CAPÍTULO VII: VOY A MATAR A FEDE

Resumen del capítulo anterior: Mariángeles decide aceptar la invitación de Rodrigo para tomar un helado y pasan un rato agradable de conversación. Sin embargo, cuando se da cuenta de lo maravilloso que parece, a ella le entra el pánico y se marcha a casa, bruscamente y casi sin despedirse.

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Durante la media hora que duró el trayecto en tren hasta casa, mientras me avergonzaba de mi reacción adolescente e impropia de la mujer sofisticada que era yo, sólo se me ocurría una forma de liberarme de mi angustia: matar a Fede.

Si él no le hubiera dicho donde trabajaba, esto no habría sucedido: Rodrigo sólo habría sido una cara bonita en una fiesta, en vez del Príncipe Encantador con la boca de Bon Jovi en el que no podía dejar de pensar. Me bajé del metro y en cuanto salí a la superficie y recuperé la cobertura, llamé a Fede. En cuanto descolgó, empecé a disparar como una ametralladora mi rapapolvo:

–…Pero, ¿tú qué te has creído, niño? A ver, ¿con qué autoridad le dices a ese amigo tuyo donde trabajo? ¿Sabes que se ha presentado hoy allí? ¿Y si hubiera estado mi jefa? ¿Eh? ¿Y si yo no hubiera querido volver a verlo? ¿Qué hubiera pasado? ¿Eh? Venga, no te quedes callado, guapito. Ahora que ésta me la apunto, eso te lo juro yo, por lo más sagrado que me la apunto. Ándate con ojo que al próximo pesado que se acerque le voy a dar hasta tu carné de identidad. ¿Te has enterado?…

Seguí así durante algunos minutos más, hilando mis reproches y mis amenazas mientras la gente con la que me cruzaba por la calle se apartaba, cediéndome espacio en la acera. Supongo que vista desde fuera, debía de dar un poco de miedo y todo. Al otro lado de la línea, oía a Fede respirar pero no decía ni “mu”.

–…Sí, eso, calladito estás más guapo, corazón. Quédate callado porque desde luego, ¿para qué vas a hablar, si es que nada de lo que puedas decir va a mejorar la historia?…

Entonces Fede me interrumpió diciendo:

–Mari, ya que estás hecha un ogro, prefiero que me regañes de una vez. Acaba de llamarme para pedirme tu número de teléfono y se lo he dado.

–¿Que has hecho qué? –me aparté el móvil de la oreja y lo situé delante de mi boca para gritarle bien fuerte antes de colgarle–: ¡La madre que te parió!

Subí al piso y nada más cerrar la puerta, mi amiga de alma, que andaba entretenida cosiendo un botón a una de sus camisas, me preguntó:

–¿Qué te pasa, loca?

–¡No me pasa nada! –le respondí, dirigiéndome a mi cuarto.

A ella no la podía engañar, me conocía mejor que mi propia madre. La escuché con mucha tranquilidad, sin apenas inmutarse, responderme:

–Mariángeles, se te escuchaba dar voces desde la calle, has subido las escaleras como una apisonadora. Algo te pasa, cariño.

Volví sobre mis pasos para explicarle:

–Pues pasa que Príncipe Encantador ha venido hoy a recogerme al trabajo. Oh, sí, qué ilusión –me burlé al ver la cara de emoción que ponía Vero–, todo cortesía de tu amigo Fede, que además, por el mismo precio, ¿sabes qué le ha dado? ¡Cha ta ta chán! ¡Mi número de móvil! Aplausos, aplausos, por favor.

En el fondo me encantaba dejarme llevar por la histeria. Me relajaba dejar salir los nervios en forma de discurso compulsivo. Pero mis amigos me conocían bien. Sólo tenían que dejar pasar los primeros minutos y luego me desinflaría como un globo. Me dejé caer en el sofá, exhausta, y entonces Vero intentó razonar:

–Mira que eres exagerada. ¿Qué va a pasar porque lo conozcas un poco más?

La miré sin dar crédito a lo que oía.

–Vero, hija, ¿tú has visto a ese hombre? Por favor, que es un Adonis hecho carne, el mismísimo dios Apolo que ha bajado del Olimpo. ¿Qué va a pasar? Que me voy a volver loca por él y me van a volver a partir el corazón.

Me llevé a la cara el cojín del asiento de al lado, apretándolo fuerte contra mi boca, y grité lo más alto que pude, ahogando el sonido entre las plumas. Cuando lo puse en mi regazo y miré a Verónica, nos echamos a reír. Estaba claro para ambas que si Rodrigo continuaba con su asalto, yo iba a entregar las llaves de la ciudad bien pronto. Había claudicado antes de entrar en batalla.

¿Cuál será el siguiente movimiento de Rodrigo? ¿Cómo llevará Mariángeles la espera hasta que él se ponga en contacto con ella? No dejes de leer el siguiente capítulo.

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