Cómo vivir tu vida con un “TAG” y no morir en el intento

Hola chicas, les quiero contar cómo aprendí a vivir con un “TAG”. No estoy hablando del famoso reloj suizo de lujo, ¡no! me refiero al “TAG”, más conocido en el lenguaje médico, como Trastorno de Ansiedad Generalizadauna enfermedad psiquiátrica con mucha tela para cortar y un montón de información confusa en Internet y medios.

¿Cómo vivir tu vida en pleno siglo XXI, después de ser cruelmente marcada y estigmatizada con la “L” de Loca en tu frente? Porque a mí me pasó tal cual como en la película “La letra escarlata”, en la cual una mujer acusada de adulterio y condenada a llevar en su pecho una letra “A” de adúltera, debe enfrentar a la sociedad y su hipócrita comportamiento de doble moral.

Qué cosa más absurda ver como la sociedad, tus padres, amigos y familiares, juzgan tu comportamiento de una manera brutal y sin conocer lo que sientes en el fondo, por allá, en ese lugar que no es alma, que no es físico y que tú no puedes ni logras describir…

Podríamos definir la ansiedad de forma clínica, y por ende el Trastorno de ansiedad generalizada (TAG) de muchas maneras y con miles de palabras médicas y técnicas, con la cuales quedaríamos más enredadas que mi gato jugando con una bola de lana de mi abuelita.

Pero la verdad, esa vaina me importa un carajo, yo solo sé que hay un montón de situaciones a las cuales nos enfrentamos a diario en nuestra vida, que son una soberana pendejada para muchos, pero para mí son un mundo y una tormenta, mezclada con tsunami y la batalla de Troya; situaciones por la cuales, nuestra pareja, padres, amigos, compañeros de trabajo, jefes, etc, nos tildan de locas, histéricas, hipocondríacas, neuróticas, pendejas, enregladas y enchuquizadas.

CUANDO TODO COMENZÓ

Esta historia comienza en el año 2003, cuando a mis 25 años, luego de ser el ejemplo a seguir, el estándar comparativo de la “mujer 10”, becada en el cole, graduada con honores como la mejor estudiante, becada toda la universidad, participante activa de bazares, eventos y cuanto cosa se imaginen, pasé a ser la mujer con una enfermedad psiquiátrica sin diagnosticar, ¿quéeeee?… ¿Y esa cosa cómo se digiere?… Pues mis queridas, no se digiere, se traga entero y da una indigestión perversa… Y además, es más difícil de entender, afrontar y superar que un diagnóstico físico, como obesidad, un soplo en el corazón, una apendicitis o hasta una diarrea crónica…

Pues sí, una mujer normal de carne y hueso, una mujer 10 en todo, según el estándar de la sociedad, una profesional íntegra, trabajadora y totalmente workaholic (trabajólica), administradora de negocios, recién graduada de una de las mejores universidades de mi país y con un empleo súper bien pagado para la época. Esa era yo.

En ese entonces, empecé a sentir un sinsabor y una sensación de no pertenecer a ninguna parte, hasta llegué a pensar que era un bicho raro… Me convertí en mi peor enemiga, mi crítica más fuerte y la que nunca se perdonaba al equivocarse…

Con una madre sencillamente espectacular, apoyando todas mis locuras y aventuras; con un padre súper receptivo en todo, comprensivo y el mejor amigo; con un hermano ejemplar, exitoso y muy preocupado por mí…

Ellos siempre me decían lo orgullosos que se sentían de mí, pero al mismo tiempo yo los hacía sentir muy confundidos, porque ellos no me entendían.

¿Cómo era posible estar triste si lo tenía todo? Pues, no encajaba en nada y no era feliz, viví un año visitando al médico, cada 15 días, con un montón de exámenes biológicos con resultados normales… Yo tenía dificultad para dormir, ansiedad, estreñimiento, ganas de llorar sin explicación y dolores musculares sin sentido

Pues chicas, la escena fue sencillamente escalofriante. Llamé a mi doctor-amigo para pedirle una cita, como ya era mi rutina, y la operadora me respondió: “…Señorita Sencillamente Desquiciada, el sistema me arroja que usted debe venir a revisión con su médico de familia, es un nuevo servicio de la EPS…” Yo pensé: ¡oh, lo máximo! sin saber que iba directo a una encerrona-intervención médica que se convirtió en la peor cita médica del mundo

Unos días después, estaba yo en un cuarto de no más de cuatro metros cuadrados y un tipo gordo, feo y prepotente, oloroso a viejo y una oscuridad de casa del terror, quien me mira y me dice: “…Señorita Sencillamente Desquiciada, mucho gusto, soy el auditor médico, y analizando su caso, usted debe ser remitida a psiquiatría porque lo suyo se sale de nuestras manos médicas”

Después de 5 psiquiatras, cada uno con un diagnóstico diferente y con el único objetivo de medicarme sin razón hasta hacerme sentir como un zombie, conocí a mi chapulín colorado, un profesional de la psiquiatría, íntegro y humano que me ayudó a comprender mi enfermedad y a vivir una vida feliz y plena…

Pero no sin antes haber tocado fondo y terminar de vacaciones una semana y media en una clínica de reposo, manicomio o loquero, como quieran llamarlo. Esta fue una etapa muy dura, porque decidí no poner mis necesidades primero y me dediqué a hacer feliz a otros, incluido al imbécil que me conseguí de novio, y que resultó una biblia del engaño, porque no solo éramos tres mujeres las que él tenía, sino que las tres nos llamábamos igual, y gracias a sus artimañas y mentiras, casi pierdo mi cordura…

MIENTRAS TANTO…

Muchas de nosotras vivimos la vida y aguantamos un sinnúmero de atropellos físicos y emocionales de los que nos rodean, solo por el simple hecho de no querer buscar ayuda y no aceptar que no somos la mujer maravilla.

ME DEMORÉ 10 AÑOS para aceptar mi realidad, ¿y saben qué? fui una completa tonta, pues es normal sentirse diferente, y más normal aún, es sentir algo que no puedes explicar. Buscar quien te ayude a entenderlo, no es ninguna debilidad o pecado…

Niñas, no está mal ser diferente, pensar diferente y obrar diferente, no está mal llorar, gritar o hacer valer tus derechos… No está mal buscar hasta encontrar lo que te hace vibrar… Y no está mal estar sencillamente desquiciada y amarte a ti misma más que a los demás… Bienvenidas al club y esperen próximas aventuras de esta mujer enamorada de la vida y con el único objetivo de ayudar a otras a salir de esa angustia que no parece tener explicación.

Foto por Oscar Keys en Unsplash

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