Cuando en el 2015, Disney y Pixar estrenaron “Intensamente”, la película dejó un mensaje claro sobre las emociones: La tristeza es tan importante como la alegría.
Una enseñanza parecida planteó diez años antes el psicólogo norteamericano Daniel Goleman, al publicar su libro “Inteligencia Emocional” donde demostraba cómo la inteligencia iba más allá del coeficiente intelectual y cómo el reconocimiento y manejo de las emociones se volvía crucial para el éxito en la vida.
Sin duda, las emociones son una parte esencial en el desarrollo de los seres humanos. Aprender a conocerlas, a sentirlas y entenderlas, se vuelve decisivo en nuestras vidas para luego poder desecharlas haciendo “pipí emocional” cada vez que lo necesitemos.
Daniel Goleman, dice que las emociones son planes para la acción y constituyen un impulso que nos moviliza a enfrentarnos a la vida.
Las emociones generan una reacción fisiológica en nuestro cuerpo y cada emoción prepara al organismo para una respuesta.
Por ejemplo: cuando sentimos ira, la sangre corre más rápido a las manos para que podamos tomar un arma y defendernos del peligro.
Cuando sentimos miedo la sangre corre más rápido a las extremidades (manos y pies) para huir y protegernos.
Cuando sentimos asco (o desagrado), la nariz se arruga y la lengua se asoma entre los labios para evitar la ingesta de alimentos dañinos para el organismo.
Si bien las emociones tienen un propósito evolutivo en nuestro cuerpo, hoy esa reacción automática que generan, no necesariamente nos ayuda a sobrevivir de la mejor manera.
La realidad en la que vivimos se aparta bastante de la de la época de las cavernas, así que estos impulsos, en vez de ayudarnos a subsistir, nos meterían en más problemas.
Sólo piensen si la próxima vez que sientan rabia, si tomar un arma y pegarle a alguien, los ayudará o perjudicará.
Goleman aclara que hay una gran diferencia entre quedar atrapado en un sentimiento y tomar consciencia de que uno es arrastrado por él; es decir, es diferente sentir “ira asesina”, a darse cuenta de que “esto que siento es ira asesina”.
Sin embargo, estamos tan desconectados de nuestras emociones, que es difícil hacer consciencia de las ellas.
Socialmente nos hemos desensibilizado de las emociones, y las clasificamos como buenas y malas. Muchos creemos que expresar las emociones “negativas” públicamente es sinónimo de debilidad. Esto ha llevado a que nos cueste identificarlas en nuestro cuerpo y diferenciarlas: no logramos distinguir si lo que sentimos es rabia, miedo o indigestión.
Marcela y Nataly Betancourt, en su libro “Colores del Alma”, aseguran que las emociones traen un mensaje.
Las emociones se generan tras una interpretación de los hechos. Esta interpretación la hacemos con base en nuestras creencias y esquema mental. Por esa razón, en vez de reprimirlas o ignorarlas, debemos sacar la emoción: al sentir la emoción y dejarla libre podemos entender a qué creencia corresponde y qué lección nos quiere enseñar. Así limpiamos nuestro cuerpo de sus efectos.
Bajo estos supuestos, es que el Dr. Alfredo Besosa, especialista en medicina de mente y cuerpo, recomienda “Hacer Pipí emocional”.
Este termino hace referencia a ese desahogo emocional, que constantemente debemos hacer, para limpiar nuestro cuerpo. Así como vamos al baño a desechar los residuos corporales, debemos desechar los residuos emocionales.
Sólo imagínese cuando usted va por ahí con la vejiga llena a punto de reventarse: tembloroso, no ve, no oye ni entiende, ¡sólo quiere llegar a un baño ya! Pues igual pasa cuando vamos cargados de emociones; no logramos ver con claridad el panorama a nuestro alrededor, no comprendemos nada, sólo vamos caminando con una sensación de urgencia pero sin saber de qué o por qué.
Y… ¡ay donde nos choquemos con alguien en nuestro camino! pues si el choque es muy fuerte, sin querer, ¡terminamos orinándonos emocionalmente encima de ellos!
Sacar las emociones es hacer consciencia de ellas, sentirlas, honrarlas y permitirnos aprender de cada una. Ellas hacen parte de nuestra creación.
Mi consejo entonces es: Hacer pipí emocional. ¿Cada cuanto? Cada vez que el cuerpo lo necesite.
No se estén aguantando las ganas por la vida y estén sufriendo de urgencia.
Les dejo este ejercicio, basado en el libro “Colores del Alma”, para sacar una emoción
- Saca un espacio a solas.
- Toma una vela naranja en tus manos y pídele que con su fuego, te ayude a desahogar todas las emociones que tienes guardadas.
- Enciende la vela y ponla a tu lado.
- En un papel violeta, usa un lapicero blanco, y escribe la historia de un suceso que te cargó de emociones. Conéctate con lo que sentiste y escribe hasta que sientas que te vas desahogando.
- Si es necesario, acompaña este ejercicio con un desahogo físico: pégale puños a la almohada, grita o rompe papel periódico. Haz todo lo que necesites para sentirte más ligera (Con cuidado de no lastimarte a ti o alguien más).
- Una vez hayas terminado, quema el papel con el fuego de la vela naranja y siente como al consumirse, te liberas y todas esas emociones guardadas se transforman en aprendizajes. (Mucho cuidado con el fuego; hazlo en un sitio seguro donde no haya riesgos de incendio).
- Cierra los ojos por un momento y agradece todo lo que aprendiste. Valora lo que esas emociones vivieron a enseñarte y comprende, que aunque haya sido doloroso, hoy tienes una lección aprendida.
- ¡Sube tu energía! Haz ejercicio, sal a bailar, come tu prostre favorito y disfruta de este camino maravilloso que se llama vida.
Fotos: PIxabay y Unsplash.