Nosotras, ellos y la pornografía

Desde que comencé a trabajar como sexóloga y coach, después de años como periodista especializada en temas de salud, he visto como uno de los asuntos que nos genera más ansiedad a las mujeres cuando estamos en pareja, es el hábito masculino de ver pornografía.

La realidad es que cuando los hombres ven porno, muchas de nosotras nos sentimos traicionadas.

Con la falta de información sexual de calidad en la casa y en la escuela, y el tabú de preguntar abiertamente a los adultos sobre temas sexuales, el primer contacto del varón con el sexo antes de su iniciación, es a través de la pornografía, de esta manera, algunos adolescentes aprenden ideas erradas a través de estas películas, que condicionan su conducta sexual adulta.

Las películas pornográficas son sexo – ficción con actuaciones, efectos especiales y trucos de cámara. Son tan ficticias como cualquier película de ciencia – ficción. Sin embargo, los chicos creen que reflejan esa verdad del sexo que quieren descubrir cuando el efluvio hormonal marca su desarrollo; así crecen creyendo que su pene debe ser grande para satisfacer a su pareja, que la mujer gemirá de principio a fin de una sesión kamasútrica de posiciones o que tendrá muchos orgasmos sólo con la penetración; que durarán horas y horas antes de eyacular, que sexualidad es genitalidad… Todos mitos que le generarán una gran ansiedad vinculada a su desempeño sexual, la cual está indefectiblemente relacionada con disfunciones como eyaculación precoz y disfunción eréctil.

El hábito de ver pornografía se mantiene en la adultez, y es ahí cuando las mujeres nos sentimos traicionadas, sobre todo si encontramos a nuestra pareja masturbándose con una de estas películas o excitándose con algunas imágenes antes de buscar el contacto con nosotras.

¿Por qué lo hace? ¿Prefiere eso antes de estar conmigo? ¿Se estimula con esas mujeres porque ya no me desea? ¿No soy lo suficientemente flaca, joven o sexy? Nos echamos la culpa, sentimos que nunca vamos a ser como estas mujeres eróticas y siempre dispuestas, nos comparamos y esto aumenta la ansiedad ante la intimidad, y nos pone tan aprensivas, que la relajación necesaria para alcanzar el orgasmo se diluye en un oscuro monólogo interior plagado de fantasmas.

La verdad es que el hábito de ver pornografía no tiene que ver contigo, ni con su amor hacia ti, ni con tu atractivo. Sexo y amor son dos variables independientes, que en la relación de pareja están juntas, pero que ellos saben separar muy bien, a diferencia de nosotras quienes somos socializadas para lo contrario.

La narrativa erótica occidental con la que crecen los varones, es que el sexo es de la chica mala, mientras que la esposa y la madre no son para nada eróticas – algo que viene desde la Edad Media con la imagen de la Santa vs la Prostituta – y esto lo refuerza la pornografía. Por otra parte, la masturbación con o sin pornografía, es una práctica fisiológica, la cual no deja de practicarse cuando tenemos pareja. Así que de ninguna manera, debe ser considerada como un sustituto del placer que obtiene contigo, tú también tienes el derecho de masturbarte.

Ver pornografía, masturbarse o fantasear no son infidelidad.

¿Qué hacer? ¿Cómo usar la pornografía a tu favor? Establece una conversación con tu pareja sin juzgarlo donde hablen del tema, dile: “Comprendo que te guste esto, vamos a usarlo en pareja”.

Vean las películas juntos, recreen alguna escena o fantasía de forma lúdica, háblale de que lo que ve en pantalla es ficción en cuanto a duración y desempeño, añadan variedad de prácticas sexuales distintas al coito. Demuéstrale que tú eres una mujer sexual también, pero real, que es mucho mejor que lo ficticio. Vale decir, que no todo el porno es igual, hay películas con argumentos e historias, con más romanticismo y erotismo, como las dirigidas por mujeres como Erika Lust y Tristan Taormino, creadoras de un movimiento que ha sido denominado porno feminista.

Si soy mamá de un adolescente que ve porno, ¿qué hago? Pues dile que ese no es el sexo real, que es sexo – ficción, y que así como está seguro de que Star Wars es puro entretenimiento, esto también lo es. Háblale de sexo abiertamente, y si tienes dudas de cómo hacerlo, consulta con un orientador en sexología para que le aclare todas las dudas y elimine los mitos y errores de concepto sin miedos.

Si creo que mi pareja es adicto a la pornografía, ¿qué hago? La adicción es fácil de detectar porque va impidiendo progresivamente que la persona funcione en su trabajo y en su familia, la conducta se vuelve compulsiva y hay mucha ansiedad. La adición a la pornografía no suele presentarse sola, viene acompañada con conductas sexuales de riesgo y promiscuidad. Allí hay que confrontarlo y hacérselo ver, y cuando lo hagas, seguro lo va a negar, como todos los adictos. En estos casos la ayuda sexológica es fundamental para salir del problema. Una película que retrata muy bien la vida de un adicto al sexo – y a la pornografía – es Shame (2011) del director Steve McQueen, protagonizada por Michael Fassbender.

La pornografía es una herramienta que, usada con consciencia, puede añadir variedad a la intimidad de la pareja, del mismo modo que su uso incorrecto genera expectativas poco realistas en torno al sexo. No te alarmes ante ella, simplemente hazle ver a él que el sexo es mucho más de lo que se muestra en esa pantalla, es conexión, es el placer que se cuece a fuego lento, es el sentir de la piel más allá de los genitales, son caricias y besos, no sólo orgasmos y gemidos.

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