Cristina Campos: “El deseo sexual femenino que se va desvaneciendo con el tiempo, me parecía un tema muy hermoso de tocar”

Cristina Campos

Madrid es un completo caos: lluvia, inundaciones, atascos, obras, calles cortadas y hasta una manifestación en pleno centro. Todo el mismo día y al mismo tiempo.

Mi encuentro con Cristina Campos, la flamante primera finalista del Premio Planeta 2022, parece destinado al fracaso.

Después de casi 45 minutos detenidos en el mismo lugar, decido bajarme del taxi e ir andando hacia el hotel de la Gran Vía madrileña donde hemos acordado que sería la entrevista.

Lo consigo. Media hora tarde, sí, pero consigo llegar a la cita, empapada, con la respiración entrecortada, el corazón a mil y un nivel de agobio que se me salía por las orejas.

Para mi sorpresa, ahí me esperaba Cristina, relajada, sonreída, impávida. Me recibe envuelta en una nube de calma y buenrrollismo, que hace que mis revoluciones bajen y las cosas empiecen a fluir de manera inmediata. 

Te dejo por aquí el libro finalista del Premio Planeta 2022, “Historias de mujeres casadas”, que, cuando lo leas, te va a poner a pensar, ¡y mucho!


"Historias de mujeres casadas", finalista del Premio Planeta 2022.

¡Enhorabuena, Cristina, por tu premio!, ¿cómo lo vas llevando?

Pues feliz. Es un honor y un privilegio, un reconocimiento precioso a mi trayectoria como escritora.

Tanto en tu primer libro, Pan de limón con semillas de amapola (Planeta, 2021), como en Historias de mujeres casadas (Planeta, 2022), hay un tema en común: la amistad entre mujeres, ¿por qué es relevante para ti este tema?

Muy importante. Yo reproduzco la relación de amistad que tengo con mis amigas, que son como mis hermanas.

Veo que siempre se habla, sobre todo hoy en el mundo audiovisual, de la rivalidad entre mujeres. Pero lo cierto es que cuando tienes una amiga de verdad, ella te ayuda y se alegra de tus éxitos. Las mujeres somos muy generosas, nos juntamos y relacionamos íntimamente cuando tenemos un problema, los hombres suelen contenerse mucho más.

A mí una de las cosas que más me gustó de Historias de mujeres casadas fue que hablas sin tapujos del deseo femenino. Todo el tiempo se habla del deseo masculino, pero tú pones sobre la mesa el deseo en cuatro mujeres de diferentes edades. Cuéntanos un poquito sobre eso.

Sí, la novela habla sobre la complejidad del deseo y del placer de las mujeres, sobre todo las protagonistas, que están casadas desde hace bastante tiempo. Quería hablar de mujeres inteligentes, casadas con hombres sensibles e inteligentes que las quieren mucho; pero que, al esas mujeres llevar casadas tanto tiempo, dejan de desear a sus maridos sexualmente.

El deseo sexual femenino que se va desvaneciendo con el tiempo, me parecía un tema muy hermoso de tocar. En la novela te das cuenta de que los protagonistas, Gabriela y Germán, tienen una relación preciosa, pero su deseo sexual no es igual que al principio y ella se reencuentra con el deseo en un amante.

Me gusta que en la novela los matrimonios no están necesariamente atravesando por una crisis, solo son víctimas del tiempo

Sí, Gaby y Germán se quieren muchísimo y tienen una familia que han construido los dos, pero es algo muy normal que cuando ya ha pasado tanto tiempo de matrimonio, se te cruce un hombre interesante por la vida y dudas o das el paso.

Bueno, pasa muy constantemente.

Siempre digo que mi novela no tendría sentido si los protagonistas no tuvieran hijos. Seguramente Gaby no habría luchado tanto por su matrimonio, porque deseaba con una fuerza bestial a ese amante, pero los hijos lo cambian todo.

Tengo una amiga, a quien quiero mucho, que está casada con hijos y dice que ella siente que tiene en la frente un cartel que dice “mamá”, que impide que los hombres la vean.

No, eso no es cierto. Yo no creo que no la vean. Dile a tu amiga que a lo mejor es ella la que no los ve por intentar protegerse, pero los hombres ven a las mujeres inteligentes y de alma bonita.

¿Qué edad tiene tu amiga?

40 años y es divina, divina, divina.

La ven más de lo que ella se cree, pero cuidado con dar el paso.

¿Por qué hay que tener cuidado?, ¿cuán bueno o malo es dar el paso?

¡Ojalá que las mujeres pudiésemos dar el paso más seguido!

Yo pienso que nos lo impide esa incapacidad que tenemos de separar el sexo del sentimiento, porque mi protagonista da el paso pensando, “no pasa nada, no va a pasar nada”.

Ellos, los hombres, son más infieles que nosotras, son capaces de llevar una doble vida y de separar el sexo del sentimiento. Sin embargo, nosotras nos enamoramos, nos cuesta mucho separar el sexo del sentimiento, que es lo que le pasó a Gaby, se enamoró de Pablo, su amante.

Te voy a decir algo, mientras leía, yo también estaba enamorada de Pablo.

¡Y yo! Yo quiero a Pablo, yo quiero tener un amante como ese (risas).

La novela juega también con las mujeres que han sido infieles y no buscaban una noche de sexo. Las relaciones se daban, en gran parte, con gente que conocían, sus jefes y hombres que intelectualmente les gustaban. No era solo algo físico.

Tengo una amiga que lo pasó muy mal con un amante y me dijo “prefiero haberlo vivido, cuando tenga 80 años sabré que he vivido algo precioso con este hombre” y siempre le pregunto si realmente ha valido la pena, porque la he visto llorar.

Hace unos días pusimos un post en Instagram que hablaba sobre algunas cosas que se pueden considerar infidelidad, pero están normalizadas, como por ejemplo, esconder el hecho de que hablas con tu ex por mensajes de texto.

No hace falta contarle todo a toda la pareja. No, no hace falta. Poder esconder cosas es la intimidad, es divertido. También puedes tener “infidelidad psíquica”, es decir, enamorarte de un hombre que ves por la mañana, que no conoces… ¡Eso está bien!

Nos escribían diciendo, “es que eso no puede ser infidelidad”. Y yo les decía “si lo estás ocultando es por algo y, ¿sabes qué?, no pasa nada”. Lo asumes, TE asumes, y sigues.

No hay nada de malo en sentirse deseada. Si te hace feliz, no pasa nada. Pero ojo, si tu ex, el del trabajo o el que ves todas las mañanas te escribe, es porque quiere algo; pero mientras tú no des el paso y lo mantengas ahí, no pasa nada.

También es cierto que dar el paso tampoco está mal, pero si te vas a cargar a tu familia y la otra historia sale mal…

Hablemos de la monotonía, tan de moda gracias a Shakira

La historia de Shakira con Piqué, que es catalán como yo, se ha pasado. Son los dioses del Olimpo. 12 años juntos, con dos hijos maravillosos, ¡es una historia de éxito!

Vale, yo entiendo el dolor, pero es una historia de éxito absolutamente, ¿no?

Él se ha enamorado de otra mujer, que se lo entiendo, y ella también se enamorará de alguien, pero es una buena historia.

Lo pienso y eso que a mí me gustaban como pareja.

Es que nos han hecho creer que las relaciones que se acaban no son exitosas.

Yo tengo una amiga que le fue infiel a su marido y ellos llevan juntos desde los 18 años, es decir, tienen juntos 20 años y él está muy dolido todavía.

¡Pero que es lo normal que haya pasado algo así, de cualquiera de los dos lados! ¡Son 20 años con la misma persona!

¿Crees que podemos enamorarnos “sin querer” o sí que tiene que haber un momento de conciencia en el que dejas “entrar” a la otra persona?

Cada historia es un mundo. Cada historia es diferente. No sé qué contestar, ¿tú qué crees?

Yo creo que hay un momento en el que te entregas y haces clic. Entonces, le contesto la llamada, dejo que se acerque a mí en la mitad de una calle en Barcelona y que me bese. Yo opino que sí hay una decisión.

Yo creo que hay que arriesgar. Porque si no, pasamos muchas veces por esta vida sin más. Está bien arriesgar.

Me comentabas cómo a veces el deseo se va desvaneciendo. Tengo innumerable cantidad de amigas y me dicen que a ellas, sencillamente, no les interesa tener sexo con sus maridos. Y recuerdo que una vez una sexóloga me dijo que la diferencia entre una relación de hermanos y una relación de pareja en el sexo, ¿qué piensas de esta afirmación?

Es interesante. Hay que ver qué haces con este deseo y con este letargo sexual femenino, porque los hombres necesitan más sexo que nosotras en la relación. Y sí que hay hombres que no desean a sus mujeres, pero hay un capítulo muy bonito en mi novela que se llama “La nobleza del marido”, que habla de cómo ellos, a pesar de que siguen pasando los años y nuestros cuerpos vayan cambiando, siguen queriendo hacer el amor con sus mujeres.

Entonces quise tratar a los hombres con cierta ternura, por eso, es casi mendigar sexo a tu mujer constantemente.

Una amiga mía me dice “¡pero es que nunca se cansa de pedírmelo!” (risas).

Al final hay que hacer equipo y si te pones en ello te lo pasas bien. De hecho, Gabriela, la protagonista, se lo pasa muy bien cuando hace el amor con su marido, pero hasta que llega ese momento, puede haber pasado mes y medio de constantes súplicas.


Cristina Campos acaba de lanzar un pódcast sobre “Historias de mujeres casadas”

LO PUEDES ESCUCHAR AQUÍ


Hablemos del personaje de Silvia. Hay una actriz en Hollywood llamada Rebel Wilson, que nunca jamás en la vida había tenido una relación con una mujer y ahora hasta está casada y con una niña recién nacida. Dice que hubo un momento en una escena, donde por primera vez se besó con una mujer, que algo despertó y pues ya está. Silvia un poco igual, ¿no?

Silvia sí que llevaba tiempo sabiéndolo.

Esta historia surge de que una amiga mía me contó que no sentía nada cuando hacía el amor con su marido, entonces, para llevar la fiesta en paz, 10 minutos al día, se abre de piernas, se deja hacer, gime y finge llegar al orgasmo.

Yo un día le pregunté en qué pensaba cuando se acariciaba a sí misma y me dijo “veo porno femenino”. Con esa frase me despertó un mundo.  

Pienso que todas, las cuatro historias de la novela, han sucedido de verdad y yo las llevo hasta las últimas consecuencias.

Mi amiga nunca se atrevió a dar el paso cuando estaba casada. Ahora está separada y se ha apuntado a una especie de Tinder para lesbianas. Tiene 37 años, y es ahora cuando se está arriesgando.

A nuestra generación nos cuesta un poco más decir “mira, sí, soy lesbiana”.

En cambio, mi hija, que tiene 22 años, ha tenido una pareja mujer y ahora está con un hombre. Soy honesta, al principio me sorprendió un poco el cambio y eso que yo me la doy de moderna (risas).

Te cuento que nosotras, en Asuntos de Mujeres, además de la revista, tenemos un Club de escritoras. Son mujeres que no necesariamente quieren escribir un libro, simplemente quieren escribir. ¿Qué recomendación puedes darles a esas mujeres?

Creo que lo más importante es que hay que tener una estructura muy clara sobre las cosas que quieres escribir. Que tengas muy claro el primero, segundo y tercer acto y los giros de la historia, porque, si eres creativo, una novela puede ir hasta el infinito en tu cabeza.

Luego, otra cosa que les diría es que creo que es más fácil escribir con un alter ego. Fíjate que el personaje de Gabriela siente lo que yo siento. Yo no he pasado por lo que ha pasado ella, pero me pongo en su piel. Es más fácil escribir con un alter ego que desde alguien con quien no tienes nada que ver. Luego, claro, cuando sea una gran escritora, que yo todavía no lo soy, seguramente podré escribir desde el punto de vista de, qué sé yo, un policía newyorkino

¡Menos mal que no eres una gran escritora! Tu primer libro vendió cientos de miles de copias, el segundo fue Premio Planeta…

¡No es que no sea una gran escritora!, es que creo que he sido muy generosa y muy valiente hablando de la intimidad femenina desde la verdad y eso es algo que cuesta mucho.

Annie Ernaux, Nobel de Literatura de este año, ha ganado por desnudarse psíquicamente durante toda su vida. Entonces, no es tan común encontrar escritoras así. Sí que hay muchas novelas eróticas en nuestro país, pero no es tan común la novela intimista escrita desde la verdad.

Que en tu libro hay momentos de erotismo, pero no es una novela erótica.

Sí, hay muchos momentos de sexo, pero no es una novela erótica. Por ejemplo, si fuese una novela erótica, la primera vez que Gabriela, mi protagonista, se junta con su amante, hubiese sido un juego espectacular, habrían hecho el amor encima de la mesa, él hubiese sido un empotrador y así…

Pero yo digo la verdad, la primera vez que te acuestas con un hombre que te gusta es torpe, incómodo y ellos también lo pasan mal.

En la novela erótica, incluso en el porno, a los hombres les han puesto en un lugar irreal. Yo tengo un hijo de 14 años y le digo “no aprendas con esto, ¿eh?”, porque no pasa nada si las primeras veces no son así.

Ojo, que yo consumo novela erótica, me la paso genial y aprendo con ellas a escribir de sexo; pero he ganado el premio por hablar de la verdad, de la inseguridad de cualquier mujer, de cualquier hombre o del primer día estando con alguien que te gusta.

Mira ahora que dices que “todavía no eres una gran escritora”, a esa vocecita que tenemos en la cabeza que te va diciendo “tú no eres una gran escritora, tú no sabes escribir, quién te va a leer”, nosotros la llamamos “La cabrona”, ¿cómo lidias tú con esa señora?

Yo soy insegura, pero creo en mí misma. Me ha pasado que leo a otra gente y digo “bueno, este tampoco escribe tan bien”. Claro, después te coges cualquier cosa de Alice Munro y dices, “¿para qué voy a escribir si ya esta mujer lo ha dicho mejor que yo?”, pero si empezamos así, nadie haría nada. Luego hay otras cosas que leo que me hacen pensar “si esta puede, yo también”. No es muy bonito lo que te digo, pero es la verdad.

 ¿Qué viene después de un libro finalista para Premio Planeta?

Bueno, ahora viene la adaptación cinematográfica o para serie, que estamos negociando y voy a estar bastante implicada; creo que tendré uno o dos años de esto y luego ya vendrá la próxima novela.

No me gusta correr, ahora no sabría qué escribir, siento que me he vaciado.

Aparte, a mí me pesa mucho la soledad de la escritura, sin teléfono, sin redes sociales, sola cada día y con una disciplina férrea. Los primeros seis meses son muy complejos, luego va surgiendo, te enamoras de los personajes, quienes se convierten en tus compañeros; y me paso el día hablando con una tía que me cae muy bien, pero al final estoy más sola que la una.


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Foto principal: Patricia Rosas-Godoy.

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