Del desorden alimenticio y la depresión, a: “Sí se puede salir de esto”

Empiezo por aclarar que no soy profesional de la salud, no soy médica, psiquiatra, psicóloga, ni algo que se le parezca. Soy, de hecho, Máster en Administración, escritora por pasión, cantante, actriz y humorista con mis amigos y familiares…

También soy una persona que ha pasado por una depresión diagnosticada como grave, según mi psiquiatra.

La loca (así le decía a mi depresión), se manifestó después de que desarrollé un trastorno alimentario que empezó en casi anorexia – bulimia y mutó a una ortorexia.

En principio, empecé quitando ciertos alimentos, hasta que ya me daba miedo comerme dos hojas de lechuga porque era mucho. Cuando ya estaba casi en los huesos, empezó la depre… Me aislé, me volví casi un zombie, un cuerpo sin alma y la Johana que hablaba tanto, exageraba todo y se reía a carcajadas, se había convertido en “algo”.

Dejé de ser alguien.

Reaccioné a tiempo, busqué ayuda, visité todos los especialistas: psiquiatras, psicólogos, bioenergéticos, nutricionistas, internistas, pastores, padres y chamanes… no logré cita con Walter Mercado, pero la pedí… Me empeñé tanto en esto, que no hacía nada más que buscar solución: leía, investigaba, buscaba en todos lados… pero nada… el vacío seguía, el sentido faltaba, el deseo de muerte aumentaba y las ganas morían.

Así, la chica echada para adelante, solo quería descansar de la vida y echar para atrás. Pensé las mejores formas de morir, la menos agónica, la menos sufrida, que fuera rápida y fácil… Pero me acordaba de Doña Mara (mi mamá) y abortaba la misión.

Uno de mis mejores amigos del colegio se suicidó hace años y recuerdo haberle dicho: “Cuando piense en morirse, piense en el daño que le hará a su mamá y a su familia”. Así que trataba de recordarme eso, cada vez que me venía ese deseo.

La verdad es que mi niñez no fue fácil y me han pasado muchas cosas en la vida a mis cortos 30 años, pero si algo me caracteriza es la resiliencia, la fuerza y las ganas de avanzar… Así que, aunque fuera otra y tuviera recaídas, estaba decidida a salir…

Poco a poco fui avanzando, respecto al trastorno alimentario fui mejorando, incorporando alimentos que había dejado, y eso me hacía sentir mejor.

La mejora va llegando, hay recaídas, uno es terco… se toma los medicamentos, pero a los 5 días los deja “porque no me sirvieron”, vuelvo y empiezo y vuelvo y los dejo… Aún así, la mejora va llegando… Ya por lo menos te vuelves a reír y puedes salir un poco más con la gente.

Pasaron 4 años y poco a poco fui descubriendo cosas que me han servido y que voy a compartirles a continuación, haciendo énfasis primero, en que sufrir de depresión o cualquier otro trastorno mental o psicológico es muy normal y que ir donde un psiquiatra no quiere decir que estés loco.

También que la depresión puede manifestarse por muchas razones, además del tema bioquímico, muchas de ellas por cosas pasadas, pero que se desatan con el tiempo… Es decir, eres tan fuerte tanto tiempo y te ahogas tanto, que en un momento como decimos en mi ciudad, “se te cae el carriel”. Otras veces se da por un hecho puntual (muertes, divorcios); y todos, absolutamente todos, inclusive una payasa como yo, puede sufrir de depresión, porque quien menos piensas, puede estar lidiando con ella.

ENTONCES COMO NOS GUSTAN LAS COSAS A MODO DE INSTRUCTIVOS: “PASOS PARA”… “10 FORMAS DE”… LES CONTARÉ LAS MÍAS. NO SON FÓRMULAS MÁGICAS, PERO PUEDEN SERVIRTE, ¡OJALÁ!

  1. Dejé de seguir cuentas en redes sociales que me afectaban y no me aportaban: Las redes han disparado los trastornos de ansiedad, depresión y la conducta alimentaria en una forma alarmante, así que dejé de seguir cuentas de chicas y chicos fitness, pues muchos viven una vida tan estricta y poco flexible, que por eso tienen su cuerpo así… con mucho mucho mucho sacrificio alimenticio, social, mental y claro, ayudas de esteticistas e inyecciones (Muchos). También dejé de seguir cuentas de recuperación, sentía que eso lo que hacía era victimizarme más: “Sigue tu camino, un día vas a salir, persevera” uno piensa: “Pero cómo!!!! ¡Denme un Manual!”. Dejé también muchas cuentas de promotoras de amor propio, que lo que terminan haciendo es volverse exhibicionistas diciéndote hasta como debes masturbarte porque es un acto natural que incrementa tu autoestima. Sigo a las que de verdad representan mis ideas y me parecen chéveres los posts, que me sirven.
  2. Empecé a seguir otras cuentas en redes: Cambié esas cuentas por páginas graciosas, que me hicieran reír todo el tiempo… Nadie es capaz de tener un mal pensamiento mientras se está riendo, inténtelo. Amo el fútbol, así que sigo mucho fútbol, a mis amigos, los de verdad y no los que sólo presumen viajes y vidas perfectas que indirectamente eso a mí me afecta.
  3. Dejé de meterle tanta energía a esa energía: Invertía tanto tiempo pensando en cómo quitarme la tristeza, la ansiedad, el insomnio y el trastorno alimentario, que mi cabeza no pensaba sino en comida, muerte, decepción y mi cuerpo permanecía rígido. No sólo el pensamiento, todos los libros que leían era sobre Eso, todo lo que buscaba en Internet era sobre eso: “Técnicas para quitar la depresión” – “Como dejo de pensar en comida” … de verdad no entiendo cómo saqué adelante una maestría si mi mente estaba sólo allí. Empecé a leer otro tipo de cosas: novelas, investigaciones, teorías de conspiración… me convertí en detective empírica y en amante de la psicología. Si ahora nos conocemos, te hago un psicoanálisis a mi manera amateur.
  4. Me empecé a repetir ideas afirmativas y en presente, así me costara mucho. Leí un libro que se llama “Deja de ser tú” de un autor llamado Joe Dispenza, el cual explica de una manera muy científica, es decir, desde teoría cuántica, observación de subpartículas atómicas y átomos, cómo esto maneja tu mente desde la coherencia del pensamiento con la sensación y la acción. Yo puedo ser como me dice un coach y levantarme: Hoy soy feliz y quiero dinero y la libertad económica y bla bla bla…. Pero en el fondo, eso no es lo que siento, así que me engaño. El tipo explica al final, técnicas impresionantes para que puedas cambiarte, porque finalmente somos 99.99999% energía y 0.000000.1% materia física. Si le da mucha pereza leer, existe el audiolibro en internet, y en youtube pueden encontrarlo.
  5. Dejé de tratarme como víctima y me trataba con mucho amor. Pregúntese, si es su amiga la que está triste, usted no le dice: Ay, ya no estés triste…. Y tampoco le dices: Deje de ser boba, párese… pero tampoco le dice: Pobre, estás en el fondo, no vas a salir… ¡No! Tú la animas a que busque ayuda y le brindas tu apoyo. Haz lo mismo contigo. La depresión te victimiza.
  6. Empecé a mirarme al espejo de frente a los ojos y luego a los lugares que no miraba… me abrazaba y me los cogía diciéndome: ¡Mamasita preciosa! Ya cada vez que salgo del baño me echo los perros. Suena ridículo, pero de verdad sirve.
  7. Empecé a bailar otra vez: Como practico entrenamiento pesado, con levantamiento de pesas, rutinas de resistencia y cosas muy “masculinas”, porque por mi experiencia en la vida me quise volver fuerte para autoprotegerme, me daba miedo perder masa muscular, para no verme flaca, ó sea, no verme débil. Entonces empecé a practicar una o dos veces a la semana el baile… con señoras de 55 y con chicas de 26… eso resalta mi parte femenina otra vez.
  8. Hice un ejercicio muy importante de sanación. Siempre te dicen: “Hay que sanar para que puedas avanzar” – ¡Sí, pero cómo!! eso no es sólo diciendo perdón o te perdono y ya estoy bien. Lo que yo hice fue empezar por 21 días un proceso de sanación en el que durante los primeros siete, escribí cartas dirigidas a mis padres en las que les decía todo, aceptaba todo, les ofrecía perdón y los perdonaba a ellos. Esta parte fue MUY dura porque acepté cosas con las que viví toda mi niñez y crecí con ellas. Le prometo que va a llorar como María la del Barrio cuando le quitan a Fernandito. Los siguientes siete días le escribí las cartas a mis relaciones, me gasté cinco días en las más tormentosa y dos en las otras dos, y los últimos siete días me escribí a mí misma…. Me dije todo, me perdoné, me confronté, me acaricié, lloré tanto que hice un lago en la parte de atrás de la casa… Cada carta, apenas la terminaba de escribir, la leía en voz alta, la lloraba otra vez y después la quemaba… Así con las 21. Al día 22, sentía 148 kilos menos de dolor. Ahora, cada vez que siento algún ahogo, cojo mi cuaderno, escribo, me desahogo y hablo. Ya no trago, para no seguirme llenando de dolor.
  9. Hice terapia primaria…. Uno nace de una forma, pero la crianza que te dan tus papás hace todo de ti… así que un día me puse a escribir toda mi historia en una hoja… fueron como ocho millones en realidad, me quedé de pie varias horas para lograr mucho estrés en el cuerpo y así a lo loco empecé a recordar cada suceso que no fue fácil y empecé a gritar lo que hubiera querido decir en ese momento, en vez de quedarme callada o decir lo que dije y no sirvió, dejé de bloquear. Otra vez lloré y grité tanto, que si alguien me veía me traían o a la policía o a un exorcista.
  10. Continué mis medicamentos. Aquí no hay nada que hacer… es una ayuda tenaz. Es como si tuvieras diabetes, ¿Qué haces? Te aplicas diariamente la insulina. Es lo mismo, lo que pasa es que por ser mental se estigmatiza, pero es necesario. Seguramente en un momento determinado, vas a sentir tanta mejoría, que ya no vas a requerir de ellos, pero eso te lo dirá tu especialista.
  11. Aprendí a meditar: Yo pensaba que meditar era dejar la mente en blanco y hacer eso en una mente que es como un cruce entre el demonio de Tasmania, el pájaro loco y el correcaminos junto, difícil…. Bajé una aplicación que se llama Head Space y me ha ayudado mucho a entender que no es así y ahora medito sin su ayuda. El libro “Deja de ser tú”, también te enseña una meditación muy eficaz para cambiar los pensamientos y obtener distintos resultados.
  12. Escucho música que me haga bailar o animar. ¡Ya no escucho música cortavenas porque sí! ¡Así que a perrear Mami y a cantar a lo loco! La música estimula mucho tu cerebro.
  13. Empecé a actuar antes de buscar la motivación. Esperamos tanto la motivación, que no actuamos. Hacerlo al contrario funciona más.
  14. Abrí mis pensamientos a la felicidad colectiva. Buscar un carro, una casa, un trabajo, es algo hedónico, lo consigues, eres feliz y luego pasa… Busca aquellas cosas que sabes que te darán felicidad de por vida: un perro, un hijo, una familia… qué se yo.
  15. Empecé a sentir sintiendo: En mi nueva relación, me daba dificultad entregarme porque pensaba que “no sentía”, era esquiva a un abrazo o un beso, pero luego cerré ciclos y decidí dejarlo entrar sintiendo, no pensando.

Estoy segura de que muchas personas tenemos historias distintas, y no voy a mentirles diciendo que ahora veo todo rosado con fucsia, pero es que la vida es así, te enfrenta a situaciones diarias, buenas, regulares y malas.

Sé que debo seguir trabajando en lo de la comida, pero cada vez avanzo más… aun no me como la empanada frita, pero poco a poco… Lo que sí puedo asegurar es que ya no me levanto a llorar, que ya me levanto de la cama, que hay días que tengo más energía que otros, pero ya no pienso en morirme, ya camino, no me canso, ya no me pesa la vida, ya avanzo, otra vez me río a carcajadas y cuento chistes negros…

Así que lo que puedo decirte es: trata de hacer algo, que en el fondo está, lo que pasa es que tu depresión se convirtió en tu supuesta personalidad y dejarla es abandonarte…. ¡Inténtalo y me cuentas!

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