Ser mamá en estos tiempos, se ha vuelto un asunto complicado.
No nos basta con cumplir con alegría y responsabilidad nuestro rol de mamá, sino que además, nos obligamos a ser “las mejores”.
¿Qué será lo que nos mueve para ser las “mejores mamás”? ¿Nos basta con sentir que queremos darles todo el amor del mundo a nuestros hijos? ¿Nos sentimos presionadas a ser las mejores? ¿A quién más le debemos responder?
Ser madre en el mundo de hoy, sugiere ajustarnos a las exigencias del medio en el que vivimos; un medio que reclama de nosotras más que un tiempo completo y una actitud de “felicidad y plenitud que nada ni nadie nos debe quitar”.
El tiempo nos debe alcanzar para trabajar, el salario de uno solo no es suficiente para asumir “tantas” clases extra horario. ¡Nos debe alcanzar también para estudiar¡ porque tenemos que estar a la orden del día en este mundo globalizante y vertiginoso y como si fuera poco, debemos llegar a casa con una sonrisa grande de oreja a oreja y concluir la jornada con el último turno de 2 o 3 que ya hemos hecho durante el día.
Desear tener más y mejores ratos de sosiego y encuentro familiar, nos llena de culpa y ansiedad; como si no tuviéramos derecho al tiempo libre y al regocijo. Como si estar tranquilas y no deberle nada a nadie, no fuera un asunto para nosotras.
Una de las exigencias a las que nos vemos enfrentadas las mamás modernas, es ser supermamás y supermujeres; que nada deje de hacer y que ningún compromiso se quede por cumplir…
Pareciera que a veces nos sintiéramos satisfecha si terminamos agotadas (pero habiendo logrado todo), como si gritarlo a los cuatro vientos, fuera un gran motivo de orgullo. Pareciera ser que hacer mil cosas a la vez y tener mil compromisos por cumplir, fuera lo que validara nuestra labor de madres y más aún, nos hace sentirnos orgullosas de ello.
No vivir súper ocupadas, con miles de responsabilidades por pagar; no vivir extenuadas durante el día, querer dormir cuando lleguemos a casa sin sentir culpa y no llegar “como si nada,” no nos hace malas mamás.
Nuestros hijos no desean mamás agotadas, sin energía para jugar con ellos; no desean mamás sin tiempo y ofuscadas por el extremo cansancio.
Lo que nos hace mejores mamás, es la disposición que tengamos con ellos, lo que les hacemos sentir y la calidad del tiempo que compartamos.
Pero para lograrlo, tenemos que disfrutar de nuestro sentir como madres y del amor que tenemos para darles.
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