“¿Por qué tan gorda?”, “¿por qué tan flaca?”

cuerpo

¿Por qué normalizamos las opiniones sobre el cuerpo de las personas? En este artículo, Yoana (@yarenasb_) nos habla desde su experiencia y de lo desagradable que son. Sigue leyendo 


La gente siempre opina sobre tu cuerpo, confunden delgadez con belleza o felicidad, gordura con frustración. Es hora de decir: ¡Basta!

“¡Te ves mejor así!”

“¡Estás más flaca!”

“¡Tu ex tenía mala mano!”

“¿Qué estás haciendo que te has puesto tan flaca y linda?”

“¡Para, ya estás demasiado flaca!”

Estos son algunos de los comentarios que he tenido que escuchar en los últimos meses.

Desde que era niña he tenido que escuchar opiniones sobre mi cuerpo -sin haberlas pedido, por supuesto-.

Recuerdo que una tía, no muy cercana afortunadamente, cada vez que me veía, se burlaba de mi trasero. Me decía que yo tenía “tostadas de 50 pesos”, dando a entender que mis nalgas eran muy pequeñas.

En el colegio una profesora le dijo a mí mamá que me llevara al médico porque “parecía desnutrida”.

Recuerdo también a la mamá de mi prima, que siempre que me veía, me agarraba los brazos y me decía que eran del mismo grosor que uno de sus dedos y me miraba con desconsuelo y pesar.

Desde que tenía 11 años y casi hasta los 18, pertenecí a un grupo de danza. Claramente el ejercicio que hacía, sumado a mi juventud, me hacían tener una contextura delgada.

Cuando me fui a vivir a Bogotá, mi cuerpo cambió

Primero, ya no era una adolescente. Segundo, mis hábitos alimenticios cambiaron, y el poco tiempo para comer y el estrés laboral, me hicieron aumentar de peso.

Después de casarme y usar métodos anticonceptivos, tener malos hábitos alimenticios y no hacer ningún tipo de ejercicio, mi cuerpo empezó a cambiar. Yo, que siempre había pesado unos 50 kilos en promedio, pasé a pesar 57 sin poder bajar ni un gramo, y aunque esto no me afectaba, el discurso de quienes me conocían flaca empezó a cambiar.

Comenzaron a decirme: “se está tomando la sopa”, “está en buenos pastos”, “le aprovechó el matrimonio”.

Afortunadamente, soy una persona con un carácter fuerte y, consciente de mi cuerpo, así que lo he aceptado en todas sus etapas. Cuando no me ha gustado cómo me veo, he buscado la manera más sana de mejorarlo sin necesidad de irme a los extremos.

Y mi cuerpo ha respondido de la mejor manera.

Después de divorciarme, las pastillas y la inyección para planificar dejaron de ser parte de mi vida. Sin duda, ese, entre muchas otras cosas, era uno de los factores que me hacían subir de peso. Pero adicional a esto, entendí que ya no soy una adolescente y que mi cuerpo necesita ejercicio y una alimentación más saludable.


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Así que decidí ser juiciosa con mis alimentos –sin prohibir nada, pero gestionando mis estados de ansiedad-; también encontré en la bicicleta y la zumba alternativas que disfruto y me permiten ejercitarme, haciendo lo que me gusta.

El tema ahora es que todos los días tengo que escuchar a alguien que me dice: “¡te ves mejor así!” o “¡estás más flaca!”, y casi todos esos comentarios vienen como una especie de “felicitación”, como si estar flaca fuera el fin último de cada mujer para sentirse plena o satisfecha.

 “¡Tu ex tenía mala mano!”

Este último comentario es de lo más absurdo que he escuchado, hasta risa me da.  ¿A quién se le ocurre pensar que una persona puede cambiar el aspecto físico de alguien, solo por compartir o tenerlo como parte de su vida?

Pero ahí no para la cosa, una persona cercana me dijo: “Para, ¡ya estás demasiado flaca, no deberías exagerar!”

De entrada me causó conmoción. Por un lado, me sentí regañada y por el otro confundida, porque, literalmente, no es que este “esforzándome” para adelgazar, esto está sucediendo y ya.

 Y es ahí cuando me pregunto: ¿si estoy flaca está mal, pero si estoy gorda también?, ¿por qué me hacen este tipo de comentarios?

Les repito que, aunque esto no me afecta, sí me hace reflexionar: opinar sobre el cuerpo de los demás es una especie de costumbre que, además, está normalizada en nuestra sociedad, como si no tuviéramos un espejo en la casa.

Cuidado con las opiniones que das, no sabes cómo se siente la otra persona. Estar flaca no es sinónimo todo el tiempo de estar feliz; estar gorda no es sinónimo de estar mal. No pasa nada si no opinas, al contrario, hay más respeto hacia la otra persona.

Practica decir: “qué lindas estás”, “qué bien te queda esa camisa”, “qué bonito tu labial o tus zapatos”. Eso sí que se agradece.

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