Según Aristóteles, la felicidad es el propósito mismo de la humanidad. Recorremos esta vida buscando este anhelado objetivo que a veces parece más un mito que una realidad. Ponemos nuestras ilusiones en cosas efímeras que a la larga nos dejan el mismo vacío.
¿Por qué resulta tan esquiva la felicidad?
Si bien no existen fórmulas mágicas, debemos dejar de buscarla en un listado de bienes o en rasgos personales para poder ser felices.
En definitiva, se trata de un proceso personal y la única ruta para recorrerlo es el autoconocimiento.
¿Cómo se logra la felicidad?
Desde la economía se planteaba que mayor riqueza, mayor renta y mayores bienes, serían directamente proporcionales a mejores condiciones de vida, mayor bienestar y por ende, mayor felicidad. Pero el comportamiento de las naciones nos ha demostrado lo contrario.
No necesariamente los países más ricos son “más felices” ni viceversa. Hay países con PIB inferiores a los de las grandes potencias, pero con índices de “felicidad” más altos, y países “ricos”, pero con índices más bajos (Ver mapa).
Si bien son los economistas los llamados a profundizar y explicar esta “paradoja de la felicidad”, esto demuestra que va más allá de los bienes materiales y la riqueza.
Un mayor ingreso no se traduce en una persona más feliz. En definitiva, la felicidad radica en algo más profundo e intangible, que sin duda, no viene del mundo externo sino que se produce internamente.
Pero entonces, ¿Se puede crear esa felicidad o simplemente nacemos con ella?
Según la doctora Sonja Lyubomirsky, psicóloga e investigadora del tema, sí se puede crear y aumentar la felicidad.
Si bien hay una influencia genética y nacemos con un “valor de referencia” de felicidad, permitiendo que haya personas felices sin ningún esfuerzo, mientras que otras no encuentran disfrute alguno en sus vidas, esto solo determina un 50% de este estado.
Hay un 10% que depende de las circunstancias, es decir, de las situaciones externas que vivimos en el día a día; como no tener dinero, vivir en medio de un conflicto o ser abandonado por la pareja, entre otras.
Pero, el 40% restante, depende de la actitud.
Se refiere a las prácticas que cada individuo realice para lograr su objetivo, lo cual resulta bastante esperanzador, pues sabemos que aunque hayamos nacido pesimistas y estemos en una situación difícil, aún hay esperanza para ser felices.
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Sin embargo, seguimos situando la felicidad como una meta de llegada o un premio, al alcanzar ciertas necesidades que creemos que son cruciales para nuestro bienestar y satisfacción.
“Seré feliz cuando cambie de trabajo, seré feliz cuando consiga pareja, seré feliz cuando tenga estabilidad económica, seré feliz cuando…”.
Sin embargo, al lograr nuestro objetivo, la dicha es inmensa, pero al cabo de un rato se esfuma. ¿Por qué? ¿Por qué si estábamos convencidos de que eso nos haría felices, esa sensación se esfumó?
Los psicólogos llaman esto adaptación hedónica, considerada como la capacidad que tienen los seres humanos para adaptarse a las diversas situaciones de la vida.
Así como nos adaptamos a las altas temperaturas o a los ruidos intensos (adaptación fisiológica), nos adaptamos a lo bueno o a lo malo que vivimos. Esto resulta positivo ya que si experimentamos una situación catastrófica, no será el fin de nuestras vidas sino que tarde o temprano, nos adaptaremos a ella.
La felicidad, en definitiva, no es una meta ni un punto de llegada. No radica tampoco en cosas puntuales que podemos alcanzar con riqueza o en rasgos genéticos de nuestra personalidad. La Dra. Sojna, como otros investigadores, habla de ejercicios o “actividades deliberadas” que nos pueden acercar a la felicidad.
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La gratitud, la amabilidad, el perdón, el optimismo, la meditación, vivir el presente o la meditación, son sin duda herramientas sanadoras que conllevan a una vida más feliz.
Sin embargo, creo que no se trata de recetas mágicas ni fórmulas infalibles. Estas actividades pueden ayudarnos, pero en el fondo se trata de un proceso personal y único que empieza por el autoconocimiento y se consolida con la actitud.
Quiero recomendarles 12 estrategias y prácticas, que según la Dra. Sonja Lyubomirsky, pueden incrementar la felicidad:
- Expresar gratitud.
- Cultivar el optimismo.
- Evitar pensar demasiado y evitar la comparación social.
- Practicar la amabilidad.
- Cuidar las relaciones sociales.
- Desarrollar estrategias para afrontar el estrés, dificultades y traumas.
- Aprender a perdonar.
- “Fluir” más.
- Saborear las alegrías de la vida
- Comprometerte con tus objetivos.
- Practicar la religión y la espiritualidad.
- Ocuparte de tu cuerpo mediante la meditación y la actividad física.
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