Hace más o menos un mes, mi hija viajó por primera vez sola en un avión. Mi hija, que tiene tan sólo 5 años, viajó a visitar a sus abuelos solita, bajo el servicio de recomendados de la aerolínea. Y fue una experiencia espectacular, llena de retos y enseñanza para toda la familia, donde aprendimos a retarnos más allá del miedo.
Yo tenía que viajar a otra ciudad para facilitar un taller y mi esposo tenía que trabajar por fuera esos días. A los abuelitos les quedaba imposible viajar a nuestra casa, así que revisando todas las opciones, apareció la opción de que ella viajara.
Lo primero que hice fue preguntarle: “¿Te sientes lista para viajar solita?”
“Sí, mami”- Respondió.
Compramos los tiquetes y pasaron los días. En el transcurso de esas semanas, cuando hablaba con mis amigas, les contaba lo que iba a hacer mi hija y todas me respondían sorprendidas: unas me felicitaban, otras me preguntaban que si no me daba miedo y otras hasta me llamaron valiente.
Yo comencé a cuestionar mi decisión: “¿Estaré loca?” “¿Seré una mamá excesivamente fresca?” “¿Será que no estoy dimensionando el asunto y no estoy protegiendo a mi niña?” Pero cada vez que hablaba con mi hija, ella se notaba tan segura y emocionada de su primer viaje sola, que seguí adelante con la decisión, a pesar del ruido en mi cabeza.
Llegó el famoso día del viaje
Como yo también tenía que viajar, programé mi vuelo 40 minutos después del de mi hija, lo que me permitía ingresar con ella hasta la puerta del avión. Cuando íbamos en el taxi para el aeropuerto, la noté callada.
“¿Qué te pasa?” Le pregunté.
“Estoy muy emocionada por mi primer viaje solita, pero también estoy un poco nerviosa” – Respondió.
Le expliqué que era normal que sintiera miedo y que estaba bien si no quería ir. “No mamá, tengo miedo pero lo quiero hacer”. Su respuesta me emocionó.
Yo, que estaba haciendo mi mayor esfuerzo por transmitirle seguridad y tranquilidad, estaba muerta del miedo por dentro. Esto nos permitió conversar sobre que muchas veces, cuando hacemos cosas nuevas nos da miedo y que podemos hacerlas a pesar del miedo. Y de ahí en adelante ella fue una gran maestra.
Cuando llegamos al aeropuerto nos dirigimos a la sala de niños recomendados de la aerolínea. Si bien yo podía entra con ella hasta la puerta del avión, decidimos que lo mejor era que entrara con los otros niños recomendados para que se adaptara a la situación antes del vuelo.
Cuando estaba llenando el formato, la azafata me preguntó que si era la primera vez que la niña viajaba sola. Yo la miré y los ojos se me encharcaron. Asentí con la cabeza. Era una situación en la que sentía miedo por soltarla, por dejarla ir, pero al mismo tiempo una enorme confianza en ella, de saber que era capaz y podía hacerlo.
Una vez entregas el niño a las azafatas, tú ya no puedes ingresar a las salas, pues son de uso exclusivo para los niños. Así que la acompañé hasta la puerta y ella entró a jugar con otros niños. Yo mientras tanto esperé afuera.
Cuando era hora de abordar, la fui a buscar de nuevo y la acompañé hasta la puerta de embarque. “Chao mami, te amo” me dijo mientras me abrazaba fuerte.
Estaba nerviosa, se le notaba; pero tenía la mejor actitud. Sonrió todo el tiempo y le dio de nuevo la mano a la azafata para subirse al avión. Fue muy valiente.
¿Cómo me sentí al verla subir al avión?
Apenas cruzó la puerta se me escurrieron todas las lagrimas que había contenido. Una mezcla de sentimientos se apoderó de mí.
Miedo, orgullo, alegría, ansiedad. Fui a mi sala y tomé mi vuelo. Al aterrizar tenía varios mensajes de mi esposo, de mi mamá, todos contándome que mi hija había llegado bien. Llamé inmediatamente a mi mamá para preguntarle por la niña. Me contó que estaba bien, que había llegado feliz y que lo primero que le había dicho era “Abuelita, estoy muy orgullosa de mí”.
Sin duda, esta fue una experiencia muy especial y enriquecedora para toda la familia. Tuvimos que retarnos porque todos teníamos miedo. Y al final, creo que ese es uno de los grandes desafíos de la maternidad. Es confiar en tus hijos a pesar de tus miedos. Ella estaba lista, y mis apegos y mis miedos querían demostrarme que yo no lo estaba. Así que lo hice a pesar del miedo.
Foto: Unsplash.
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