El significado de ser expatriado es simple: una persona que -de forma temporal o permanente- vive en un país diferente al que nació.
Pero detrás del concepto se escoden infinitas particularidades.
En mi caso, ya son 10 años fuera de Venezuela y en tres países muy diferentes: Panamá, Bélgica y Suiza. Ha sido un largo viaje lleno de alegrías y tristezas, de aprendizajes, mudanzas y cambios que han transformado mis intereses y motivaciones.
Emigrar no es para todo el mundo.
De hecho, una de las causas más frecuentes de la repatriación temprana es la incapacidad del cónyuge que no trabaja para adaptarse al nuevo país, al tener que afrontar sentimientos de desarraigo y soledad.
Y aunque este no ha sido mi caso, pues siempre trato de verle el lado positivo a todo, obviamente he encontrado difícil vivir alejada de mi familia. Siempre se extrañan las costumbres, la comida y el clima. Pero hasta ahora lo más difícil ha sido acostumbrarme a la incertidumbre, a no saber exactamente qué me depara el futuro.
Pero, con el tiempo, un fenómeno extraño aparece: sientes que no perteneces completamente al país en el que resides, pero tampoco perteneces ya al lugar que te vio nacer. ¡Eres una persona que ha cambiado! y casi siempre para bien.
Emigrar te hace más tolerante, más open mind, porque la posibilidad de conocer otros lugares -diametralmente diferentes a tu país de origen- es enriquecedor y educativo. Tienes la oportunidad de viajar a lugares que ni pensabas conocer, de aprender otros idiomas o simplemente practicarlos.
Asimismo, vivir expatriado normalmente supone beneficios laborales y monetarios, mejor educación para los niños y mayor capacidad de ahorro.
Me mudé de país… ¿Y ahora qué hago?
Durante mis primeros cuatro años de emigrante logré conseguir un trabajo estable, que me gustaba y era totalmente acorde con mi desarrollo profesional. Vivíamos en Panamá, donde podía comunicarme perfectamente en mi idioma.
Pero al mudarnos a Europa el desafío fue mayor. Embarazada y con una hija de 11 meses, mis planes laborales quedaron en pausa. Aproveché al máximo el tiempo para dedicarme a mi familia, apoyar a mi esposo en su desarrollo profesional, estudiar otro idioma y planificar viajes. Conseguir un trabajo como periodista en un país en donde hablan tres idiomas diferentes significaría un esfuerzo titánico.
Con el tiempo tuve que reinventarme (a veces es bueno alejarse de la cotidianidad para darse cuenta de lo que realmente queremos hacer).
Me tocó descubrirme a mí misma: qué me gustaba hacer y que no, y qué cosas había hecho antes solo porque la situación se prestaba para eso. Me di cuenta de que extrañaba escribir y tenía muchos años sin hacerlo. Que me encantaba ser mamá pero que también me gustaba ser periodista.
Me di cuenta de que necesitaba volver al ruedo, pero haciendo algo que realmente disfrutara. No por dinero, no por un puesto de trabajo. Gracias a Dios tenía el tiempo y la solvencia económica para hacerlo. Y ya después de varios años, con ambos niños en la escuela, he tenido la motivación de iniciar un proyecto profesional.
Uno de mis pasatiempos favoritos siempre ha sido organizar detalladamente cada uno de los viajes familiares que realizamos: qué lugares visitar, dónde hospedarnos, cómo movernos, cómo ahorrar y en qué gastar un poco más.
Lo disfruto tanto, que decidí fusionar mi experiencia periodística con mi experiencia en viajes y crear un blog llamado vivedeviaje.net para compartir mis guías de viajes, datos, consejos y fotos familiares de los destinos que hemos tenido el privilegio de conocer.
Este proyecto me ha permitido descubrir lo que realmente me gusta. Puedo escribir en español y tener una audiencia amplia, independientemente del lugar en el que resido como expatriada.
Así que, en un futuro, espero que mis textos y fotos motiven a muchos a viajar. Pero lo más importante: Espero que los motive a descubrirse y reinventarse, así como yo lo he hecho.