Los cambios son fundamentales para la vida. Cambiamos de hábitos, de ciudad, de pareja o de trabajo casi constantemente.
Hace un par de meses me hicieron una propuesta de trabajo que resultó muy tentativa profesional y económicamente. Una propuesta que no dudé en aceptar a pesar de tener ya un trabajo fijo (al cual no renuncié).
Los primeros días fueron emocionantes, toda una aventura. Un corre, corre que me hacía sentir feliz y satisfecha, pero repleta de trabajo. La adrenalina no me duró mucho, a las tres semanas estaba alcanzada de sueño, llena de cosas pendientes y con poco tiempo para ver a mi esposo.
¡La pila se me había acabado rápidamente! y empecé a reflexionar sobre la cantidad de veces que le he dicho a mis amigas, conocidas o compañeras de trabajo que no hicieran de “mujer maravilla”.
Porque creemos poder con todo. Y no es que las tareas, el trabajo, tener todo bajo control o la vida misma nos queden grandes; lo que pasa es que estamos creados para desempeñar labores, pero también para descansar, no solo física sino mentalmente.
Yo creo mucho en Dios, pero también en las energías, en el destino y en el universo; y por eso sé que cada cosa que sucede en mi vida no es un cabo suelto, que si sucede, es por alguna razón.
¡Oh sorpresa! en medio de mi cansancio (y mi batalla interna por dármelas de supermujer), en mi trabajo fijo, me dijeron que debía realizar una labor adicional a la que venía desempeñando, situación que por supuesto me desagradó bastante, pues si aceptaba esa tarea no podría seguir con mi trabajo alterno que tanto me gustaba.
Lo peor de todo es que no era una opción, simplemente lo tenía que hacer.
Es en ese preciso momento todo se juntó: el cansancio, la falta de tiempo, las ganas de hacer cosas nuevas y la necesidad urgente de tomar decisiones.
Y fue allí cuando saqué mi “balanza mágica”, un método que uso cuando no sé por cuál opción irme. Es bastante práctica, pongo lo positivo y lo negativo de cada opción y así de fácil, determino cuál es la alternativa más positiva y me inclino por ella.
Eso fue lo que hice con la decisión laboral que debía tomar. Confieso que desde antes, la balanza estaba un poco inclinada hacia mi trabajo alterno, porque no soy de quedarme mucho tiempo haciendo lo mismo; me aburre llegar a la monotonía en cualquier aspecto de mi vida y quizá para muchos eso sea negativo o yo sea una inconforme, pero, lo que pienso es que cambiar de lugar nos permite oxigenarnos, tener nuevos conocimientos, reforzar otros y conocer gente nueva. Todos esos detalles que lo engrandecen a uno como profesional y como persona.
Y sí, tomé la decisión de irme de una gran empresa y la cambié por la otra que apenas está creciendo y viendo sus frutos. Pero en este momento de mi vida creo que fue la mejor decisión que pude tomar.
Cambiar siempre traerá cosas buenas y no somos plantas; tenemos que movernos, tenemos que ir de un lado a otro; pero sobre todo tenemos que tener el valor para afrontar nuevos retos, para ir sin miedo adonde sintamos que seremos más felices y haremos lo que realmente nos gusta.
Yoana ha escrito otras notas para Asuntos de Mujeres ¿Qué tal esta?: Más que aprender a decir NO, debo saber cómo hacerlo
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