¿Cómo es la relación que tienes con tu mamá?

Relación mamá hija

Para nadie es un secreto que la relación madre e hija está llena de carga emocional y, en algunos casos, de tensiones.

En nuestra posición de hijas es muy fácil reclamar y juzgar a nuestra madre por lo que hizo o dejó de hacer; y en la posición de madres también es fácil juzgar a sus hijas por las decisiones que toman y porque no “cumplen” con sus expectativas o no hacen lo que ellas consideran “bueno”.

Personalmente, creo que nuestras hijas no vienen a este mundo a cumplir nuestras expectativas ni a ser una prolongación de nuestros sueños, creencias y deseos. Ellas vienen a vivir sus vidas de la forma que lo decidan.

Desafortunadamente, esto es difícil de entender para ambas partes, y esta es la raíz de muchas guerras y dolores.

Muchas veces estas diferencias entre hijas y mamás se acentúan o se hacen visibles cuando las hijas se convierten en madres.

Es en ese momento, cuando empezamos a recorrer ese camino de cuidar y educar a un ser humano, que empezamos a ver los huecos y carencias que tenemos y nos damos cuenta de lo que significa ser mamás. Es difícil dar a nuestros hijos lo que no recibimos.


Cómo gestionar a una mamá con actitudes tóxicas

Suscríbete a nuestro canal de YouTube

En mi caso, desde que mis hijas llegaron a mi vida, he pasado por un proceso que me ha obligado a ver mis heridas, carencias y dolores. Nuestra primera reacción siempre es reclamar o buscar un culpable, en este caso, la culpable de todos mis males era mi mamá.

No sé si les pasa, pero cuando a mi hija menor le sucede algo malo, me dice: ¡es tu culpa, mamá!, así yo no haya tenido nada que ver. Raro, ¿no?

Crecemos y nuestra niña interior herida reclama lo que no le dieron. Nos resentimos y la relación con mamá se hace más difícil, algunas veces al punto de distanciarse y de no hablarse porque hablar es imposible, convivir es doloroso y solo hay cruce de reclamos y críticas.

Esto nos lleva a hacernos promesas como: “Jamás seré igual a mi mamá”; “Jamás le haré a mis hijos lo que me hicieron a mí”; ”jamás abandonaré a mis hijos”; ”jamás les pegaré”; etc.

Sin embargo, en esa larga lista de promesas terminamos haciendo lo mismo que ellas hicieron, o todo lo opuesto con tal de no repetir su modelo, alejándonos de quienes realmente somos como mujeres y mamás. 

En este deseo insano de “NO querer ser igual a nuestra madre”, empezamos a creernos mejores y superiores porque “nosotras SÍ lo estamos haciendo bien”.

Con este autoengaño lo único que logramos es dar vueltas en una dinámica conflictiva que nos hiere y aleja de poder dar a nuestras hijas e hijos lo bueno que sí tenemos para ofrecerles y lo que sí somos realmente.

¿Cómo salir de esta tensión entre mamá e hija?

  1. Ten la sinceridad de reconocer que así no lo manifiestes, tienes reclamos, rabias o dolores hacia tu mamá. No tienes que decírselas a ella, pero te libera reconocer esto sin ningún tipo de juicio. A veces nos sentimos mal o nos juzgamos por tener rabia hacia nuestra madre.
  2. Date cuenta de que quien está sedienta de amor, atención y reconocimiento es tu niña interior, y por eso, ella está resentida y dolida.
  3. Desde la adulta que eres, hazte cargo de tu niña interior. Ámate, valórate, y date el reconocimiento y atención que necesitas. No esperes que sean otros los que llenen esos vacíos, el llamado es a atender tus propias necesidades.
  4. Reconoce que NO eres mejor que tu mamá. Ella hizo lo mejor que pudo con lo que tenía, así como lo estás haciendo tú. No lo estás haciendo mejor, lo estás haciendo diferente. 
  5. Autoobsérvate e identifica tus patrones de crianza. ¿Estás educando a tus hijos desde el deseo de no ser igual a tu mamá?, ¿estás repitiendo lo mismo que tu mamá o te estás permitiendo ser la mamá que deseas ser?
  6. Acepta a tu mamá como es, no gastes más energía tratando de cambiarla o cambiar la historia entre ustedes. En la medida que la aceptas o rechazas, estás aceptando o rechazando una parte de ti.
  7. No esperes la aprobación de tu mamá en las decisiones que tomes. A veces el camino es aceptar que tienen diferentes puntos de vista o forma distintas de hacer las cosas, lo importante es aprender a poner límites y, desde un lugar de respeto y amor, llevar la relación.
  8. Agradece por la vida de tu mamá. Agradece porque esa mujer, independientemente de lo buena o mala que sea la relación que tienen, te dio la vida, y si no fuera por ella, no estarías aquí. 
  9. Recibe lo mucho o poco que tu madre tenga para darte, y empieza a darles a tus hijos lo que tú tienes y lo que sí ERES. 

Este es un proceso que lleva tiempo. Para algunas será más fácil que para otras, y eso va a depender de la historia de cada una. Algunas podrán hacerlo solas, otras necesitarán algún tipo de ayuda. Sin embargo, vale la pena estar en paz con nuestras madres, por nosotras y por nuestras hijas.

La gran sabiduría de Facebook dice: “La madre representa la vida, y si yo no estoy en paz con mi madre, estaré en guerra con mi vida”.

Después de hacer un trabajo interno e intenso con respeto a este tema, puedo decirles que hoy me siento en paz con mi mamá. Es un proceso de subidas y bajadas, pero vale la pena trabajar en sanar este vínculo.

En caso de que quieras trabajar este tema, puedo asesorarte o acompañarte dependiendo de tu necesidad.

Comparto contigo una carta de hija a madre que le envié a mi mamá cuando estuve lista para hacerlo. Espero que les sirva si tienen el deseo de sanar este vínculo tan importante. 

De hija a madre

Madre, necesito sanar contigo para poder vivir mi propia vida en armonía. Eres el canal que elegí para vivir esta experiencia física y te escogí porque eras perfecta para mí.

Gracias Mamá, lo hiciste estupendo.
Mi niña herida ha estado muy resentida contigo durante todos estos años, te cerré mi corazón desde hace mucho, pero eso me ha mantenido atada al dolor, a un dolor que ya no quiero en mi corazón.
No soy tu víctima porque sé que hiciste lo mejor que podías con lo que tenías y sabías. Ahora estoy libre para crecer, evolucionar y reconciliarme contigo y conmigo misma.

Reconozco a la niña herida que hay en mí y aprendo a darle todo el amor y aceptación que no recibió de la forma en la que ella esperaba.
Me alejé de ti creyendo que con eso iba a evitar el dolor, pero el dolor de no sentirme amada tal y como soy y de no sentirme suficiente, me ha hecho ir por el mundo buscando un amor y aprobación que nadie podrá nunca darme y ello me ha hecho sufrir mucho. Lo reconozco.


He vivido demandando amor constantemente a través de “ser buena”, “ponerme hasta el final”, “dar de más”, buscar aprobación, permitir abusos, querer permanecer, lograr reconocimiento profesional, sufrir por lo que los demás digan o piensen de mí, etc.


Hoy estoy decidida a consolar y sanar a mi niña herida. Necesito reconectarme contigo porque a través de ti es que me reconecto con la vida y con toda mi fuerza interior.


Pido al gran Espíritu poder ver a la mujer que eres sin juicios, poder ver todas tus decisiones sin juicios y poder aceptarte tal y como eres sin que me duela. En la medida que te acepto, me reconcilio conmigo misma, porque tú eres la semilla de donde parto y la que me permite desplegar todo mi potencial.


‘Mamá, tú y yo somos una”, “mamá, tú y yo somos una”, “mamá, tú y yo somos una”.


Yo no soy más grande que tú, no debo sentenciarte. Tú eres el mar y yo el río que nace de ti. La vida y la madre son más grandes que uno, y ante ello solo queda aceptar y rendirse con la mejor disposición. Y así lo hago ahora.

Este es un trabajo interno en el cual cada día te acepto en mi corazón con todos tus defectos y virtudes; sin expectativas, sin esperar que cambies, ni que lo veas, ni me lo reconozcas. Lo hago por mí y por toda mi descendencia.
Con todas las circunstancias que has elegido en tu vida, te honro y respeto tal y como eres. Gracias por darme la vida; honro tu vida tal y como ha sido, honro mi vida tal y como es. No me quedo atascada en resolver tus problemas, te dejo con tus propias cargas porque sé que tú puedes.

Me libero de todas las cargas tuyas que no me corresponden, y quedo liberada para enfocarme en mi vida, en mis proyectos, en mis anhelos. Veo más allá, mi niña interior empieza a calmarse, ya no estoy sedienta de amor, cariño, reconocimiento, aprobación y atención.


Desarrollo mi amor responsable y mi corazón se llena de júbilo.


Sano cuando dejo de querer cambiarte. Mi energía ya no está en eso, estoy enfocada en vivir mi vida. La vida que me pertenece. Puedo alejarte de mi vida, pero no de mi corazón.

La madre y la vida van unidas, no existen la una sin la otra, tomar a la madre es tomar a la vida sin juicios ni tapujos, es un Sí a la vida, es un Sí al cuidado, a la nutrición, ternura, amabilidad; es un Sí hacia un amor más grande por mí misma.


Te prometo que voy a ser una persona feliz; que voy a amarme más que a nada en este mundo y voy a disfrutar mi vida al máximo.

Que siempre voy a rodearme de personas que me amen, me respeten, me valoren y que me den mi lugar.

Que creeré en mí y seré consciente de lo hermosa, talentosa y maravillosa que soy.

Que voy a hacer mis sueños realidad desde mi más grande gozo, libertad, pasión y aprecio.

Que viviré en abundancia, conectada con mi guía interior, tomando las mejores decisiones para mí.

Tomo la vida. Te honro y te bendigo, madre. Tú eres la grande y soy la pequeña. Te pido permiso para hacerlo diferente. Estoy lista para cambiar la historia de todo linaje y descendencia.

Madre, me siento feliz de ser quien soy, me amo con todo mi corazón y disfruto inmensamente estar viva. Gracias por traerme a este mundo”.


Otros artículos de Paola Campos que vale la pena leer:


Foto de Chema Photo en Unsplash

¿Quieres recibir información que te empodere?

¡Suscríbete a Asuntos de Mujeres!

¿Qué temas te interesan?
¡Gracias por suscribirte! Recibirás información que te empodera, te hace sentir bien, te da herramientas y te acompaña. Asuntos de Mujeres es un lugar seguro.
Asuntos de Mujeres