En cuestión de citas… “Tengo que poner de mi parte”

Quiero contarles que en eso de conquista, siempre espero que él dé el primer paso, me invite, me bese, me llame al siguiente día, me vuelva a invitar y tome siempre la iniciativa. Yo no he hecho demasiado para que las cosas sucedan.

Pero, este año en eso de citas amorosas, tengo un nuevo lema: “Poner de mi parte”.

En un viaje conocí a un tipo inteligente y delicioso, paseamos todo el día, nos reímos, hablamos de cosas en común y todo fue perfecto -suspiro-.

Ya les dije que no soy muy de acercarme y tocar en la conquista, incluso, puedo dar a entender que no estoy interesada; pero ese día, traté de mejorar con los mensajes que le enviaba al sujeto en cuestión…

Al final del tercer día de vernos, me dijo que me acompañaría hasta el hotel. Ya había sido extraña la despedida de la noche anterior, así que… ¡Esta noche era la vencida!

En la puerta del hotel empecé a pensar: “Qué delicia este man, y… ¿Ahora qué hago?”.

Pero él no dijo nada.

Yo no dije nada tampoco, le di un abrazo y le deseé suerte en sus nuevas aventuras. Él se marchó sin más. Subí a mi cuarto y me sentí como una idiota. Era la aventura perfecta y no lo logré.

Luego pensé que tal vez no le gusté, tal vez él no quería nada conmigo, tal vez el tipo esperaba que yo lo invitara a entrar, o tal vez que fuera yo quien le diera el beso, no lo sé; tal vez nunca lo sabré.

Lo cierto es que mientras estaba buscando el látigo para darme duro, hablé con la amiga que me lo presentó. Ella me dijo: “Date algo de crédito, pusiste de tu parte. Si no pasó nada, no es por falta tuya; obvio, hubieras podido ser más lanzada y caerle, pero no te sentiste cómoda, entonces quiero decirte que me siento muy orgullosa de ti y deberías pensar lo mismo de ti misma”.

 

 

¿Para qué son los buenos amigos si no es para esto?

Para hacerte caer en cuenta de tus cosas buenas y verte con los ojos del amor, que a veces los reservas para otros pero no para ti mismo.

Así que decidí que este sería uno de los lemas de este año: poner de mi parte. Si la cosa no sale, pues no salió, pero yo pongo de mi parte.

Entonces invité a un amigo al cine, alguien que conocía desde hace mucho tiempo, con el que medio me enredé y no me gusta; pero puse de mi parte, (al menos me abrí a conocerlo nuevamente). Él no podía ir al cine, bien, no me invitó tampoco otro día, bien; en vez de quejarme porque no le gusté, prefiero darme una palmada y decirme, ¡Buena esa!

Así he aceptado invitaciones al cine, a comidas, a fiestas a las que no habría ido jamás y al menos me he reído.

Hasta le acepté un par de invitaciones a un man que terminó el doctorado el mismo año en el que yo empecé el colegio: una sincronía que nada que ver.

Esto, hasta que llegó el man papasito, delicioso e inteligente. El que te dice: Veámonos, vamos a comer, salgamos a bailar, hablemos de cosas….

Yo trato de ser muy casual y le respondo: Claro, de una, cuando quieras... Pero realmente quiero decirle: Pongamos fecha y hora ya mismo -o que si quiere, me diga dónde le caigo en el acto-.

Opto por poner de mi parte, pero no tanto.

Sale de viaje, vuelve de viaje y repite la historia: Veámonos, bailemos…

Lo invito a un plan, me dice que sí casi seguro y no aparece ni para decir que sí ni que no. A los días, lo invito a comer con unos amigos, y me dice: Ay, hoy no puedo. El colmo porque ayer me quedé encerrado en la casa, me hubieras dicho ayer.

Y me hace quedar a MÍ como la culpable. Maldito manipulador.

Otro día, nos vemos por cosas de la vida, luego me llama y pone el mismo cassette (para los millenials, cassette era un medio de almacenamiento de audio que poníamos en un aparato llamado walkman): Veámonos, pero hagamos algo chévere, vamos a bailar, vamos a comer. Y yo ya sé que esto se repetirá, así que también grabé el mío: Sí claro, de una, me parece un plan. Pero trato de no esperar nada.

Pero es guapo, uffff, guapo de mirada intensa, cuerpo atlético, pasión e inteligencia. Aunque me gustaba más con el pelo largo noventero, él sigue siendo una ricurita.

Así que decido que puse suficiente de mi parte. Pero aclaro que si llega el día en el que concrete algo, me apunto. Qué man tan raro. O está confundido, o está saliendo con alguien, o es un maldito mentiroso, o coquetea por deporte; no sé, creo que esta historia todavía no termina.

Me hace recordar a otro confundido que conocí, uno que terminó con su novia, que me había dicho que yo le encantaba. Ya estando los dos solos, nos vemos y yo pongo de mi parte.

Lo invito a una fiesta con amigos en común. Me manda un mensaje digno de un Óscar, un Tony o al menos un TV y Novelas, diciéndome que qué lástima que no puede, pero que le habría encantado estar conmigo.

Nos vemos en un almuerzo, muy simpático, conversamos, todo muy bien. Acto seguido, meses seguidos, ¿Me invitó a un café siquiera? NADA. Maldito habla-mierda. Y me acuerdo cómo me decía que yo le encantaba desde hace años bla bla bla.

Ese que ni me vuelva a llamar. Pa’ la mierda.

No sé qué es mejor, si dejarme conquistar sin hacer nada o seguir poniendo de mi parte… ¡Qué no se diga que yo no he hecho cosas en pro de mi vida amorosa ¡Pero esto sí que es muy difícil!

Y tú… ¿Vas a poner de tu parte?

Te invitamos a leer este texto de Fulana: Qué decirle y qué no decirle a una mujer que se está divorciado

 

Fotos: Unsplash.

 

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