Parece que se rindió, que se cansó de relaciones que no van a ningún lado. Giuliana Ippoliti ( @giuliana.ippoliti) eligió quedarse sola, y si el amor llega, que llegue solo.
5 a.m., suena el despertador. Llevo despierta desde las 3 a.m. o antes, no lo sé. Por la noche, justo antes de acostarme, Andrea me dijo que lo único que puede ofrecerme es su amistad. “Demasiado tarde, querida”, repitieron mis propias expectativas durante toda la noche en algún rincón de mi cabeza.
La fórmula mágica estaba allí: ansiedad + citas fallidas ≠ dormir en paz.
“Está sucediendo otra vez”, pensé. En algún momento del año 2018 comencé a salir con una directora de cine. Era guapa, alta, alemana. Incluso, ¡Había estado en Venezuela dirigiendo una película! Podíamos hablar durante horas, teníamos un montón de cosas en común, y, según yo, entre nosotras había esa pizca de magia que se precisa para pensar: “Ella. Podría ser ella.”
Un buen día a la alemana le dio gripe, una larga gripe que duró lo mismo que su estancia en Barcelona, ciudad donde estábamos. La cosa es que mientras los días pasaban, yo esperaba. Simplemente esperaba. Un mensaje, una llamada, una invitación a salir.
Después de todo ya le había dicho que podía acompañarla durante una tarde; tiempo después, la había invitado a una fiesta de disfraces a la que dijo que no podía asistir, porque difícilmente podría ir a comprar ropa para la ocasión. La cosa es que siempre decía que quería verme, y ahí vivía la esperanza de repetir citas que para mí fueron maravillosas.
Antes de irse, eso sí, me contactó para decirme que lo sentía mucho, pero que en un punto había reconocido que aún tenía asuntos pendientes con su ex.
A Valeria, una asturiana, la conocí a través de Tinder. Yo no tenía muchas intenciones de salir con nadie, pero estaba aburrida y era viernes por la noche, así que, sin demasiada charla previa, quedamos para tomar una cerveza. ¡Qué bonita era Valeria! Ojos verdes, cabello rubio, largo y liso. Era inteligente, tenía tema de conversación y lo más importante de todo, era que parecía muy dispuesta a coquetear conmigo.
Ella heterosexual (curiosa) y yo lesbiana, nos complementamos de una manera que, hasta ese momento de mi vida, no había logrado con nadie. Me gustaba mucho Valeria. Desde el principio dejamos claro que no queríamos nada serio, pero que intentaríamos hacer las cosas que hacen las parejas normales: nos abrazamos viendo pelis, cocinamos juntas, nos mostramos cosas íntimas que habíamos escrito y hablamos de temas profundos y personales.
¡Qué bien se siente regalar! ¿Verdad? A nosotras nos encanta.
Solo con ver la cara de felicidad de esa persona al recibir nuestro regalo, todo vale la pena, y más cuando sabes que es algo que realmente necesitaba.
Piensa por un segundo en esa hermana, tía, amiga o hija que está intentando llevar a cabo un proyecto digital en redes sociales, pero que le cuesta horrores escribir sus textos y está aterrada.
Que se frustra porque no sabe cómo plasmar las ideas que tiene en la hoja en blanco.
Tiene tantas cosas que hacer, que no tiene tiempo de organizar su mente para sentarse a escribir ¡Pero sabes que ama escribir!
Piensa en las veces que te dice ¡Es que no sé por dónde empezar!
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Otro buen día, Valeria dijo sentirse en una situación emocional y profesional muy difícil, y poco a poco desapareció.
De nuevo, tuve que lidiar con la ansiedad, las expectativas y la vuelta a la realidad. Aunque ella parecía la mujer ideal, al fin y al cabo, no queríamos lo mismo.
Luego llegó ella, la que no me dejó dormir la noche de ayer. Fue fantástica. Como la mujer ideal, esas que solo narran en los libros de temática lésbica y que muchas lesbianas soñamos con encontrar. Era delicada, atenta a los detalles, graciosa, sabía y, muy importante, parecía entender mi ansiedad. Era empática.
Cuando me invitó a dormir en su casa y me sorprendió con una cena delicadamente decorada, yo sentí que eso era lo más bonito que alguien había hecho por mí. Antes de empezar a salir con ella había jurado y perjurado que no volvería a pasarme, que no me volvería a ilusionar.
¿Y qué fue lo que hice?
Por la mañana, cuando mi ansiedad celebraba sus fiestas patronales, me topé con un artículo de Laura Warrell titulado Me rendí en el amor, y fue una de las mejores decisiones que he tomado.
A Laura le pasaba lo mismo que a mí, y posiblemente lo que te pasa a ti. Queremos encontrar a la persona indicada, e invertimos tanto tiempo de nuestras vidas en ello: Tinder, pidiéndole a amigos que nos presentaran a alguien, etc., que dejamos de usar esa energía en otras cosas. Y lo que es peor, la usamos para ilusionarnos y desilusionarnos solitas.
La autora del artículo decidió quedarse soltera.
Se dijo a sí misma que ya no se sentiría mal cuando le preguntasen por su pareja. Apostó por tener una relación con ella para conocerse mejor, hacer cosas que le gustan y estar tranquila.
Yo he llegado a un punto en el que no sé si sea la mejor decisión, pero me parece que merece la pena el intento. Así que, me doy por vencida.
No me voy a cerrar al amor, pero no voy a procurarlo más: adiós, Tinder. Bye, MeetUps. Hasta luego, culpa. Ciao, gente que me va a venir a joder por esta decisión.
Ya no espero nada.
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