Después de 17 años, la multipremiada escritora Luisa Castro (España, 1966) vuelve a escribir una novela, ¡y qué novela!
Sangre de horchata (Alfaguara, 2023) es un libro increíble en el que los límites entre el drama y la comedia están completamente desdibujados.
Incluso ahora, días después de haber terminado la lectura, no sabría decir con certeza si es un drama en forma de comedia o una comedia en forma de drama. Como la vida misma.
Desde Dublín, donde se desempeña como Directora del Instituto Cervantes, tuve el placer de conversar con ella sobre esta novela que habla sobre la ruptura de una familia y de lo que nunca sabemos de los demás porque sucede a puertas cerradas.
Les dejo por aquí la entrevista que le hice:
Me llama la atención que, sobre todo después de la pandemia, han salido muchas novelas que tienen a la familia ¡como un eje central, ¿por qué crees que está pasando eso?
Es una pregunta muy interesante la tuya, porque realmente me hace pensar y reflexionar sobre el momento en el que empecé a escribir la novela, efectivamente en plena pandemia.
Lo familiar al final es lo más importante de nuestra vida, la relación con los seres a los que amamos y con eso el núcleo del que formamos parte.
Yo creo que la pandemia también ha sido un paréntesis en el que todos esos pequeños mundos se han visto constreñidos y casi obligados a conocerse, reconocerse y a profundizar en los problemas, a ponerles caras a los problemas.
Sin duda, esta novela mía tiene algo que ver con eso. Y creo que sí, puede tener esa explicación.
La pandemia nos ha dado una vuelta de tuerca a nuestras propias vidas: los asuntos pendientes que teníamos sin resolver, cuestiones de padres e hijos, madres e hijos y también nos ha hecho revisar el concepto de lo que es una familia y qué nos protege, qué nos amenaza, todas estas cuestiones tan elementales para la vida humana; la pandemia las ha puesto en primer plano y nos ha confrontado con ellas.
Quizás vaya por allí, qué interesante.
La pandemia nos hizo apagar el piloto automático, cuestionarnos todo. En Sangre de Horchata, Belén, tu protagonista, no se había cuestionado su vida hasta el momento en el que empieza la novela. Ella también vivía en piloto automático.
Sí, Belén, en plena adolescencia, está en una edad en la que obviamente ya empieza a cuestionarse cosas y este despertar, abrir los ojos al entorno que la rodea, la encuentra con una familia como la que se describe en la novela, en la que el padre tiene el poder, de algún modo, de forma absoluta, pero es un poder vacío, porque está repartido en torno a una serie de personas en las que este padre delega sus responsabilidades de alguna manera.
También tiene un sentido que se puede contextualizar en la época en la que fue escrito. La novela plantea un problema real de la juventud, pero también de la gente mayor, de las mujeres y de los hombres. De todos nosotros, como sociedad constituida, que empezamos a replantearnos los roles. De lo masculino, lo femenino, del poder en la familia y cómo, después de tantos siglos, hemos entrado en crisis como familia patriarcal.
Una de las cosas que más me gustó de la novela fue el ritmo y que es casi imposible adelantarse a los acontecimientos. Realmente vamos descubriendo la realidad al mismo tiempo que Belén, ¿no?
Sí, Belén y el lector van al mismo ritmo, descubriendo las cosas a un ritmo casi frenético. Así pasa, en la vida tienes que ir respondiendo a los desafíos, casi como quien resuelve un acertijo. Muchas veces a la vuelta de la esquina te encuentras a un monstruo, como en los videojuegos, que te hace que te preguntes: “¿y cómo hago yo para comerme esto?, ¿cómo lo resuelvo?”, sobre todo cuando no tienes herramientas, cuando no eres una persona forjada.
Y lo que dices de los personajes también me lleva en esa dirección, aunque seamos aparentemente personas forjadas, adultas y maduras, muchas veces tenemos actitudes y maneras infantiles, estúpidas, sin sentido y crueles, pero hay también esa otra parte en la que hay un bien en cada uno de nosotros que está clamando por ser atendido, escuchado.
La novela tiene un humor bastante particular. Cuéntame sobre eso.
No era mi intención escribir una novela con ese humor. Lo que pasa es que en todas nuestras vidas están plagadas de situaciones bastante duras, sobre todo cuando somos jóvenes o vulnerables. Convivir con estas circunstancias duras o adversas hace daño, y la única manera de superar eso y de contar eso es desde una perspectiva que solo el humor te lo da. Convertirlo eso en risa. Pero no una risa sardónica, sino una del corazón, decir: “Pues sí, yo voy a estar por encima de esto, no vas a poder conmigo”.
Yo creo que la literatura se ocupa de eso esencialmente, de hablar de la condición humana y de explorarla.
Todos los personajes de Sangre de Horchata están llenos de matices. No hay nadie completamente bueno o completamente malo.
Es que así es la vida, aunque seamos aparentemente personas forjadas, adultas y maduras, muchas veces tenemos actitudes y maneras infantiles, estúpidas, sin sentido y crueles; pero hay también esa otra parte en la que hay un bien en cada uno de nosotros que está clamando por ser atendido, escuchado.
Otra cosa muy presente en la novela es la salud mental, aunque no se hable explícitamente sobre ello
Exacto, es verdad; pero yo creo que el lector no tiene muy claro si es una enferma mental o es que la han enfermado. No sé cómo lo ves tú como lectora. Yo lo veo un poco en esa cuerda de la ambigüedad, rodeada de esos hombres y esas estructuras masculinas de poder, podría también ese personaje ser el reflejo de una mujer que termina enferma, una mujer a la que han, desde el principio, un poco apartado para que no estorbe, no moleste. Por supuesto, le han limitado la visita a los hijos, o quién sabe, quizás la han expulsado un poco.
Es un poco cómo expulsamos todo lo que es del ámbito sensible y de lo humano. En estas sociedades tan carcomidas por la idea de poder, de libertad, pero libertad para el hombre. Libertad para el que decide.
Bueno, todas estas cosas quizás estaban en mi mente a la hora de elaborar los personajes y la historia, pero la historia se fue haciendo por sí misma y, por tanto, tampoco es un reflejo exacto de lo que yo hubiera querido decir, no necesariamente está ahí.
No es una novela exactamente de denuncia, simplemente creo que es un organismo que está vivo, que se va desenvolviendo por sí mismo y que tiene algo también como de juego. Belén está jugando con esos ingredientes de su propia vida para salirse de ese juego un poco perverso en el que se ha desarrollado.
La escritura tiene gran relevancia en la novela, ¿qué función tiene para ti la escritura?
Decir “aquí estoy”, ¿sabes? Plantarle cara a la vida.
Yo siento esto, creo esto y pienso esto; puedo expresarlo, puedo decirlo y no me vas a callar. Eso es la escritura.
Desde el principio, la escritura es celebración, es crítica, es defensa, es ataque, es muchísimas cosas. Es una gran arma.
En la novela si lo piensas hay como tres elementos fundamentales. El dinero, el sexo y el arte. Son tres cosas importantísimas en la vida. En el caso de la escritura, el arte puede con todo, y a través del arte uno puede dominar sus instintos, señalarlos y decir “aquí me has hecho daño. Lo voy a contar y lo voy a contar con arte”
¿Tienes algún ritual para escribir?
Pues el ritual para mí es que necesito unas horitas o un tiempo de calidad al día, necesito que mi mente esté liberada de preocupaciones. Aunque te confieso que esta novela yo la escribí en medio de dos preocupaciones muy fuertes, muy intensas. A veces es precisamente eso lo que te obliga a sentarte y a refugiarte en la escritura.
La escritura es un refugio, una manera de canalizar tu mente para no dispersarte en esta vida tan complicada de gestionar a veces.
Otra cosa es que necesito estar sola, no puedo escribir en presencia de nadie, ni siquiera que esté rondando por la casa, no puedo. Lo pude hacer por un tiempo cuando mis hijos eran pequeñitos, pero ni así, escribía cuando estaban en el colegio. Esencialmente, es eso: tiempo y espacio.
Ante la página en blanco, ¿qué haces? ¿Cómo sueles romper la página en blanco?
Es todo lo que te decía antes, la zambullida en la página en blanco es un poco una zambullida en el vértigo, lanzarse al vacío y hacer frente a ese horror, al vacío de la página en blanco que es el vacío de la vida, es el vacío de vivir. Esto es algo que sucede muchas veces cuando eres empujada a ese vacío, cuando ya el contexto y el entorno es tan presionante, que realmente eso tiene que salir de ti y formularse.
Yo sé que hay gente que escribe o trabaja la escritura de una manera más metódica, también soy capaz de hacerlo y siempre tengo como mil temas y proyectos de novelas en mi cabeza y me gustaría disponer de todo el tiempo para eso, pero ya hace tiempo que yo compagino la escritura con mi trabajo de directora del Instituto Cervantes en el exterior y por eso ya mi esfuerzo está muy canalizado.
Yo me siento a escribir cuando un tema realmente tira de mí, lo requiere, me llama, me lo pide y es casi inevitable.
Aprende a escribir junto a grandes escritores y escritoras de toda Iberoamérica en el I Congreso Iberoamericano de Letras, un encuentro virtual, los días 9, 10 y 11 de junio, en el que obtendrás todas las herramientas que necesitas para escribir y publicar el libro que sueñas.
Compra tu entrada en www.congresodeletras.com
Foto principal: Patricia Rosas-Godoy.