Un parto “humanizado” en temporada de reformas

Desde el momento en que supe que estaba embarazada puse especial atención en encontrar un hospital donde el parto fuera lo más natural, humano y respetado posible.

Cuando escribes en el buscador de Google “Parto humanizado Madrid Sanitas” el primer resultado te lleva al Hospital La Zarzuela donde se consideran pioneros en poner en marcha una unidad de parto humanizado y los comentarios que leí en su mayoría eran positivos.

Al hacer la visita guiada a las instalaciones te muestran fotografías de habitaciones rosadas, con lindos cuadros relajantes, un aseo privado con ducha, pelota de pilates, un personal sonriente en todo momento y la promesa de hacer del parto un momento en donde la intimidad y el respeto a la madre y el bebé son lo más importante.

En la etapa de dilatación te permitían entrar con el móvil e incluso con algún equipo de música. Era un sueño…

La verdad sea dicha, a mí me aterraba dar a luz. Así que sumado a la elección de un hospital “humano”, hice dos cursos de preparación al parto -uno de ellos ofrecido por Sanitas-; también medité, hice yoga y leí un montón de información para perder el miedo.

Llegada la fecha probable de parto, mi bebé decidió que no quería salir, así que pasado el plazo prudente para que se desencadenara de forma natural, decidieron inducirlo.

El día programado llegamos muy temprano al hospital, nos dieron una habitación y la matrona me indicó que en un momento vendrían a buscarme para bajar al paritorio. Pensé que había escuchado mal y no hice caso a la palabra paritorio, sin lugar a dudas me iban a llevar a la habitación rosada.

Desde el principio habíamos decidido mi esposo y yo que mi madre me acompañaría durante el parto y que él se quedaría con mi padre esperando noticias. Todos sabíamos que serían unas largas horas de espera.

A las 10:30 am me vino a buscar un enfermero. Casi ni pude despedirme de mi esposo porque parecía haber demasiada prisa. Mi madre bajó conmigo pero a ella la hicieron ir a un cubículo a cambiarse de ropa. Me dieron un gorro azul y unas fundas para los pies y de repente me encontré en un quirófano rodeada de personal con ropa estéril, nada de paredes rosadas ni pelotas de pilates. A mi madre la apuraron tanto para cambiarse de ropa que parecía que ya el bebé estuviera a punto de nacer. Por supuesto no la dejaron entrar con su móvil alegando que ello podría causar interferencia con los equipos médicos.

Más tarde escucharía la conversación de una enfermera pidiéndole a su marido que calentara unos macarrones en el microondas y su móvil no parecía ocasionar ninguna interferencia.

Se preguntarán por qué me importa tanto el tema del móvil: mi esposo y mi padre se imaginaban que yo estaría en el cuarto de dilatación y que desde allí los mantendríamos informados, pero pasaron seis horas hasta que finalmente supieron algo de mí, y eso porque le permitieron a mi madre salir al baño.

La sala de quirófano era como todas las salas de quirófano, fría, metálica, sin aseos ni para mí ni para mi acompañante. No había puerta y en todo momento entraba personal médico a buscar algún material o revisar algo en el ordenador. No había ninguna intimidad.

Me pusieron la oxitocina y una hora después rompieron el saco amniótico (la bolsa). Cuando pregunté qué pasaba si no se iniciaba el trabajo de parto, me respondieron que tenía hasta las 19 horas para tener un parto natural o si no me practicarían una cesárea. Resulta que mi parto tenía un desalentador “deadline”.

Comenzaron las contracciones: dolían pero las aguantaba bien. Yo no quería ponerme la epidural hasta que la dilatación estuviera avanzada e incluso quería intentar no ponérmela, pero en el quirófano había otros planes. Al parecer me quejaba de más y eso debía molestar a la enfermera que entraba y salía de la sala porque al escucharme durante una contracción me dijo que llamaría al anestesista ya, porque ellos trabajaban con agujas y si yo me quejaba o me movía cuando me la estuviesen poniendo más tarde “podía ser grave”. Yo tenía tan solo un centímetro de dilatación, pero ante tal “amenaza” cerré la boca y dejé que me la pusieran.

Por supuesto que con la epidural puesta ya no había forma de moverme, pero antes de eso, incluso antes de que me rompieran la bolsa, pregunté si podía levantarme a caminar un poco o hacer las posturas que nos habían enseñado para facilitar el parto, pero la respuesta fue no: debía estar acostada durante todo el proceso. Eso se tradujo en 9 horas eternas sin poder moverme, usando una sonda para orinar, dilatando muy lento, muy agobiada y con el ánimo por el suelo.

Eso sumado a que al parecer todo el mundo tenía que opinar sobre mi decisión de que estuviera mi madre y no mi esposo.

No entraré en detalles del parto, la obstetra y la matrona hicieron lo que tenían que hacer y mi bebé nació bien. Por supuesto las formas de respirar o de pujar que me indicaron no se parecían ni por asomo a las que practicamos en las clases de preparación, pero eso es otro tema. Así como es otro asunto que queríamos donar las células madres del cordón umbilical y no aparecieron los kits por ningún lado.

¿Qué había pasado con el parto soñado que ofrecían?

Más tarde en la habitación, unas enfermeras nos explicaron que el área de obstetricia estaba en reformas y por eso no había salas de dilatación. Por eso tampoco encontraron los kits de donación de células madres y estaban en algún lugar de la zona en obras.

El problema no es la reforma, el problema es que nadie nos avisó. Te venden el parto de tus sueños y luego debes adaptarte a lo que hay. Sabiamente mi prima me dijo al principio de mi embarazo: no te hagas una idea de cómo quieres que sea tu parto porque al final siempre sale al revés.

Y debo decir que en mi caso no sólo salió al revés sino que fue un parto para olvidar.

La respuesta de Sanitas es que lamentan mucho lo ocurrido, pero que era el procedimiento a seguir debido a las reformas.

¡Lo que hay, y ya está! Los invito a entrar en Vive la experiencia 360º en el Hospital Universitario La Zarzuela.

Mi parto no se pareció en nada a eso.

Mientras tanto, cada día entiendo más que las mujeres decidan dar a luz lejos de los sistemas sanitarios o utilizando a las doulas. Están buscando un poco de “humanidad”.

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Foto: Pixabay.

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