Imagina lo desafiante que puede ser tener 40 años, estar casada, sentir dudas de ser mamá y, luego, al decidir serlo, transitar el dolor de perder a tu bebé.
Este es un breve resumen de lo que fue mi año 2021, reconocerme indecisa y por ende vulnerable ante una decisión tan importante como era ser mamá y, al mismo tiempo, que las cosas no salieran como yo esperaba.
Esto me llevó a reflexionar mucho sobre la idea de aprender a abrazar la incertidumbre y las decisiones que tomamos sin juzgarlas ni llenarlas de nuestras expectativas.
Vuelvo a 2021, cuando, sin previo aviso, me encontré de frente con una de mis sombras: esa parte de mí indecisa de la que escapé por años sin saberlo, porque según mi ego, una mujer profesional, coach, esposa, hermana mayor, etc., no podía ser indecisa.
¡Qué equivocada estaba! -tanto así, que mi nuevo proyecto se llama @nitandecidida y viene con libro incluido en camino-.
Mi sombra: la indecisión de ser mamá
Lo cierto es que en esa oportunidad la indecisión no me dejó escapar, todo parecía estar alineado, cumplí 40 y la realidad era que no sabía si quería o no tener hijxs, porque para nadie es un secreto que dentro de la sociedad existe una creencia muy arraigada: las mujeres nacieron para ser madres y eso me hacía ruido.
Pensar en la idea contraria (no tener hijxs), aunque puede llegar a ser abrumador y visto como una rareza, me hizo creer que yo formaba parte de las mujeres NoMo; en ese momento decidí investigar un poco y fue cuando escribí este articulo:
Al transitar ese momento de bifurcación en mi vida, que no me permitía avanzar y decidir si quería ser madre o no, mi primera reacción fue negar lo que estaba sintiendo: ¡yo no soy así!, me dije.
Me cuestionaba duramente por tener días en los que despertaba sin ganas de tener hijxs y por tener otros llenos de entusiasmo por la maternidad, ¿te suena familiar esto de tener voces contradictorias hablando al mismo tiempo y paralelizándote a su vez a la hora de tomar una decisión?
Hasta que decidí profundizar en mis miedos y detrás de ellos estaban mis creencias limitantes.
En mi rol como coach, no me canso de asombrarme con todo el polvo que encuentras debajo de la alfombra cuando decides ir más allá de lo evidente; es retador y al mismo tiempo liberador poder encontrar esas partes rotas de ti que te llevan a formar creencias que luego se transforman en miedos profundos e irracionales.
La respuesta fue sí: ¡quiero tener un bebé!
Finalmente, después de un par de meses y de pensarlo bastante, decidí junto a mi esposo abrirme a la posibilidad de ser madre y enseguida llegó un embarazo.
A pesar de que aún había miedos en mí que incluso, no había reconocido en ese momento, me sentía conectada, ilusionada y súper motivada con esa nueva faceta de mi vida, pero justo en la semana siete todo cambió: el embarazo se interrumpió.
A mí ni siquiera me había pasado por la mente que existía esa posibilidad y ese fue mi primer aprendizaje.
El dolor por perder a mi bebé
La pérdida de un bebé, no importa su tiempo de gestación, no se sana con pasar la página y pretender pensar en positivo, porque los doctores afirmen que esas cosas pasan con demasiada frecuencia o con los mensajes llenos de amor que te envían diciéndote que ya vendrá un bebé arcoíris.
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Para mí, nada alivia más que sentir a flor de piel cada emoción y transitar cada etapa del duelo con la intensidad con la que lo sientas, sin juzgarlo, sin culparme, sin pensar en locuras.
Si sientes que no puedes sola, mi recomendación siempre será buscar ayuda profesional; en mi caso, pude vivirlo y sanarlo con mis propias herramientas junto al apoyo incondicional de mi esposo, familiares y amigos.
Hoy por hoy, reconozco que es sumamente difícil soltar y confiar, pero mucho más difícil es resistirse a la realidad.
Aceptar que el embarazo se había interrumpido fue muy duro, pero el dolor, acompañado de la aceptación, se transforma y te sana; esto no pasa de la noche a la mañana, para mí fue un diciembre y un enero de emociones encontradas, reflexión, lágrimas, introspección y de detener el hacer para centrarme en el ser.
Poco a poco fui sanando perder a mi bebé.
Yo lloré
Yo me resistí
Yo hice silencio
Yo hablé
Yo oré y medité
Yo coloqué una bolita en mi árbol de navidad con la palabra bebé
Yo acepté
Yo reflexioné
Yo profundicé en mí
Yo viví intensamente mis emociones
Yo lloré un día cualquiera sin entender porqué
Yo detuve varias de mis actividades para escucharme
Yo decidí pasar el 31 sola con mi esposo
Yo le escribí una carta a mi bebé
Yo sané
Romy Elena Castro, coach en PNL
En Instagram como @soyromyelena o @nitandecidida
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