La palabra es de plata y el silencio es de oro

Es una realidad que a la mayoría de las mujeres, por no generalizar, nos encanta hablar. Disfrutamos contar nuestras historias, de hecho, se ha demostrado que las mujeres decimos, en promedio, entre 12 y 15 mil palabras, mientras que los hombres solo dicen entre 3 y 6 mil palabras al día.

Sin lugar a dudas, una mujer como yo, a quien le encanta hablar, expresa su esencia a través de su voz, llega a sentirse como pez en el agua cuando habla con quien sea y donde sea, desde un compañero de avión completamente desconocido hasta una amiga, compañero de trabajo, un familiar o la pareja.

 

Pero ¿sabemos escuchar?

 

saber escuchar a los demas

¿Qué creen ustedes que pasa cuando desarrollamos o venimos con el chip activo de la palabra hablada y no nos permitimos escuchar? O digamos que apreciamos que nos escuchen pero escuchamos a media, pasa que prestamos atención tan sólo a una parte del mensaje, aquella que consideramos más importante para nosotros porque estamos pensando en lo que vamos a responder o en lo que queremos decir, y esto hace que nuestro proceso de comunicación sea ineficaz ya que muchas veces distorsionamos el mensaje, pero sobre todo no disfrutamos de la historia del otro.

Les cuento una anécdota reciente que me llevó a mejorar mi escucha activa:

Yo soy una de esas mujeres que, a diferencia de la mayoría, no tiene problemas cuando le preguntan la edad ¡y me encanta cumplir años! cuando llega ese día tan especial para mí, no tengo problema alguno en recordarle a mi gente que estoy de cumple o puedo llegar a cualquier sitio haciéndoles saber que ése es mi día especial.

Ese día suelo pasarlo en familia y con amigos en un rico compartir donde aprovechamos para reencontrarnos y actualizarnos, pero este año me tocó experimentar algo totalmente diferente.

Justo el día antes de mi cumpleaños me dio una tos que me fue poniendo afónica durante el día, y en la noche, al terminar mis actividades, ya no podía decir una palabra, me quedé literalmente en MUTE; yo no podía creer lo que me estaba pasando y me desesperé hasta sentirme muy triste.

A muchos les debe causar risa esto, pero yo solo me preguntaba (muy angustiada) cómo iba a hacer para contestar las llamadas al día siguiente y escuchar los lindos y emotivos mensajes que la gente que me ama suele decirme. También me preguntaba cómo me comunicaría con los demás durante mi reunión de cumpleaños.

Tuve que respirar, ser paciente y cambiar mis planes; decidí ir al médico en el día de mi cumpleaños y me prohibieron hablar, (igual no podía hacerlo, así que me toco sonreír y hacer silencio).

Aunque no puedo negar que no fue fácil, tengo que decir que comunicarme no fue imposible. Ese día comencé a escuchar y escuchar y en el compartir me costaba no poder hablar, pero me di la oportunidad de seguir escuchando. Este será un cumpleaños inolvidable porque ha marcado mi pauta en el arte de la escucha y como nada pasa por casualidad, es la base para cuando termine de estudiar Coaching.

A veces tenemos que aprender de manera diferente a la esperada ¿O no?

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