Ayanta Barilli: los escritores escribimos sobre lo que conocemos y sobre lo que nos mueve el piso

Ayanta Barilli Asuntos de Mujeres

“Los hijos estamos llenos de mentiras y los padres llenos de secretos”

Cuando llego al lugar acordado, consigo a Ayanta Barilli recostada de una pared, con los ojos cerrados, dándole una calada profunda a su cigarrillo. Con el cabello recogido, una camisa blanca a rayas y con apenas maquillaje, me sonríe a la distancia.

Así, al natural, la encuentro guapísima y se lo digo. Me agradece el gesto, pero apunta que está muy cansada, agotada.

No es para menos, no solo está metida en la vorágine de la promoción de su nueva novela, sino que lo hace atravesando el luto por su padre, el también escritor Fernando Sánchez Dragó, quien falleció repentinamente hace un par de semanas.

Como si fuesen cosas del destino, Por si no amaneciera (Planeta, 2023), el libro del que vamos a hablar, cuenta una larga y sentida despedida entre un padre y una hija y, aunque es una historia de ficción y empezó a escribirse hace cuatro años, es inevitable hacer comparaciones entre el contenido de la novela y la propia vida de la autora.  

Aquí les presento mi entrevista.

Ayanta, ¿cuál es la chispa que encendió esta novela?

Pues, fueron dos chispas las que me impulsaron a escribir esta novela.

La primera, el momento psicológico en el que estaba, porque empezaba a tener muy presente el miedo profundo por la posible muerte de mi padre. Es decir, son esos elementos en la vida en los que notas que por enfermedad o por ciclo vital, vas a tener que enfrentar la muerte de alguien tan importante como es un padre, alguien tan importante como era MI padre para mí.

Esta es la sustancia de este libro, el fondo. Aunque sea de ficción, aparece por una emoción muy concreta, que es ese “¿qué voy a hacer yo cuando esto suceda y quién voy a ser yo cuando mi padre desaparezca?”. Eso, por un lado.

¿Y la segunda?

Bueno, sucede algo concreto, que es que el padre de mi hija, a quien también está dedicado el libro (porque está dedicado a dos padres, el mío y el de mi hija), envía un video en el que se ven los primeros 10 años de la vida de ella. Se ve ese recorrido tan impresionante que va desde que era un gusanito, hasta convertirse en una mariposa; una niña que, en este caso, crece y se convierte en lo que será.

El video no era cualquier video casero, es una película con todo: música, una imagen preciosa y un montaje bellísimo. Él le había prometido a su hija que iba a hacer ese montaje cuando cumpliera 18 años, pero pasó el tiempo y el video no llegó.

Hasta que un día me llega y me encuentro con una película de una hora que me desbarata completamente. Me paso una hora llorando por el impacto que tiene el tiempo en nosotros: los cambios que produce, la pérdida que genera y, al mismo tiempo, todo lo hermoso, lo amado.

Empiezo a verlo con mucho detalle. Mientras me acostumbro a ese cambio de mi hija, empiezo a ver todas las capas que tiene esta película.

Tiene la primera, la más evidente, que es la de nuestra hija; tiene una segunda capa que es la de la pareja, que fuimos él y yo, toda esa historia que inició y acabó, que se convirtió luego en otro tipo de relación; tiene otra capa que es la de mis amigos y familiares que pasaban por la casa, todo lo que les iba ocurriendo que yo sabía y todo lo que les fue ocurriendo después, en ese futuro que ya es pasado.

Al final, detrás de todas estas capas, la casa. Una casa habitada, en el sentido más profundo de la palabra. Tenemos esa casa que vive, que palpita, que cambia también en el devenir del tiempo. Los muebles y los cuadros cambian de lugar y los libros también varían.

También esa casa está sometida a todos esos cambios y se convierte en un personaje fundamental en mi vida y, desde luego, en esta historia de ficción.

Eso es lo que sucede en la realidad. Entonces, yo veo que eso me muerde el corazón, que al fin y al cabo es lo que me interesa de la literatura: hablar de emociones. Hay cosas que son mías, que son muy personales, pero que yo sé que tú puedes comprender perfectamente, tiene esa universalidad que hace también que al final sea tan mía como tuya. A partir de ahí empiezo a escribir esta historia.

¿Empiezas a escribir sobre todo esto pensando que va a ser una novela?

Es que lo que me estaba pasando era tanto, que se convierte como en un juego de espejo, ese eterno retornar a ti mismo, a esas versiones de ti misma que has sido a lo largo de tu existencia y también de las personas que nos rodean. Entonces, es como una especie de muñequita rusa: muchas historias que terminan conformando una única gran historia.

Cuando empecé a escribirla sabía que era una novela, quería escribir una novela, pero no tenía ni idea de cómo escribirla. A mí me gusta mucho distinguir esto, porque me parece explicativo para entender este proceso. Hay algunos escritores que son de método, tienen todo perfectamente estructurado, que a mí me dan envidia.


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Ayanta Barilli: los escritores escribimos sobre lo que conocemos y sobre lo que nos mueve el piso

Hablando con escritores te das cuenta de que cada uno tiene su técnica, porque esto es así, da mucha seguridad saber cuántos capítulos va a tener una novela, qué va a decir, qué va a pasar y que va a ocurrir en cada capítulo.

Y tú no eres así…

¡Qué va! Yo soy de brújula, es decir, no tengo ni idea. Yo empiezo a escribir y voy haciendo camino al andar.

Aunque me genera mucha inseguridad y mucha preocupación a lo largo del proceso, porque siempre tengo la sensación de que estoy caminando al filo de un abismo y que, de repente, me puedo quedar sin novela, no poder continuarla porque no se sostiene. Es algo que puede ocurrir y me da muchísimo miedo. 

¿Te ha pasado?

No, no me ha pasado nunca hasta el momento, pero siempre es una amenaza que tengo ahí, porque escribir cuesta tanto trabajo, que de pronto tirar 100 páginas o 50. Pero, bueno, escribo así, esa es la realidad.

De alguna extraña manera, pienso que la novela está escrita dentro de mí y lo único que tengo que hacer es respirar y hacer que poco a poco vaya saliendo, diría que es un acto de fe.

Entonces, empecé a escribirla y cuando ya llegaba a unas 100 páginas o algo así, me di cuenta de que me había metido en un “fogón” muy serio, y que necesitaba una pizarra, un corcho, con mil fichas: el personaje de Anita en un color y el personaje de Manuel en otro.

Tuve que hacerlo para entender dónde estaba y hacia dónde iba, entender cuáles eran los puntos de vista, qué parte era interesante repetir y cuáles no.

También para que, a la hora de armarlo, fuera gozoso para el lector. Es decir, que el lector no se perdiera o que le costara leer; que fuera ameno.

Has dicho que Si no amaneciera es una historia de ficción, pero para quienes te hemos leído antes, son evidentes las similitudes con tu historia personal: la niña que pierde a su madre italiana siendo pequeña, la relación de tu padre. Entonces, ¿es ficción o autoficción?

Es ficción en el sentido de que es la historia de un zapatero y de una bailarina, por lo tanto, no tiene nada que ver con la realidad. Pero claro, si uno conoce a un escritor cuando lo lee, o en especial los que te conocen íntimamente, claro que vas a encontrar muchísimas cosas que tienen que ver con su propia biografía.

Porque, al fin y al cabo, los escritores escribimos sobre lo que conocemos y sobre lo que nos mueve el piso, como dicen los argentinos.

Entonces, claro que aquí hay muchos elementos que son autobiográficos, pero los personajes son una especie de Frankenstein, es decir, claro que en Manuel hay mucho de mi padre y claro que en Anita hay mucho de mí, pero yo también me siento muy identificada con otros personajes.

Así como Anita, yo también tuve una muñeca, que se llamaba de otra manera, pero era mi compañera y con ella tuve unas conversaciones muy interesantes durante mi infancia. Todos esos amigos invisibles también que nos acompañan a lo largo de la vida y se convierten en personajes de carne y hueso en la ficción. Son trozos pegados, cosidos, que al final cobran un rastro.

Hablaste al principio de un elemento muy importante en la novela, casi un personaje más: la casa.

La casa está inspirada, digamos, no en una casa, sino en varias; hay dos o tres que la conforman. Para mí está la casa de mi padre y las dos casas de mi familia en Italia. Siempre tienen una presencia muy importante. Sobre todo cuando te haces mayor, porque de pequeño lo das por hecho, tu casa es tu casa y ya. Pero de mayor, cuando ya tienes la tuya propia, entras a las de tu infancia y dices, “¿qué es esto?, ¿qué es esta foto?, ¿qué es este cuadro?”. Empiezas a buscarle el porqué a todo, “¿por qué esto está aquí?”.

Las casas están hechas de todo, todo lo bueno y todo lo malo. Es ese nido en el que cabe todo. Que ve todo, las ventanas son ojos, todo brilla. Está esta frase que pongo en el libro también sobre el amor que dice “Todo lo que brilla, ve”. Me gusta mucho esa frase porque realmente define muchas cosas. Hay personas que brillan y ven, ven en el sentido más amplio del término y las cosas también ven, nos ven.

Siendo este libro una larga despedida de una hija a un padre, y también de un padre a una hija, la nostalgia también es un aspecto importante, un hilo conductor.

Lo haces evidente con muchas frases, pero hay una en la que creo que está contenido prácticamente todo el libro: “Los hijos estamos llenos de mentiras y los padres llenos de secretos”.

Bueno, es verdad, hay algo que es sorprendente, pero que creo que nos pasa a casi todos, que es que cuando se muere nuestro padre o alguien importante en nuestra vida de la familia, nos damos cuenta de que no lo conocemos. O sea, que bueno, que hemos tenido una relación muy afectiva, muy cariñosa, muy grande, pero no sabemos quién era esa persona realmente.

Entonces empezamos a mendigar información en gente cercana, en amigos, en parejas, exparejas y primos;  y te empiezan a contar cosas que te soprenden mucho. Puede ser un secreto pequeño, no digo tampoco que tengamos un cadáver en un armario sino, cosas que definen a la persona.

Y dices, “pero, Dios mío, ¿cómo puede ser que no me sentara a hablar sobre esto a lo largo de mi vida para conocer a quién me crió?, ¿cómo puedo conocerme a mí misma, si no sé quién es mi padre, o quién es mi madre?”, es un poco lo que se plantea aquí Anita, la protagonista.

Pasa a la inversa con los hijos, es decir, los hijos contamos mentiras a nuestros mayores, porque pensamos que no nos van a entender, que nos van a criticar, porque sí, porque es así, por definición.

¿Te pasó con tu padre?

No, esto es algo que yo, Ayanta, admiro de mi padre, porque sí he tenido secretos con otros miembros de mi familia, pero no entre mi padre y yo. Él fue un todo: fue padre, madre, gato, escritor y sabio; un personaje totalmente excéntrico.

Tuvimos siempre grandes conversaciones, realmente hermosas, que ahora me están acompañando de una manera que no me lo esperaba, realmente luminosa, porque tengo la sensación de haberle conocido profundamente y que él me ha conocido profundamente.

Esto es un tipo de amor que luego de que te acompaña en vida, te acompaña también en otra dimensión. Entonces este libro es un llamamiento a decir, “bueno, no esperes a que sea muy tarde, no pierdas la oportunidad de entender la vida de tus padres de un modo sensible y presente”; porque lo cierto es que uno está arrollado por todo el barullo de la cotidianidad, por pequeños problemas, cuando lo que realmente tenemos es el aquí y ahora.

Entiendo que tu padre leyó el libro.

Lo leyó, afortunadamente, 10 días antes de fallecer.

Además, nosotros teníamos esta relación de padre e hija, pero también una muy literaria, de nuestros libros y demás, pero nos pasábamos los libros solo cuando estaban absolutamente terminados, porque luego está mal puesta una coma y te hace sentir que no está bien nada de lo que has escrito.

Entonces, pude pasarle la copia final del libro que luego ya va a imprenta. Me envió un correo aterrador que decía, “acabo de terminar el libro y exige una honda conversación”.

Y tuvimos esa honda conversación de la que me alegro mucho y que no solo fue honda, sino que fue muy hermosa. Fue como un gran abrazo final, porque fue casi nuestra última conversación, para seguir bailando y escribiendo.


Ayanta Barilli será una de nuestras docentes en el I Congreso Iberoamericano de Letras.

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No todo el mundo tiene esa conversación final.

Me doy cuenta. Ahora mismo estoy devastada. Estoy completamente desconsolada, pero me doy cuenta de la enorme suerte que he tenido y lo agradezco.

Siendo todo tan reciente, creo que es muy valiente estar sentada aquí, repetir y hablar de esto una y otra vez.

La verdad es que pensaba que no iba a poder abordar esto. De hecho, había la duda en la editorial, pero mi padre decía siempre que había que aprovechar el impulso del enemigo, que era el mayor impulso que había.

Y, en este caso, el impulso del enemigo es este duelo que estoy pasando, mi estado de ánimo. Pero le doy la vuelta y aprovecho ese estado de ánimo para hablar de esta novela, con la emoción que me produce, para intentar transmitirlo a todos los que van a leer esta entrevista.

Está siendo desde que empezó la promoción, han pasado tres días, muy cansado, pero al mismo tiempo como una especie de gran psicoterapia compartida con todos vosotros, porque entiendo que me entendéis.


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