¿Quieres ser mamá sin tener pareja? ¿La idea de ser madre soltera ronda por tu cabeza? ¿Quieres conocer más sobre la reproducción asistida? Este artículo es la historia de una mujer que decidió ser mamá en solitario y aquí nos cuenta TODOS los detalles de su proceso.
Margarita es una mujer vivaz, positiva y alegre. Es imposible que pase desapercibida con su metro ochenta. Hace 14 años decidió ser madre en solitario por reproducción asistida.
“Cuando me enteré de que estaba embarazada me pregunté ¡ajá!, ¿qué te falta por hacer? Y no me venía nada a la cabeza. Me fumé el último cigarro y me bebí una copa de cava para celebrar”.
Emigró a España sola hace más de 20 años. Es periodista vinculada con el mundo editorial y ahora se dedica a la mediación e intervención comunitaria para la gestión y prevención de conflictos entre la ciudadanía.
La entrevisté para que me contara sobre su experiencia y sé que a más de una le va a servir mucho lo que me dijo.
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¡Lee la entrevista hasta el final!
¿Qué edad tenías cuando tomaste la decisión de ser madre en solitario?
38 años, la idea me estaba rondando más a o menos en esa edad, pero no me lo permitía yo misma. Quedé embarazada a los 39.
¿Qué te impedía permitírtelo?
Mis paradigmas culturales. Yo vengo de una familia muy convencional, donde, además, si yo había tenido un papá y una mamá, ¿por qué tomaba la decisión de tener un hijo al que no podía darle lo mismo?, con el agravante de que yo fui muy feliz en mi núcleo familiar.
Eso fue un proceso que fui trabajando hasta que un día me encontré a una amiga que estaba embarazada, y yo desde mi paradigma, al verla le pregunté: ¿qué pasó? Con la picardía de cuál es la pareja. Ella me dijo, es mi decisión, es mío sola.
En ese momento lloré y lloré porque fue como el salto de, sí se puede, te lo puedes permitir.
¿Cómo se fue formando la idea? ¿La maternidad era parte de tu proyecto de vida?
Siempre quise ser mamá, pero la muerte de mi padre y la dependencia afectiva que él dejó me hizo replanteármelo, no lo supe gestionar bien. Entonces mi enfoque cambió, se centró en lo profesional y en viajar.
Hasta que tuve 35 años más o menos y consideraba que ya había hecho las cosas que quería y se activó más lo de tener un hijo porque estaba enamorada. Tenía una pareja, pero me di cuenta de que esa persona no me iba a acompañar en ese proyecto. Entonces fue cuando busqué mi camino.
¿Qué tratamiento de fertilidad elegiste?
La inseminación artificial. Hay un máximo de inseminaciones que te sugieren, sobre todo por la edad, y en mi caso me sugerían un in vitro, pero yo dije que no, que iba a seguir intentando por inseminación.
Tenía claro que no podía hacerme cargo de más de un niño y si fuera in vitro era muy probable que salieran dos o hasta tres. La otra opción que había considerado era la adopción.
Las inseminaciones son procesos emocionales desgastantes, la primera inseminación sientes todos los síntomas del embarazo, las siguientes veces la cosa cambia, pero siempre vas con emoción e ilusión, pero es la parte de toda la historia que se queda borrosa.
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En este podcast nos unimos con dos mujeres maravillosas especialistas en fertilidad, la Dra. Yuddysay Ng, ginecoobstetra y la Dra. Antonia González, embrióloga.
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¿Cómo fue el proceso de comunicarlo a tu familia?
No se los dije hasta que estuve embarazada, pero es importante esta reflexión porque la palabra tiene fuerza.
Primero murió mi papá y luego mi mamá, cuando esto sucedió mis hermanas y yo hablamos y quedamos en que cada decisión que se tomara en esa casa, primero se consultaba entre las tres. Y lo siguiente fue: si alguna decide tener un hijo de la forma que fuese, las únicas que podían decir algo al respecto éramos las que estábamos allí. Yo tenía 28 años y no me había planteado tener un hijo sola.
Lo curioso es que años antes yo le pregunté a mi abuela de 90 años: abuelita, ¿qué te parece si yo tengo un hijo sola? Y me contestó: ¡Téngalo, hija!, no pasa nada.
¿Tu hijo ha preguntado por su papá? ¿Cómo lo manejas?
La primera vez fue a los tres años. Me dijo: ¿y mi papi? Y yo le dije: ¡no hay papi! Y ahí quedó la conversación.
Luego cuando tenía seis años me preguntó: ¿tú no extrañas a mi papá? y le dije que no podía extrañar algo que no había existido. Ese día noté que estaba molesto, había rabia en su pregunta, íbamos camino a una boda y no me habló en todo el trayecto. Yo esperé a que lo procesara. En la boda había unas tarjetas para que escribiéramos un mensaje y me escribió: ¡mamá, te amo!
Ahí entendí que me había perdonado o al menos entendió que eso era lo que había. La última vez que lo hablamos fue a los 12 años cuando empezó a correr el rumor de que iba a hacerse pública la identidad de los donantes. Yo le pregunté: ¿qué piensas de esto? Y me dijo que estaría bien. Yo le dije: bueno, hay que entender que eso lo hacen desde el anonimato porque no quieren ser parte de, pero ayudan a. Y me dijo: es verdad, de todas maneras, sería divertido tenerlo como amigo y de vez en cuando verlo.
No hemos hablado más del tema.
En el proceso de las inseminaciones ¿puedes elegir las características físicas del niño?
Sí, puedes elegir el color de cabello, piel, rasgos y estatura. En principio prevalece el tema de que el donante sea genéticamente sano y parecido a la receptora, es decir, si yo hubiera pedido un chino, pues me habrían dicho que no, por un tema de inserción. También estamos hablando de hace muchos años donde el tema de la interculturalidad en las familias no se veía como ahora.
¿Hay algo que te haya sorprendido de ti misma sobre la experiencia de la maternidad?
Me sorprende la claridad de haber tomado la decisión cuando tenía que hacerlo, no me arrepiento de no haberlo hecho antes. Me sorprende la seguridad de que era algo que quería hacer y que realmente podía hacerlo. Como toda experiencia, hay cosas mejorables, pero incluso puedo tener inseguridades en otros aspectos de mi vida, pero no en la de querer ser mamá.
¿Repetirías la experiencia en solitario?
Sí, sí lo repetiría, pero también es una responsabilidad muy grande. Y el hecho de que yo haya tomado esta decisión no niega la consideración y el respeto que tengo hacia las otras maneras de ser madre y los distintos tipos de familia.
Cuando tuve a mi hijo le dije a la enfermera que al año siguiente volvería por el otro, y ella me dijo, tranquila, tómatelo con calma. Al año, cuando era el momento de tomar la decisión me di cuenta de que no, mi corazón me dijo que no.
Viendo todo en retrospectiva ¿Cambiarias algo de todo el proceso?
Algo que haría diferente es dejar ese perfeccionismo con el que estaba obsesionada.
Trataría de tener una tribu porque es necesaria. La maternidad de cualquiera de las maneras tiene un nivel de exigencia emocional, físico, de energía, pero si eres madre soltera y si además no tienes una red es aún más exigente.
De hecho, mi amiga que fue referencia para hacer todo este proceso, cuando quedé embarazada me dijo: me alegro mucho por ti porque era lo que querías, pero me preocupa porque no tienes aquí una familia que te ayude y te acompañe. Y realmente sí, es necesario.
Otra cosa que cambiaría es no perderme de vista como persona. No ser solo mamá, lo que pasa es que la maternidad para mí fue tan gratificante, que me olvidé de todo lo demás y eso no puede ser.
¿Consideras que hay razones “incorrectas” para ser madre?
Ser madre soltera o acompañada es el acto más egoísta del mundo, pero luego se convierte en el aprendizaje más generoso de vida. Si lo haces porque quieres tener compañía en tu vida, está mal.
Si no tienes el respeto y la consciencia de que tú traes un hijo al mundo por un sentido egoísta de satisfacer tu necesidad de ser madre, pero que es un ser que tiene una vida propia y que tienes que dejarle su camino y no atarlo, definitivamente sería la razón incorrecta. De hecho, fue una de las razones por las cuales muchas personas se alegraron cuando quedé embarazada.
Si quieres una mascota, adóptala, pero no tengas un hijo.
La maternidad no es solo tener un niño, gestarlo y parirlo, la maternidad está en todo y en todos, en la forma en como cuidas y proteges tu entorno; tengo que hacer el ambiente mejor, es un compromiso porque ellos lo necesitan.
Yo a mi hijo le digo: haz tu vida porque cuando decidas a dónde vas, yo voy a seguir viviendo y voy a ser feliz porque no dependo de ti ni tú de mí, me da terror ese sentimiento de culpa, de que te tienes que hacer cargo de mí, no puedo con eso.
Es sabido que un niño conlleva un gasto económico importante, al recaer este en una sola persona ¿Cómo fue la situación financiera? ¿Fue algo que planificaste antes del embarazo?
No sé si fue un error o no, pero yo no saqué cuentas, tenía mi profesión y tenía trabajo. Pero luego vino la crisis del 2008 y la verdad agradezco no haber sacado esa cuenta. Cuando yo empecé a plantearme la maternidad era porque ya había llegado a una satisfacción laboral por lo que hacía, no por el cargo que tenía.
La crisis supuso mucha angustia, pero también mucho aprendizaje. Uno de ellos es que los niños no necesitan tantas cosas, otro es que los objetos realmente tienen una durabilidad mucho mayor de la que les damos, que hay cosas elementales y básicas que son gratis, puedes divertirte sin pagar nada, al menos en este país. Si tienes una tribu y estás alerta puedes recibir ropa, zapatos, juguetes.
La parte jodida era la guardería y hubo tres oportunidades puntuales en que la economía estaba enfocada en él en detrimento de mí, pero es algo que no puedes programar. Queda trabajar con los valores y lo que se aprende, pero sí se puede.
También creo que hay que abrir el debate sobre la vulnerabilidad de las familias monoparentales, ya sea por decisión propia o por la razón que sea. Es necesario que se tomen medidas para no excluirlas socialmente por motivos económicos, de tiempo, de implicación o participación en la ciudadanía, porque siempre tenemos que estar trabajando, no hay otra opción.
Cuando el peso de la parte económica recae en una sola persona marca mucho la crianza, y también hay un estrés añadido, que, aunque no es determinante, puede haber circunstancias que no permitan que la economía de la familia fluya de una manera mínimamente estable y que llegue a todas las necesidades. Además de que los apoyos gubernamentales generalmente son insuficientes.
¿Cuáles son tus impresiones sobre cómo ha ido evolucionando el tema de la maternidad en solitario desde que comenzaste tu proceso hasta ahora?
Veo que es una alternativa muy extendida ahora, pienso que una de las razones por las cuales se toma esa decisión es porque las mujeres están más enfocadas en su rol profesional o personal de otro tipo y en demostrar ese papel a la sociedad, por eso postergan la maternidad.
También es lógico porque histórica y culturalmente en España y en muchos países latinoamericanos, la maternidad era el objetivo máximo de cualquier mujer, ahora no y las mujeres se han dado cuenta de que pueden ejercer libremente ese rol, que para ello no tienen que pasar por la convencionalidad de tener una pareja.
Pero también veo mucha desorientación y frivolización del proceso, no sé si es por las redes sociales o por la sociedad que estamos viviendo donde también hay un feminismo bastante exacerbado.
¿Tienes alguna sugerencia para quienes estén planteándose la posibilidad de ser madre en solitario?
Que lo hagan desde el convencimiento de que es realmente lo que desean. Cuando yo vi el positivo, aunque era lo que quería me sorprendió y me asusté y me hice la pregunta: ¿Qué tengo que postergar o dejar de hacer? Hay que tener convicción y seguridad, que no sea por compromiso ni por despecho ni por presión social o porque te toca, porque lo que viene después es fuerte. Si empiezas a dudar, ¿cómo vas a manejar la frustración de que hay cosas que no has hecho cuando estás criando? Tener el objetivo claro y disfrutar del proceso.
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