¿Con qué se come eso de la inteligencia emocional?

Cuando yo soy capaz de decir lo que quiero, lo que siento y lo que necesito de una forma asertiva que me permita conseguir mi objetivo ¡Eso es inteligencia emocional! Atrévete a usarla a tu favor.

Durante años las mujeres nos hemos caracterizado por ser naturalmente más apasionadas. ¡Estamos repletas de emociones! y sabemos a ciencia cierta reconocer los sentimientos que nos albergan sin mucho esfuerzo.

Sin embargo, en comparación con los hombres, se nos dificulta – en la mayoría de los casos – la tarea de regular esas emociones a la hora de afrontar situaciones determinadas.

Si ese es tu caso, éste artículo es para ti.

Vamos a aprender a gestionar todas esas emociones para que trabajen a favor de nosotras y no en contra y, de esta manera, lograr nuestros objetivos. Objetivos encaminados a efectuar un cambio en nuestra vida, una mejora en las relaciones de pareja o inclusive en las del campo laboral.

Lo primero que debes hacer es comprender que las emociones, sean positivas o negativas, son fundamentales para vivir; para vivir bien y a plenitud.

Por otro lado, hay que aclarar que la inteligencia emocional es la capacidad de regular nuestras emociones y las de la gente que nos rodea, a la hora de tomar decisiones vitales. Jamás debe ser confundida con la inteligencia clásica, la cual se refiere al coeficiente intelectual.

 INFLUENCIA DE LA CULTURA: “LOS HOMBRES NO LLORAN”.

Te habrás preguntado el motivo por el que la mayoría de las mujeres gozamos de un claro déficit de inteligencia emocional. Esto se debe a que culturalmente, a las mujeres se nos ha permitido expresar toda clase de emociones, casi siempre, sin ningún tipo de regulación.

Somos más inestables emocionalmente gracias a la misma sociedad, quien ha propiciado y potenciado su desarrollo. Y en lo que concierne a los hombres, sucede lo contrario. A éstos se les ha restringido cierto tipo de emociones; desde pequeños no se les deja llorar, se les ha enseñado a no tener miedo y hasta los han catalogado de forma despectiva diciéndoles que eran “niñitas” cuando mostraban algún tipo de sensibilidad.

Todo esto los ha hecho bloquear, en cierta medida, sus emociones y por esa razón, cuando llegan a la madurez, no pueden expresarlas tan fácilmente. Esto no quiere decir que no las sientan, sino que no se les permite, en líneas generales, ser sensibles.

DESARROLLANDO NUESTRA HERRAMIENTA

El aprendizaje de la inteligencia emocional es un proceso lento que requiere práctica. Para empezar es indispensable aceptar que las emociones, sean positivas o negativas, son parte de nosotras y son fundamentales en nuestra vida.

Hay circunstancias en que intentamos batallar contra las emociones que nos generan malestar, creyendo que estamos haciendo lo correcto, cuando en verdad esas emociones son necesarias. Nos otorgan una información transcendental sobre lo que va bien o lo que va mal, sobre miles de cosas que funcionan o dejan de funcionar en nosotras mismas y en nuestro entorno.

Por si no lo sabes, las emociones negativas son las que nos mueven, las que nos impulsan a salir de la zona de confort y avanzar hacia nuestros propósitos. Y no, no estoy subestimando las emociones positivas, pues también son esenciales para motivarnos en distintos contextos.

Por ejemplo, ¿Qué pasa cuando estás alegre? Permaneces en el mismo sitio, ¿cierto? Porque todo se encuentra bien; hay una voz interior que te susurra: “¡Sigue haciendo esto!”.

Pero cuando te sientes acongojada, la tristeza te tumba, ¿no es así? Realmente esa emoción te está comunicando algo, y es que debes reflexionar sobre ella y plantearte una solución.

Y si no atiendes a esas emociones al momento, si tratas de ignorarlas, huir de ellas, puedes intensificarlas a tal grado de desarrollar una depresión o hasta reflejarlas en el cuerpo en forma de trastornos como lumbalgias, migrañas o la patología más común: acné.

 ¿QUÉ DEBES HACER?

  1. En el momento que padezcas una emoción negativa muy intensa como tristeza, enojo, ansiedad, es necesario ponerse de pie y respirar profundamente.
  2. Luego de eso, prestar atención a lo que estás sintiendo, ver tus emociones, echar un vistazo a tu interior y exterior (averiguar qué factor del entorno está generando esa emoción en ti). Analizar y comprender lo que estás sintiendo, ya que esa información te va a arrimar el hombro, a ser consciente de cuál idea o qué decisión es la más idónea para salir del problema.
  3. Una vez que tengas identificada la situación y la decisión correcta que necesitas tomar para sentirte mejor, puedes hacer dos cosas: Tomarla o no tomarla y medir sus consecuencias.

EN LOS ZAPATOS DEL OTRO

Otras habilidades de la inteligencia emocional es la empatía; es decir, ponerse en el lugar de otra persona y visualizar lo que siente. Cuando haces esto, la cercanía, la comprensión y el consuelo, resultan mejores para los que están sufriendo. Solamente con el hecho de entender a la otra persona, le brindas relajación emocional y estás regulando sus emociones.

COMUNICANDO EMOCIONES

La inteligencia emocional goza de un gran impacto e influencia en la comunicación. Cuando se es hábil para expresar las emociones de una forma asertiva, sin dañar al otro, la comunicación entre las personas va a ser más fluida. Si eres capaz de expresar la tristeza de una manera adaptativa, que no dañe la sensibilidad del otro, vas a recibir mayor apoyo emocional.

Por lo tanto si eres consciente de lo que sientes, de lo que te está causando ese sentimiento, de lo que siente la otra persona y lo que le genera esa emoción, la comunicación en todos los ámbitos será mucho más favorable.

La clave es prestar atención a lo que estás sintiendo. Pregúntate si lo que sientes te acerca o te aleja de lo que deseas. Al final, eres tú misma la respuesta a tus problemas.

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Fotos: Unsplash.

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