El verdadero duelo de una mamá soltera

Divorcio con hijo

Mucho se ha hablado sobre las fases del duelo, descritas por Colin Murray-Parkes como: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.

Dicen que la separación es a menudo vivida como un duelo, pero a mi parecer es distinto lo que sucede cuando te separas teniendo un hijo pequeño.

No soy científica, ni psicóloga, ni ‘coach’ de nada, solo soy una mamá que se separó hace 9 meses, ha estado incubando ideas sobre maternidad y soltería, y ha decidido hacerlas públicas.

Hay que decir que el mundo se acelera después de tener un hijo

Mientras estás pensando en las razones para separarte o no, tu bebé crece y se convierte en un niñito que entiende cosas. Está en los años más importantes de su crianza. Todo lo absorbe. Sientes que lo puedes “echar a perder” emocionalmente en cualquier momento.

Mi amiga psicóloga de confianza (que NO es lo mismo que ‘mi psicóloga’ porque no “me trata”, sólo me escucha con más ‘academia’ que otras amigas), me decía que en una familia los hijos son como los síntomas de una enfermedad, la pareja la sufre pero los hijos la manifiestan. Sabes que tienes que hacer algo. Es el punto de no retorno. Decides o deciden.

La segunda etapa es la que yo llamo la crisis de la logística

¿Quién se va de la casa? ¿Adónde? ¿Quién lleva el niño al colegio? ¿Cómo se reparten los gastos? ¿Quién hace las cuentas?

Cada pareja tienen sus propios retos.

Hay situaciones muy de rutina, pero todo se complica más cuando llegan ocasiones especiales como cumpleaños, vacaciones y Navidad. ¿Cómo hacemos para organizarlo si nos cuesta ponernos de acuerdo en todo? Entre otras muchas preguntas.

Pasados los 6 meses, vino la etapa del “me cayó la locha (o el veinte)” 

Y es que quien tiene niñitos sabe que hay que resolverles necesidades urgentes todo el tiempo. Mantenerlos limpios, sanos, vivos. No te da tiempo de pensar en que tú tienes el corazón vuelto fruta. Porque –lo viví repetidamente- cuando tú le notificas a la gente que te estás separando, nadie pregunta por ti; te preguntan: “¿Y el niño?”.

Cuando lo logístico se estabiliza, es cuando comienzas a preguntarte cómo es que TÚ te vas a recuperar de esta. Entiendes que tu proyecto de vida fracasó y no tienes idea de cuál será el nuevo. Te das permiso de pasar un fin de semana entero sin salir de tu casa ni ver a nadie, solo pensando. Empiezas a sentir la soledad de los domingos en la tarde. Lloras. Miras hacia adentro y haces el recuento de los daños, como diría Gloria Trevi.

Pero toca equilibrar porque sabes que no es solo sobre tu vida sobre la que estás tomando decisiones. Entonces viene la negociación y acomodo contigo misma y con ellos, en la que entiendes que un hijo en común es una sociedad para toda la vida; a diferencia de cuando en el pasado terminabas con un novio, no puedes ‘desaparecerlo’ para siempre.

Pero al haber más de una persona en juego, puede que una no esté viviendo la misma etapa y hay resistencia. Esta fase es agotadora emocionalmente (ya vienes exhausta de resolver crisis de logística y deprimida de cuando te cae la locha), y un hijo la resiente. Tú estás hipersensible y es posible que él también.

A mí me ha tocado con pataletas, acusaciones, “Mami no te quiero a ti, solo a papi”, y toda la artillería pesada de un niño de 4 años con mucho carácter.

Y así, aunque sin haber cerrado del todo la etapa anterior, porque este puede no ser un proceso lineal y tener múltiples pasos atrás, llegué a una que llamo:

“Hablar del asunto”

Verbalizar, ordenar ideas, hablar y escribir. Para registrar lo que has vivido, solo para tu consumo o quién sabe si sirva para escribir un blog, un libro, una película (saludos, Elizabeth Gilbert).

También para informar a aquellos que no lo saben o que “tenían fe” en que ustedes ‘se arreglarían’. O quizás, para encontrar algo de orden y razón en el caos y la devastación que significa separarse con un hijo.

Puedes leer más de Gabriela en su blog: Tevefilia

Fotos: Pixabay.

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