De la crianza de mis mellizas y la sinfonía de la vida

Para mí la vida es música, y estoy profundamente convencido de que en todo lo que hacemos hay un ritmo, una sinfonía y una obra….

Después del parto y la lactancia (en algunos casos), comienza el ritmo frenético de la vida… Y debo decir que, hasta ahora, la paternidad ha sido para mí una gran lección de humildad.

Mis hijas mellizas van a cumplir tres años dentro de poco y lo más importante que he aprendido de ellas hasta ahora, es que a pesar de ser gemelas idénticas y que todo ha sido por igual para ellas, la personalidad de cada una es diametralmente opuesta… Se les nota en la manera como nos hablan, lo que disfrutan y cómo se relacionan con nosotros…

Nosotros, a mi parecer, hemos tratado de darles un entorno de normalidad en su crianza… 

Pero creo que estamos actualmente en una sociedad llena de excesos y carencias… Particularmente  hay un exceso de información y una falta absoluta de criterios y filtros frente a todo este bombardeo que nos sobreestimula y, muchas veces, nos angustia (sobre todo a las mamás).

Y frente al modelo de crianza y familia que estamos desarrollando, la elección natural siempre será mirar hacia nuestros padres… Al fin de cuentas todo lo que somos (para bien o para mal), se debe en gran parte, a las decisiones que ellos tomaron sobre nuestras vidas.

Sin embargo, ese modelo de familia que tenemos como marco de referencia y que con todas sus virtudes y defectos nos preparó para el mundo y para la nueva realidad que vivimos, ya está anacrónico en cierto sentido…

Hoy, el mundo es diferente, la generación de nuestras hijas es radicalmente diferente y las realidades que enfrentarán seguramente requerirán herramientas distintas a las que necesitamos nosotros en nuestro momento.

Las preguntas son: ¿Cuáles herramientas entonces? ¿Qué debo hacer y no hacer en su educación? ¿Que debo cambiar de lo que me tocó a mi?

Curiosamente, vuelvo y miro hacia lo que hicieron mis papás conmigo y creo que la esencia de todo, es buscar que mis hijas crezcan con sentido de autonomía y con un carácter lo suficientemente fuerte como para no dejarse embestir por un mundo cada vez más exigente…

¿CÓMO PUEDO LOGRAR ESO DESDE MI FORMA DE CRIARLAS?

Creo que debo pensar en lo que yo soy y en lo que he logrado, en parte, por los límites que pusieron mis papás cuando me criaron. Me ha ido bien como individuo, como pareja y como familia. Creo que me he formado un criterio lo suficientemente fuerte, como para tomar las mejores decisiones que he podido, jamás puedo dudar de esto y nadie puede venir a hacerme sentir culpable por ser exitoso en mi vida.

Pero no exitoso por tener trabajo, por un buen sueldo, un gran carro o algún tipo de estatus social. Yo mido mi éxito por lo satisfecho que me siento y por la felicidad de las cosas que he logrado a punta de criterio propio, un criterio que se formó gracias a los límites, al reconocimiento de la autoridad y al forjar con esfuerzo mi propia autonomía. Y sí, puedo sonar egocéntrico; pero soy un firme convencido de que si yo soy feliz, entonces puedo contribuir a la felicidad de mi esposa y en consecuencia criar felices a mis hijas…

Y para esto, me doy cuenta de que no necesito a Google. No necesito andar buscando fórmulas mágicas, ni exponerme a un océano de información contradictoria, no necesito sentir miedo de pensar que traumatizo a mis hijas… Al contrario, necesito el silencio y la tranquilidad para poder identificar lo que me lleva a ser feliz y darles a ellas bienestar. 

¿PROTEGER O ENSEÑAR?

El otro ruido que creo irrumpe en ese ritmo y en esa música de la vida, es la tensión constante de escoger todo lo que signifique protección. Hace unos días, fui al colegio al que aspiramos matricular a las niñas y tuvimos una charla bastante larga e interesante con el director.

Cuando estábamos recorriendo uno de los salones del colegio, noté que había unos ventanales cuyos vidrios no son de seguridad y le indiqué esto al director, ante lo cual me respondió: “Sí, es cierto, no son de seguridad, como tampoco lo van a ser muchos de los sitios donde vayan, prefiero enseñarles cómo comportarse y que ellas mismas eviten accidentes”.

Nos contó que en su experiencia, cuando en las clases de gimnasia ponían a caminar a los niños por caballetes y les ponían colchonetas alrededor, se caían más que cuando no les ponían nada, ¡pues estaban más alertas!

¡Gran lección! Eso es lo que quiero… Enseñarles a andar con cuidado por la vida, que escojan bien los pasos que dan y que si se caen, cuenten con las herramientas para levantarse y sepan cómo hacerlo por ellas mismas…

DEJAR LA CULPA…

Al final creo que mi esposa es la que le está enseñando a mis hijas esa gran lección con su propia vida…

Muchas mamás hoy están en una fuerte discusión (interna o externa) sobre el tiempo que pasan con sus hijos, sobre si escogen tener una vida profesional o una vida dedicada a la crianza exclusiva…

Exclusivo es una palabra compleja y más en este mundo: yo no quiero nada exclusivo, es decir, que excluya o que separe… Yo quiero ser incluyente / inclusivo …. Que invita a compartir….a probar y a ensayar.

Mis hijas son mis hijas y son únicas y especiales solo para mí. Es mi labor ayudarlas a que se incluyan en la sociedad, en los demás, en el mundo…

Y por eso, como yo lo veo, tener una mamá que trabaje fuera del hogar es el mejor ejemplo de inclusión que les podemos dar: cuando nacieron las incluimos en nuestra familia (es decir, son parte importantísima, pero no son principio y fin), y cada día que mamá sale a trabajar, es un ejemplo de salir a luchar por los espacios propios, la identidad y la realización personal.

Mamás, las invito a que lo vean así. Hagan lo que hagan, que su día a día es una gran escuela de vida para sus hijos…

Al final ni Google, ni miles de estudios, ni de experimentos, ni de teorías van a enseñarles eso… Tener un espacio propio, amar lo que se hace y ser feliz haciéndolo.

Esa es la gran sinfonía de la vida…

Lee también: Mi embarazo, mi parto y mi lactancia…

Fotos: Luis Miguel Monsalve.

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