A todas nos ha pasado que llega a nuestras vidas un chico bueno, inteligente y gracioso, peeeero (bendito pero), con el que no te darías ni un besito (¿Suena familiar? Me lo imaginaba).
Y es ahí cuando saltan las alarmas y te preguntas ¿Qué pasa conmigo?, ¿Estoy muerta por dentro?, ¿Encontraré a alguien que me quiera como él? ¿Y si no?
Pero después llega la que, para mí, es la pregunta del millón: ¿y si por quedarme con él me pierdo del que sí me mueve?
El pasado fin de semana tuve una cita (sí, otra) con un chico con el que había hecho ‘match’ en Tinder hace meses, pero a quien no había visto todavía. Mi primera sorpresa fue que el chico en cuestión llevaba aparatos en la boca y esto me molestó, porque A MÍ no me gustan los tipos con aparatos ¡no lo puedo evitar!.
Me molestó que me lo hubiese ocultado durante todos estos meses porque, vamos a ver, es un detalle que no se debería omitir, sobre todo, en una aplicación de buscar pareja donde el primer acercamiento que se hace es por el interés físico (ahora sé por qué salía tan serio en todas las fotos).
Al contarle a mis amigas sobre mi noche, muchas me dijeron que tenía que ‘ceder’ y ‘bajar los estándares’, porque el hombre perfecto no existe, y que si seguía así, me iba a quedar para vestir santos.
Esta idea me quedó rondando en la cabeza por días, no lo puedo negar, sobre todo porque ya conocía la cara de la resignación:
Y es que hace un tiempo fui a la boda de una amiga con su novio de mucho tiempo, la estábamos pasando genial cuando de pronto, en medio de la pista de baile, la novia –con algunas copas de champaña en la cabeza- me cogió del brazo y dijo la siguiente frase: “Esta es la mejor decisión, él me adora, mataría por mí’.
Y en ese momento lo supe: ella había bajado los brazos, se había rendido y se había casado con su ‘mejorestoaestarsola’. Fue ahí cuando, aparte de sentir mucha pena por lo que había descubierto, también me dio mucho miedo… por mí.
Lo cierto es que todo esto ha sido como una revelación en la que no he podido dejar de pensar, y he llegado a la conclusión de que le tengo mucho más miedo a bajar los brazos y conformarme con algún ‘#mejorestoaestarsola’, que a quedarme soltera por siempre jamás. Esta es mi verdad, y es del tamaño de una catedral.
Por cierto, quiero aclarar que yo no estoy buscando a un hombre ‘perfecto’, y tampoco tengo un ‘check list’ de lo que debe tener el futuro padre de mis hijos (de hecho creo que últimamente estoy bastante descriteriada. Ja.), pero de lo que sí estoy segura es de que quiero a alguien que me haga vibrar, que comparta mis valores, con el que me divierta y con el que forme un gran equipo.
Para cerrar les dejo con un pedacito de un poema de Mario Benedetti que aprendí cuando era adolescente, y que ahora cobra otra dimensión:
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
Foto: Pixabay
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