«Siempre me gustaron las personas con cicatrices, como los árboles. De hecho, desconfío de las personas que pasados los cuarenta no tienen ninguna».
Esta frase la pronuncia Olivia, la enigmática propietaria de El Jardín del Ángel, una floristería en pleno barrio de Las Letras de Madrid. El nombre de este establecimiento le va como anillo al dedo pues Olivia demuestra a lo largo del libro que los ángeles existen y que son de carne y hueso.
En torno a esta sabia florista, lectora de personas, orbitan cinco mujeres que acaban convirtiéndose en grandes amigas a pesar de sus diferentes personalidades y circunstancias pues tienen en común algo más importante que ir allí a comprar flores: las cinco van buscando su lugar en el mundo.
Marina, la narradora de la historia, acaba de mudarse al emblemático barrio y entra por casualidad en el jardín de la floristería arrastrando los pies, con los ojos hinchados por el polvo, con la misma ropa con la que ha estado limpiando su nueva casa. Marina sufre «el síndrome del copiloto», dependiendo de que Óscar, su pareja, marcase el rumbo de su vida. Pero Óscar ha muerto y Marina, sumida en una profunda depresión, no sabe qué hacer ahora con toda su libertad, su tiempo, su independencia, que sólo identifica con absoluta soledad.
A través de Olivia conocerá a otras cuatro mujeres que también representan distintos arquetipos femeninos: Casandra, quien sufre «el síndrome de la superwoman», la mujer que ha sacrificado su vida personal para poder triunfar en su profesión; Gala, la del «síndrome de Galatea», coqueta, sexual, liberada pero también con un terrible miedo a enamorarse; Aurora, «la bella sufriente», la guapa pintora a la que han hecho creer que su belleza es una maldición y que nadie la querrá por ella misma; y, por último, Victoria, «la omnipotente», la que ha puesto el listón en su vida tan alto que sólo puede ser perfecta en todo cuanto haga: la perfecta madre, la perfecta trabajadora, la perfecta hija, la perfecta amiga, la perfecta esposa.
Soportando el calor del verano de un vacío Madrid, las seis mujeres compartirán confidencias, analizarán sus expectativas y frustraciones, y tejerán una intrincada red de sororidad que les servirá de red cuando la vida las ponga a prueba y descubran que, ante todo, tienen que aprender a cuidar de sí mismas, marcar sus límites, responsabilizarse de sus decisiones. Este nuevo camino que emprenden pondrá de manifiesto algo que, por obvio, muchas veces pasa desapercibido: las mujeres no estamos acostumbradas a mirar por nosotras mismas.
¿Por qué cuesta tanto?, se pregunta Marina, ¿quién nos ha hecho así? La universalidad de los temas que trata Vanessa Montfort permite que todas podamos sentirnos identificadas con alguna de ellas: el amor, la identidad sexual, las relaciones de pareja, la maternidad, los padres, la autoestima…
«A veces, Marina, la gente no se merece la verdad. Sólo la quiere para juzgarte», dice Olivia en otro momento de la novela.
Como ven, el libro está plagado de citas que nos paran a reflexionar y a plantearnos qué hemos aprendido en nuestra vida, cada una a nuestro ritmo, y qué nos queda por aprender, porque «descansar no supone dormir sino despertar».
De la mano de Marina recorremos esas calles cargadas de historia que, modernizadas, siguen conservando su aspecto de barrio, de oasis en medio de la metrópolis, con sus cafés, sus salas de jazz, sus conventos, sus pequeñas tiendas de ropa. Y en ese caminar por sus baldosas avanzamos no sólo por la calle León o Huertas sino también por la vida de estas mujeres que van evolucionando y se atreven a tomar las riendas de su propia vida, rompiendo con sus propios prejuicios y dejando de preguntarse qué quieren los demás de ellas para contestar qué quieren ellas mismas.
Así, contagiándose unas a otras, irán movilizando engranajes que hasta entonces estaban parados u oxidados, para lograr cumplir sus sueños y sus proyectos vitales.
Sin duda, si algo destaca de este libro es su ritmo ágil y magnético que atrapa desde las primeras páginas gracias a esas mujeres reales que dudan, se apoyan y se hacen autocrítica y esa atmósfera de un barrio tan mágico que actúa como un protagonista más de la obra, como Nueva York también lo es en la famosa Sex and the City cuyos ecos resuenan en esta historia de amigas.
Vanessa Montfort (Barcelona, 1975), además de ser novelista y tener en su haber tres novelas premiadas, es dramaturga. Esa labor intensa que ha realizado en el teatro dirigiendo, entre otros proyectos, la compañía Hijos de Mary Shelley, tiene una clara influencia en el manejo de personajes y diálogos tanto internos como externos, así como en la creación de escenarios que nos ayudan a visualizar con gran precisión cuanto ocurre en esas calles de Las Letras, sintiendo así y que somos espectadoras cómodas e incluso implicadas, pues acaso ¿no nos interpela a quienes la leemos para que también respondamos a las cuestiones que nos plantea? Por ejemplo, ¿cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez? Lo confieso, a pesar de que entre mis lecturas habituales no se encuentran las novelas denominadas feelgood, ésta me ha enganchado por su frescura y por su llamada a las mujeres a la acción, una acción que ha de realizarse de forma conjunta porque, como dice Olivia, «vivir es una tarea urgente» y «el miedo conduce a la inmovilidad».
¡Vale la pena tenerlo, leerlo, saborearlo y ver a quién de estos personajes nos parecemos!
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Edición: Plaza&Janés
Páginas: 436
ISBN: 978-84-01-01730-8