Quienes han tenido hijos saben que la llegada de los pequeños conlleva numerosos cambios en el estilo de vida. Nuevas tareas y responsabilidades aparecen y en la mayoría de los casos hay que hacer malabares con el tiempo para conciliar la vida laboral y la familiar; pero si a estas novedades se suman las derivadas de fijar la residencia lejos de casa, el escenario se complica, y la inquietante sensación de “no llegar a todo” puede hacer mella hasta en los espíritus más serenos.
Eso fue justo lo que me hizo llegar recientemente al borde del colapso, cuando no pude completar el proceso de admisión de mi hija en el colegio que quería, porque olvidé por completo la cita que nos habían concedido meses atrás.
Cuando me llamó la directora para verificar por qué se me había hecho tarde, mi sorpresa fue tal que no pude ni recurrir a una “mentira blanca” para encubrir mi despiste.
Luego de un par de días lamentándome por lo sucedido y tratando de enmendarlo, me propusieron la idea de escribir un post sobre los retos de ser una mamá expatriada, y debo confesar que mi actitud negativa cambió radicalmente tras dar con tres ejemplos de que realmente está en uno afrontar la situación de la mejor manera posible.
Erica – Psicopedagoga y creadora de la web mamasporelmundo.com
Hace más de 20 años que esta argentina comenzó su periplo por ciudades como París, Montreal y Nueva York, donde ha vivido los últimos cinco años con su pareja y sus dos hijos, de 13 y 10 años. Junto a una amiga, comenzó un blog de mamás blogueras por el mundo que ha derivado en una web de servicios y consultoría para familias expatriadas, con la que busca ayudar a padres en la distancia a adaptarse mejor al nuevo entorno. Para ella “lo más duro es sentirse solo y no saber cómo organizarse en otro lugar. Cuando me fui, el proyecto de vida en el extranjero era solo por pocos años. Más adelante decidimos quedarnos y agrandar la familia. Jamás imaginé que me convertiría en madre lejos de los míos y con tanto por aprender… Lo llevo lo mejor que puedo. Ya sea en tu lugar de origen o lejos, las tareas son las mismas, la gran diferencia es que cuentas con más ayuda. Nosotros nos acostumbramos a organizarnos de otra forma, sabiendo que no contamos con una red familiar cerca”.
Seguridad en sí misma y saber guiar las riendas de su vida son sus claves para sobrellevar este proceso. Reconoce que mostrar interés en la realidad del país en el que reside es parte fundamental de la integración, pero también es importante transmitir las tradiciones de su país a sus hijos y estar en contacto permanente con su familia y amigos para hacerlos partícipes de su vida en la distancia.
Beatriz – Creativa en una agencia de publicidad y autora de la web mamaexpatriada.com
Soledad, embarazos retransmitidos por Facebook, Skype y WhatsApp, o la sensación de que los pequeños detalles que configuraron tu infancia no serán tan determinantes en la niñez de tus hijos, son algunos de los pensamientos que ha plasmado esta venezolana en una web que comenzó con la intención de documentar el reto de criar a una niña multicultural y multilingüe en Budapest, un país en el que socialmente no es tan aceptado el bilingüismo en comparación con el resto de Europa.
En su caso, admite que justamente el idioma ha sido el mayor desafío, ya que ha condicionado desde el seguimiento médico de su embarazo hasta su participación dentro de la comunidad escolar de su pequeña. Si bien la diferencia de idioma puede ser “muy limitante y estresante”, para ella fue el incentivo que la llevó a esforzarse más por aprender a comunicarse con éxito en húngaro. La distancia también la ha llevado a ver a su madre ejerciendo de “abuela por Skype”, y a asumir el coste económico y emocional de recurrir a los servicios de niñeras y a actividades extraescolares para poder compaginar su carrera profesional con la maternidad, especialmente tras su divorcio.
Pese a esta complicada realidad, su actitud positiva y sociable le han permitido forjar amistades profundas y construir una red de apoyo que ha facilitado su integración al entorno. Adicionalmente, destaca la relevancia de aprender el idioma del país de acogida, no sólo para entender mejor la cultura sino por la conexión emocional que esto supone con los hijos; aceptar la nueva cultura y dejar de lado las comparaciones con la realidad y la idiosincrasia del país de origen; y, finalmente, “tener amigos que se parezcan a ti y mantener el contacto frecuente con las personas que quieres y que están lejos” -pero sin formar guetos- porque eso te ayuda a sentirte en casa y te da fuerza para afrontar el día a día.
María Eugenia – Psicóloga
Con siete años residenciada en Madrid, esta psicóloga venezolana conoce de sobra la realidad de una mamá expatriada, no sólo por las historias de sus pacientes sino porque le ha tocado vivirla en primera persona. Admite que, al estar lejos de casa, “la cotidianidad se vive de una forma más difícil”; sin embargo, todo depende de la situación psicológica, emocional y económica de cada persona.
En su opinión, compaginar el trabajo con el cuidado de los niños es uno de los aspectos más complicados, pues no contar con el apoyo familiar obliga a buscar una ayuda externa que muchas veces se hace cuesta arriba costear; y a esto se suma la sensación de no pertenencia, sentimiento que impide conectar realmente con el nuevo entorno. En este sentido, María Eugenia coincide con Beatriz en que “la adaptación requiere apertura y dejar de juzgar las cosas o compararlas. La situación está y yo decido cómo me enfrento a ella”. Esta aceptación -que no debe confundirse nunca con resignación- es la clave para abrirse a buscar opciones que faciliten la maternidad en la distancia, como las ayudas que ofrece el estado, las actividades de grupos de apoyo e, incluso, la asesoría psicoterapéutica.