasar: si yo no podía tener patines, la niña tenía patines; si yo no podía ir a una fiesta, a ella le hacían unas fiestas increíbles; y era como una ventana para escaparme de la cotidianidad.
Esa cosa se fue volviendo recurrente a medida que yo crecía, porque tuve un padre que era amoroso, lo adoraba a morir, pero era machista total. Creó una educación para las mujeres de una manera y para nuestros hermanos de otra.
Ya allí había este problema…
¿Y eras consciente de eso estando tan pequeña?
Sí, totalmente.
Me quería rebelar, pero a mí no se me permitía rebelarme porque una a su padre lo tiene que respetar.
Mi misma madre tenía ese problema, había sido una niña aconductada y pedía el respeto y un poco la reverencia a mi padre.
Y luego, a mis hermanos no les tocaba meterse en la cocina, no tenían que trapear ni barrer, pero a nosotras sí; ellos estaban sentados para que se les sirviera.
Entonces yo empecé con una rebeldía tremenda en la época de mi adolescencia y empiezo a escribir poemas como loca; luego termino estudiando comunicación y al final acabo en una agencia de publicidad haciendo como redactora.
O sea, que la palabra yo la tenía siempre. Y después esto que te exige y que te exiges tú misma de “voy a demostrar como mujer que soy, más inteligente que todos los hombres y tal” y llegué a ser vicepresidenta creativa y lo tenía todo: un sueldo buenísimo, todo maravilloso, pero, cada vez había ido renunciando más a lo que me hacía feliz.
Yo empecé por las noches a escribir de nuevo, escribía en un diario y no paraba de escribir y escribir, y cada vez se me fue volviendo más recurrente la escritura, hasta que dije: “Todo el día estás pensando en cuando llegas a casa a escribir”; y tenía en ese momento 40 años y dije: se acabó.
Entonces tiré por la borda toda mi carrera, y todo el mundo dijo: ¡Está loca!, porque además, lo que quería era publicar un poemario…
¿Pero qué estaba haciendo?
Recuperar simplemente lo que había tenido cuando era niña, recuperar la capacidad de asombro, la capacidad de abrir esta ventana, este universo imaginario donde puedes crear personajes, donde te lo puedes pasar increíblemente y no me arrepiento porque volví a ser de adulta lo que más me ilusionaba de niña.
O sea, dejaste todo para perseguir tu sueño, ¿Se requiere valentía para eso?
Mucha valentía, y yo creo que la valentía siempre viene con una antesala de miedo muy bestia, pero una vez que has cruzado ese umbral, ya no vuelves para atrás. Una vez que te has dado cuenta, te vas empoderando a medida que te reafirmas en ser fiel a ti misma. Eso es lo que te hace crecer.
El libro
Cuando descubriste la existencia de Betsabé, hace 6 o 7 años, no se nos pasaba por la cabeza que existiría el #MeToo, ni que el mundo tendría esta conciencia del feminismo que tiene ahora, ¿Crees en las casualidades, en las premoniciones? ¿Cómo recibiste – considerando que ya estabas escribiendo – todo este movimiento?
Sí, yo tenía otra novela para empezar a escribir, esto fue en el año 2013, y ya iba a arrancar porque jamás he tardado tanto en escribir una novela, porque la envergadura de esta novela era tremenda, pero no creo que nada sea casual.
Yo creo mucho en el serendipia y ese es el hecho de que esa noche estuviera desvelada, que no estuviera aquí en España sino que estuviera en Colombia (porque si no, ese documental no lo habría podido ver) y que hubiera encendido la tele a las 2:00 a.m. porque no me podía dormir y hubiera captado 5 minutos de un programa de una hora, era demasiado, ¿no?
Y a partir de allí, el encontrarme con un personaje que solo me regalaba su fuerza, su valentía, sus 23 años y una foto de ese momento, lo otro lo iba a tener que crear. Eso fue maravilloso, porque a partir de allí yo empecé a envolverla a ella en una exuberancia, a darle emociones, carácter, respetando su esencia.
¿Y qué pasó luego?
Al principio yo creía que tardaría dos años en escribir esta novela, pero luego supe que me iba a requerir mucho más tiempo, porque empezó a crecer sola en la medida en que yo le fui poniendo a ese otro personaje maravilloso que es Capitolina, a Emmanuel, el unir los dos continente, la investigación de la época, el poder estar empapada de todo, tenía mucha información que hasta me daba pena no utilizar.
Pero no podía perder el sentido de la novela que era el canto épico a esa liberación de las mujeres, la fuerza de una niña que viene del barro, de la nada, cómo se alza y cómo, además, salva a otra niña que al final, crea ese monumento a la amistad, tan potente, tan capaz de sobrevivir a muchas cosas.
Y hacer ese monumento también a ese amor en donde un chico que ya en esa época entiende y respeta la feminidad, y además entiende de injusticias y además le abre otro universo a través de las narraciones que le va haciendo de aquel París maravilloso… No te voy a contar el final para no hacer spoiler.
Hay muchísimas cosas en la novela, hay amor en todas sus aristas, hay amistad, el amor que hay entre ellos dos, hay una crítica social muy importante desde la primera página, feminismo por supuesto, lucha… Cuando tú empezaste a escribir, ¿Cuál era tu intención con esta novela?
Es que es muy mágico, la escritura de una novela, tú no sabes cómo va a terminar.
Digamos que el boceto de la historia, lo tengo; pero en la medida en que tú le das vida a un personaje, ese personaje también te empieza a regalar cosas.
Parece mentira, pero es así, es como si te poseyera un ser que no sabes qué es y empiezas a escribir… Y yo, lo que son las dos primeras páginas, las escribo sin parar “ta-ta-ta-ta-ta” y “pum” ahí se acabó el capítulo, no porque yo quisiera que se acabara el capítulo, sino porque allí se acababa.
Y cómo esta mujer termina en esa soledad mordiendo el cordón umbilical, esa bestialidad viene de algo que es inexplicable. Es inexplicable.
O sea, una vez que aparece la primera frase, “el cielo había decidido vengarse del silencio”, ya allí está “buah”, ya entró la naturaleza. Es inexplicable.
Además es muy importante la presencia de la naturaleza en el libro, es casi un personaje más, ¿No?
Sí, sí. Es la que va acompañando las emociones de Betsabé.
La tempestad, más adelante ocurre un terremoto, de repente se abre una calle en dos; o sea, está muy ligado a las emociones de ella y también hay otros elementos mágicos que están relacionados con las emociones de Capitolina…
Por ejemplo, hay un momento en que una lámpara de lágrimas de cristal, ella está estirada en la cama, el padre está amonestándola porque no ha sabido, pensando que la niña está dormida, recriminándole el que ella no haya salido hombre, ¡imagínate!
Ahora que hablamos de magia, nosotros los latinoamericanos, bueno, el mundo entero, pero sobre todo nosotros que estamos como muy familiarizados con el realismo mágico, es parte de lo nuestro…
Sí, yo nací con eso. Yo de pequeña era muy fantasiosa, muy silenciosa y muy imaginativa; y yo prefería en lugar de jugar, observar, observar, observar.
Y me acuerdo que cuando empecé a ir al colegio, le hacía mensajes a los pájaros y los metía en un muro que tenía unos agujeritos, pensando que los pájaros podían sacar el mensaje, y siempre creía que esa magia exixtía.
Cuando jugaba, metía debajo de la cama los muñecos y me quedaba quieta y me asomaba a ver si se movían.
Cuando yo escribí mi primera novela, y lo hice inconscientemente, te lo juro, fue una cosa increíble.
Empecé a hacer una novela que pasaba en Cartagena de Indias pero que el tiempo empieza a cambiar, porque es una relación de pareja y cuando están a punto de separarse en una pelea tremenda, empiezan a llover sapos y cuando se rompe empieza a caer nieve negra y se hiela todo. Bueno, entonces se habló de idealismo mágico.
¿Crees que el Idealismo mágico es una especie de evolución del Realismo mágico?
Yo creo que el realismo mágico es lo real, mágico.
Y el idealismo, para mí es la magia al servicio de las emociones, siempre sirviendo para el personaje, para que las emociones del personaje se agranden, para que cojan más fuerza.
Yo cuando empecé con la que te cuento, “De los amores negados”, yo no pensaba en ninguna cosa, ni de magia de nada, me salía así; después empecé a investigar y me metí en Novalis y en los románticos alemanes y ya se hablaba de una cosa que se llamaba Idealismo mágico.
Me dijiste hace un rato que venías de una familia muy pobre, el tema de la pobreza está como muy arraigado en la novela, ¿Cuál de los personajes tiene más de ti?
Bueno, indudablemente Betsabé.
Yo fui descalza de pequeña siempre, me encantaba meterme en el barro, recoger sapos, subirme a los palos de mango, me encantaba ir un poco de salvaje, ¿Sabes?, y siempre fui una chica muy rebelde, entonces hubo un momento en la novela en que yo me uní tanto a Betsabé, que era yo la que estaba hablando.
Y creo que era como una asignatura pendiente que tenía con ese grito de libertad y de luchar por los derechos, porque, además, se me negó la adolescencia por mujer, se me encerró, al final me terminé casando para poder salir de la casa.
Me casé a los 16 años, entonces me uní a ella sin darme cuenta.
Después de 6 años, 800 páginas, ¿Cuándo crees que está lista la obra?, dijiste “Aquí la termino, se acabó” y luego cómo es tu proceso de dejar ir a los personajes y dejar ir a Betsabé, que es parte de ti.
Pues mira, esta novela podría haber tenido muchas más páginas, porque los personajes eran tan ricos y me daban tanto de sí, que me costó muchísimo acotarlos, o sea, decirles “bueno ya, lo siento, pero ya no puedes seguir hablando”.
Fue una novela que se fue acabando de una manera muy delicada, digamos que fue como un parto sin forceps, sin nada, salió la criatura casi nadando por ese canal; y el vacío para las que hemos sido madres, ese vacío de “la criatura ya está fuera, ya no siento las pataditas dentro”.
Sí, ha sido duro, ha sido duro porque han sido 6 años en donde he estado muy enamorada tanto de Betsabé como de Capitolina y Emmanuel.
¿Cómo recibiste la noticia del premio?
Pues con una alegría inmensa porque es un premio para las mujeres, ¿Sabes?, pienso que ese premio se lo merecía Betsabé, se lo merecía esta lucha por las mujeres, por la equidad.
El Feminismo
Ahora mismo hay una tendencia de separar la literatura en femenina y masculina, ¿Cómo valoras esto?
¡Ay no, eso lo odio! O sea, yo creo que la palabra es universal, la palabra no tiene sexo.
Y el clasificar la literatura creo que está más que pasado de moda, porque muchas veces la literatura cuando se etiqueta como “literatura femenina” a un libro, se etiqueta de forma despectiva. Es como si fuera una literatura menor y ya está bien de eso… “Que las mujeres escriben para las mujeres” ¡No! yo creo que la buena literatura, no tiene sexo.
¿Cómo concibes el feminismo ahora mismo? ¿Para ti qué es el feminismo?
Pues yo creo que en este momento lo que se está es luchando por un feminismo que sea femenino, porque ya hubo un feminismo rancio que lo que hizo fue emular la fuerza del macho, para que, de esa manera, con comportamientos masculinos, lograr un respeto.
En este momento, para mí el feminismo es darle el valor real a la mujer manteniendo esa feminidad, esa capacidad de emocionarse, su instinto, esa fuerza suave que la puede llevar a aportar a la mitad del mundo – porque somos más de la mitad del mundo-.
Y con ese feminismo nuevo, el hombre también saldrá ganando, porque se quitará de encima una losa que le está pesando mucho, que él tiene que ser fuerte, que no debe sentir, que tiene que medir sus emociones y eso tampoco es justo.
Ha habido una mala educación que se ha ido perpetuando de generación en generación y que tiene que empezar a cambiar desde la casa, desde la misma mujer, desde el colegio, desde la universidad.
¿Y en qué punto crees que está el feminismo ahora mismo?
Creo que está en pañales, esto apenas comienza. Pero ya es imparable.
Para mí se va a crear una revolución, pero una revolución mundial. Está empezando y cada vez hay más granos de arena que están convirtiendo esto en una tempestad de arena que es adonde tiene que llegar.
Por último, Ángela, ¿Qué quisiste decir con el título de la novela?
Pues, que ya está bien de esperar que alguien haga algo, siempre dices “algún día haré esto”, “algún día va a pasar aquello”, “sí, algún día alguien va a tal…”.
No, hay que coger el toro por los cuernos y decir “algún día, ¡HOY!” y ese día es el que ella dice: “me planto, me subo en este taburete y grito y digo ¡No más! Y se cierra la fábrica porque no vamos a trabajar.”