No soy médico, pero yo también soy una heroína en medio de la crisis mundial causada por el coronavirus. Así me siento cada día que salgo a trabajar.
Y ustedes dirán, ¿Qué haces saliendo de casa en cuarentena? Pues soy productora de noticias y hoy más que nunca las personas necesitan estar informadas.
Nadie se ha detenido a pensar en nosotros, periodistas, productores, técnicos y todos los que también salimos todos los días a enfrentar el Covid-19, armados de mascarilla, guantes y gel antibacterial, como única defensa.
No les niego que salgo con temor, sobre todo porque aquí, en República Dominicana, donde vivo, mucha gente se está tomando esto como un relajo. A veces pienso que el próximo reggaetón o dembow que salga se llamará “Mami, aquí te meto tu Coronavairus”. ¡Un horror!
Heroína desde la mañana
Cada mañana, luego de hacer lo que normalmente hago, me coloco mi máscara, reviso que el gel antibacterial esté a tope en el potecito dentro de la cartera y me pongo los guantes quirúrgicos.
Llamo el ascensor utilizando mi codo y marco el piso uno también con el codo. Cuando llego abajo, saludo al vigilante que, detrás de una mascarilla, me dice como todos los días: “Buen día señora, ¿Cómo está?” Yo respondo que bien y él, inmediatamente después, dice: “Me alegro”. Esa es nuestra rutina de siempre, solo que ahora lo hacemos escondiendo nuestro rostro detrás de una trozo de tela.
Salgo y subo al carro que nos asignaron por zona de la ciudad para ir y venir todos los días, porque aquí no hay transporte público y, si hubiese, tampoco lo tomaría. Dentro del vehículo están mis compañeros de zona: tres editores, todos con la boca cubierta y no sé si me sonríen cuando les doy los buenos días. Se limitan a responder.
Vamos en silencio, sin nada que nos detenga más que unos pocos semáforos en rojo, que respetamos como si hubiese tráfico normal porque los Amet (policías de tránsito en RD), están como moscas detrás de los pocos valientes que salimos a la calle.
Llegamos a la oficina, nos quitamos los guantes para marcar la huella, nos embadurnamos la mano entera con gel, a pesar de solo haber utilizado la punta del dedo, y empieza la faena.
A medida que pasan las horas, que para mí pasan muy rápido por la cantidad de trabajo, voy pensando que yo también soy una heroína y me siento bien, en algo estoy contribuyendo desde mi terreno a esta situación.
No paramos hasta las 3 de la tarde, cuando salimos despavoridos. Casi siempre se queda algo por publicar, pero puede más el temor a que nos agarre el toque de queda. Aquí todas las noches hay casi mil detenidos por violación al toque de queda. ¿Pueden creerlo? ¡Insólito!
El regreso de la heroína
Llego a la puerta del edificio en 8 minutos, un trayecto que normalmente me toma 25. Me despido todavía sin saber si en algún momento del día mis compañeros me sonrieron. El vigilante me abre con la misma frase de la mañana, como si el tiempo fuera un eterno deja vu:
-“Señora, ¿Cómo está?
– Bien, respondo.
Toco el botón con el codo para llamar el ascensor y me voy quitando los guantes. Coloco gel antibacterial en mis manos y sobre las llaves. Marco mi piso de nuevo con el codo.
Entro a casa y digo desde la puerta a mi hija adolescente, con todo mi amor acumulado: “Hola chichiiiii”. Cuando llego a la habitación, le doy un beso con la punta de mis labios en la cabeza, y de lejitos. Me quito la ropa con cuidado, como si quisiera pasar desapercibida ante las diminutas partículas del coronavirus que están permanentemente amenazándome. Pongo la ropa en el cesto utilizando solo la yema de mis dedos y entro directo a la ducha. Me restriego con jabón, esperando que el virus no quiera vengarse de mí por la fuerza que utilizo para enjabonarme.
Al fin me siento tranquila. Al fin puedo abrazar a mi princesa. Me relajo y pienso que espero haber sobrevivido un día más sin contaminarme. La verdad no estoy segura. Evito pensar demasiado. Siento que si lo hago, entraría en una espiral de terror en la que no quiero estar. Cuando la angustia me ataca, coloco una meditación y busco apaciguar mi mente. Así me duermo.
Reflexión de una heroína
Díganme si no tengo razones para sentirme también una heroína. Igual que todos los que se quedan en casa y llevan el aislamiento con tanto estoicismo que también merecen llamarse héroes. Igual que todos los trabajadores de bancos, supermercados, farmacias, bombas de gasolina, deliveries, policías, en fin, un gentío que debe salir todos los días porque aquí, en República Dominicana, a diferencia de otros países, la cuarentena no es completa y todos dependemos de nuestros trabajos.
No necesitamos ser médicos para ser héroes también.
Sí, somos todos héroes en medio de un desastre. No tenemos capas, no volamos, no tenemos visión de rayos X, tampoco tenemos súper fuerza, lo que sí tenemos es el súper poder de sobrevivir esta situación. Cada uno a su manera, pero lo vamos a lograr.
Ese súper poder no falla, se llama supervivencia. Y después de esto tendremos una gran historia que contar a nuestros nietos. Quizás, no nos creerán. Quizás les parezca sacado de una película de ciencia ficción o, por el contrario, quizás sí nos crean, porque el mundo ya no será el mismo y ellos serán los nuevos protagonistas.
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