Paloma Sánchez-Garnica: “Aparte de ser ambientada en una época devastadora, ‘Últimos días en Berlín’ es una novela de amor y amistad”

Paloma Sánchez-Garnica

Hablar con una escritora como Paloma Sánchez-Garnica es la oportunidad perfecta para aprender de sus profundas e inspiradoras ideas; de su disciplina y pasión por la lectura y la escritura, de sus propios procesos personales más allá de su oficio de escritora y, por supuesto, de sus historias.

Esta escritora española, también licenciada en Derecho, Historia y Geografía, tiene una larga y reconocida trayectoria que destaca por sus novelas históricas, repletas de historias de amor, dolor, misterio y de épocas complejas de nuestro pasado que han dejado una huella imborrable en nuestro presente.

En el año 2012, su libro “La sonata del silencio” fue llevado a la televisión española y, en 2016, ganó el Premio Fernando Lara de novela por “Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido”.

En esta entrevista conversamos sobre su última novela “Últimos días en Berlín”, finalista del Premio Planeta 2021, a la que le aplaudo de pie, porque me capturó desde la primera página y me hizo estremecerme con el horror de la guerra y el efecto terrorífico que tuvieron a partes iguales, los totalitarismos soviético y nazi, al mismo tiempo que me hizo suspirar de amor, sentir incertidumbre y compasión y ser una con la historia de cada personaje.

“Últimos días en Berlín” es un libro fascinante que nos envuelve con la rigurosidad de su historia, cuya realidad se entrelaza con la ficción y la evolución de sus personajes.

Así que sigue leyendo, porque en la conversación que tuve con Paloma, indagué sobre su proceso de documentación e investigación, la construcción de sus personajes, el papel de las mujeres en su libro y la historia misma, que nos traspasa hasta el día de hoy.

Espero que disfrutes esta entrevista tanto como lo hice yo.

¡Bienvenida Paloma Sánchez-Garnica a Asuntos de Mujeres! Qué fabuloso es “Últimos días en Berlín”, estoy muy agradecida y honrada de poder conversar contigo en esta entrevista.

Agradecida yo de tu entrevista y de poder hablar, además de tu portal Asuntos de Mujeres, como no, somos mujeres, ¡así que a por ello!

Quiero comenzar preguntándote ¿cuánto tiempo te llevó investigar, planificar y escribir “Últimos días en Berlín”?

El proceso de escritura comienza sin escribir, con la lectura; es decir, primero hay una curiosidad de mi parte por entender, desde el punto de vista de seres humanos corrientes, una época determinada, entonces, lo que hago es buscar libros, todo lo que se ha publicado referente a ese asunto.

Hay un proceso de lectura de meses (entre ocho o nueve) en el que se van fraguando ideas y aparece la posibilidad de personajes, hasta que, no sé explicar cuándo, puede durar seis, cuatro, ocho meses, hay un momento en el que siento el pálpito de ponerme a escribir.

Entonces me pongo a escribir sin saber lo que va a suceder, sin saber por dónde me va a llevar la historia, sin saber prácticamente nada de los personajes que se van presentando poco a poco.

Mi escritura es una escritura, no sé si dicen de brújula. Yo me siento a escribir y no sé qué es lo que va a pasar en el capítulo que inicio cada día.

Soy muy disciplinada, eso sí; esto es un oficio, hay que ponerse a escribir porque la inspiración viene trabajando; no hay otra manera. Yo empiezo a escribir y a conocer a los personajes; la historia va avanzando y avanzando.

Durante la escritura también hay documentación, porque cuando se me presenta una escena en la que necesito andar segura sobre lo que necesito, me voy a la lectura.

El escritor siempre tiene que tener la lectura como base y, a partir de ahí, es cuando termino de principio a fin, con varios meses de conocer a los personajes, de saber lo que les pasa. Ya sé el principio y el final, entonces empiezan las relecturas. Defino las formas y las maneras, hasta que mi editora me dice: “Paloma ya, no puedes cambiar más”.

Es en ese momento cuando acaba para mí la historia y pueden pasar aproximadamente de dos a tres años y medio.

Tu editora te dice “no más”, porque cada vez que relees, consigues más y más cosas qué cambiar, ¿no?

Siempre. Mira, yo sería incapaz de leer una novela publicada mía porque sería un sufrimiento para mí.

Porque el escritor siempre piensa que puede hacerlo mejor. Siempre piensas: “¿por qué he puesto esta palabra?, podría haber puesto esto”, “¿por qué he puesto esto aquí y no lo he puesto allí?, ¿por qué no he puesto esta idea aquí?” ¡Sería un sufrimiento! Por lo tanto, cuando mi editora me dice eso, es que para ella está bien, y hay que tener la suficiente valentía para decir “basta, hasta aquí hemos llegado”. La perfección nunca existe, pero es necesario buscarla.

¡No te pierdas esta entrevista que le hicimos a María Dueñas!

En la última parte de tu libro, donde están los agradecimientos, hablas de unos diarios (de personas que vivieron la época del nazismo y los bolcheviques), y que usaste como fuente de información.

Cuéntame más de esos diarios y lo que sentiste cuando los leías y llevabas muchas de esas vivencias a las escenas cotidianas que hay en tu libro.

Leí mucho, no sé por qué encontré muchos diarios de gente corriente, de gente normal que ha dejado sus experiencias escritas y se han públicado.

Pero hay, por parte de Rusia, de los soviéticos, historias noveladas, como Mandelstam (Anna Ajmátova) que escribió, como si fuera una novela, sus experiencias de persecución y miedo en el mundo soviético.

Uno de las diarios que más me impactó y que tuve necesidad de volcarlo en la novela fue Una mujer en Berlín, que es un diario de una periodista que ahora se sabe que se llama Marta.

Esta mujer tenía unos treinta y tantos años, empieza a escribir un diario el 20 de abril de 1945 de cómo se sentía en ese Berlín bombardeado las 24 horas del día por el norte, por el sur, por el este y por el oeste, en el que solamente había mujeres, niños, viejos y enfermos.

Solas absolutamente en un Berlín sin agua, sin luz; una vida vivida en los sótanos con el temor y el miedo de la llegada de los rusos, porque sabían lo que estaban haciendo en los lugares de Alemania del Este en los que iban avanzando.

Cuenta cómo llegan los rusos, cómo son violadas por varios; muchas veces cómo normalizan esa situación entre ellas y cómo buscan la forma de protegerse, para que las viole uno, no todos, todas las noches.

Me sorprendió porque ella escribe desde el 20 de abril hasta el 25 de julio de 1945 y, claro, llegas a entender que esas mujeres silenciaron esa tragedia una vez terminada la guerra. Guardan silencio, no lo cuentan, incluso, ella no quiso que se publicase este libro. Se publicó, creo que en el 54, y tuvo un rechazo brutal en Alemania. Ella dijo que no quería que se publicase más hasta su muerte. Ella murió en los años 90 y se volvió a publicar y lo tenemos ahora a nuestro alcance.

Esas vivencias tan terribles, pero, sobre todo, esas mujeres que tuvieron que guardar silencio para recibir a sus hombres, a sus maridos, a sus padres, a sus hermanos; a sus hombres prendidos y humillados, vencidos.

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Las mujeres fueron las que volvieron a hacer resurgir ese núcleo de la sociedad que es el hogar y la familia.

Hay una cosa que a mí me llamó mucho la atención y es que aunque fueron los rusos los que mayoritariamente participaron en estas violaciones, también lo hicieron los aliados americanos, ingleses y franceses. O sea, que ahí no se libraban, pero se banalizó mucho esta tragedia, porque (a las alemanas) no las consideraban víctimas, porque eran alemanas y por lo tanto tenían la culpa.

Alemania tenía la culpa de todo lo que había pasado con la Segunda Guerra Mundial y se les culpó a ellas. Entonces, decían “pues, ellas se lo han buscado, ¿no?”, por aceptar el nazismo, por llegar a este término.

Es sorprendente porque hubo suicidios, cientos de abortos, embarazos a término de esas violaciones; y hubo maridos que repudiaron a sus mujeres porque se habían entregado al enemigo y se sentían humillados. Yo creo que eso era necesario contarlo, era necesario explicarlo y yo tuve la necesidad de hacerlo.

De hecho, me llama la atención que aunque el protagonista es Yuri Santacruz, resaltas el poder femenino en tu novela.

Uno de los personajes que más me impactó fue su mamá, me impactó el poder de la maternidad dentro de esa historia, me impactaron las mujeres que hacían fila en la cárcel para encontrar a sus hijos.

Hay una serie de pequeños momentos cotidianos en el que sentía que el poder de las mujeres estaba presente. El poder femenino estaba en la cara de Krista y Claudia (sus dos protagonistas) y en su evolución en la historia.

Yo creo que el rescate de lo femenino en tu libro es increíble.

Claro, es que las mujeres formamos parte de la sociedad para el bien y para el mal. Hay heroínas, hay mujeres terribles, mujeres malvadas, hay mujeres que se juegan la vida por sacar adelante a los suyos y hay mujeres equivocadas, como lo es Claudia, que evoluciona por el amor, precisamente, gracias al amor.

La novela, aparte de ser ambientada en una época devastadora, es una novela de amor y amistad. El amor en el sentido más amplio de la palabra, el amor pasional de estas dos mujeres que se enamoran de Yuri; el amor de la madre hacia los hijos, el amor entre los hermanos y la amistad.

Esa amistad, además, forjada en momentos muy convulsos, muy complicados, que les otorga la fuerza para sobrevivir y afrontar la muerte, incluso, vencerla. Es, incluso, en los momentos más devastadores, que surgen esos sentimientos: amistad y  amor.

Las mujeres estamos allí al igual que los hombres. Los hombres estaban en el frente, pero las mujeres estaban manteniendo lo más importante de una sociedad: el hogar. Porque, además, hay que tener en cuenta que en la Segunda Guerra Mundial se utilizó de forma sistemática los bombardeos sobre la población civil en las ciudades y los pueblos donde estaban mujeres, niños y ancianos; ellas también sufrieron, sin capacidad de defenderse, porque los hombres tenían tanques, fusiles, bombas; pero las mujeres no tenían nada, al contrario, fueron botín de guerra, el objeto de venganza, la forma de vengarse sobre el enemigo.

Los alemanes maltrataron, machacaron, violaron, asesinaron a las mujeres rusas y los rusos hicieron lo mismo con las mujeres alemanas.

En una entrevista dijiste que tu esposo es tu primer lector y que te vuelves una apasionada hablándole de tus personajes. ¿Qué te dijo de este libro cuando empezaste?

Bueno, mi esposo es el mejor compañero en ese sentido, porque me aguanta, me soporta; es el equilibrio, porque en el proceso de escritura hay mucha inseguridad.

De repente salgo diciendo que estoy haciendo la maravilla y a las dos horas salgo diciendo que es una estupidez lo que estoy escribiendo. Entonces él es el equilibrio.

Es fundamental para mí en el proceso de escritura, que lo que esté escribiendo me apasione, me fascine; es lo fundamental, que me guste a mí.  Porque si no, se me deshace la historia; yo he llegado a escribir una historia de 180 páginas y la he desechado.

Mi esposo me decía, “pero es buena”. No, porque no me apasiona a mí.

Él es el mejor compañero porque es el primer lector y puede leer los capítulos de 40 mil formas, sobre todo, porque es apasionado de todo eso; me ayuda en la documentación, lee cosas a las que yo no puedo llegar y, sobre todo, verbalizo mucho con él lo que me viene a la cabeza.

Con él tengo confianza, porque a mí no me gusta hablar con nadie, ni siquiera con mi editora, de lo que estoy escribiendo. Me da mucho pudor, porque hay mucha inseguridad durante ese proceso de creación.

Cuando se lo paso a mi editora, es cuando ya tengo la historia armada y, luego, con ella hago un trabajo de corrección, pero con la historia estructurada. Ella, que me conoce muy bien, sabe hasta dónde puede exprimirme, cómo hacerlo y cómo manejar esa vanidad literaria que tenemos todos los escritores. Que sea yo la que diga “hay algo que no funciona, esto hay que cambiarlo”, porque si lo dice ella, me bloqueo y le respondo: “no, no, yo no cambio nada”.

Mi marido es con quien yo verbalizo, él participa, él me cuenta, yo pienso. Somos un equipo en ese sentido. Me siento muy arropada con él, que me entiende y me comprende.

Pero ¿si te dice “no, Paloma, por ahí no”?

En principio no es que discutamos, pero hay veces que lo echo del estudio donde estoy escribiendo y le digo la frase: “escribe tú una novela”; pero él es muy paciente, entonces él lo suelta desde la puerta: “Oye, esto no funciona o esto no me gusta”.

Luego, lo que me ha dicho lo absorbo, lo asimilo y es posible que, a veces, no tenga razón y otras veces sí. Es un gran compañero, tengo que reconocer eso. Llevamos ya 40 años juntos. Lo conocí con 17 años, me casé con él con 20 y aquí seguimos. Hemos hecho 40 años; es un buen compañero.

En Asuntos de Mujeres tenemos un club de escritoras, y todas sus participantes a la hora de escribir, dicen lo mismo: “Me siento insegura”, “¿y si publico el texto y me critican?”, “¿quién me va a leer?” ,”¿esto vale la pena?”

Escucho a una escritora como tú diciendo que se siente insegura y pienso: “todas estamos en esto”.

Es que es un proceso natural de la creación. Si tú estuvieras absolutamente segura de todo lo que estás haciendo, no sé qué proceso de creación sería, porque tú lo que ambicionas es la perfección y la perfección se tiene que trabajar.

Esto es un oficio y a escribir se aprende leyendo mucho y escribiendo. Yo lo que tengo muy claro es que la escritura tiene que ser tuya, si tú estás pensando en escribir lo que les va a gustar a otros, seguramente será un fracaso.

Tú tienes que escribir lo que a ti te apetezca, lo que tú quieres escribir, lo que el pálpito de tu creación te provoca. No puedes escribir de acuerdo con las modas o el éxito que está teniendo otro escritor; no, escribe lo que tú quieras. Es la libertad del creador.

Cuando estás escribiendo eres el dueño de tu creación, eso te convierte un poco en un Dios y es una catarsis casi superior a la lectura. Si tu proceso de escritura es bueno, da lo mismo que luego te lo publiquen o que tenga éxito. Eso es completamente ajeno a ti, depende de una editorial, del momento, de los lectores, depende de tantas cosas ajenas a ti, pero la escritura es tuya. Escribe, lo demás no importa.

Cuando construyes tus personajes, ¿tomas en cuenta los giros inesperados que estos dan o todo va sucediendo casi solo?

Voy escribiendo y digo “ostras lo que me ha salido”.

Mira, para que veas un detalle, yo cuando empecé a escribir el primer capítulo de Últimos días en Berlín, en el que la familia se separa, la madre y el hermano se quedan en Rusia, el resto de la familia se tiene que ir y no pueden volver porque en Rusia no les dejan entrar, yo seguí con la historia, que continúa en Alemania en los años 30, cuando ya es mayor Yuri.

Entonces, llevaba 200 páginas e iba avanzando y le decía a mi marido, “no sé lo que le ha pasado a la madre y al hermano de Yuri, no tengo ni idea de cómo voy a resolver esto”. Pero yo seguía escribiendo, hasta que en un momento determinado, la historia de Rusia se me presentó, y fluyó, fluyó y fluyó.

Es tener la confianza en que los personajes te lo contarán.

Esa es la fascinación de la escritura, dejarse llevar por ese pálpito como si estuvieras leyendo un libro nuevo, con una historia completamente nueva. Eso es una fascinación, o sea, acompañado siempre con lecturas.

No puedes estar escribiendo sin tener un rato de lectura. Hay veces que escribes más de lo que lees porque estás más explosiva, más inspirada, pero la lectura siempre tiene que estar ahí latente porque es el alimento.

¿Cómo aprender a escribir?, ¡lee! la escritura te saldrá y al final es un oficio.

Ahora que estoy preparando mi nuevo libro, mi ambición es primero, una historia que me fascine y apasione, porque voy a pasar muchos meses con esos personajes. Luego mi ambición es escribir mi mejor novela, mi mejor narrativa, mi mejor historia, mi mejor estructura. De acuerdo con lo que he aprendido en la escritura anterior y con las lecturas que voy añadiendo a mi vida, porque yo sigo leyendo y tengo muchas más lecturas ahora que hace diez años cuando estaba estudiando.  

Ese proceso es fascinante, para mí es una forma de estar en el mundo. Cuando me dices “¿no descansas cuando escribes?”, pero ¿cómo voy a descansar? Es como si me dijeran que descansara de respirar, ¡te mueres!

Mi latido vital de cada día es escribir o leer. Yo me levanto y si no escribo, leo. A no ser que esté hablando de los personajes o haciendo una promoción como esta; eso cambia el ritmo. Pero si estoy en mi vida habitual, yo no me voy a pasear a un centro comercial, ni a la playa a tumbarme al sol; Yo me quedo en mi casa leyendo, escribiendo, apuntando y pensando.

Paloma, ¿tú crees que la historia que cuentas en tu libro, que es ficción, pero basada en hechos realísimos, se pueda repetir en el presente?

Los hechos del libro son pellizcos de vidas reales, todo eso le ha pasado a alguien como nosotros, gente como tú y como yo; siempre es factible que vuelva a suceder.

El horror del nazismo ocurrió, por lo tanto puede volver a ocurrir en cualquier momento y en cualquier lugar. Debemos estar alertas porque nos podemos llegar a pensar que, como sociedad occidental muy bien estructurada y organizada, envuelta en una democracia y en un Estado de Derecho, estas cosas no nos pueden pasar. ¡Sí nos pueden pasar, claro que nos puede pasar! Por eso debemos estar alertas, porque las mentes pueden volver a ser abducidas y seducidas de nuevo.

También las nuestras, ¿cómo evitarlo? Leyendo.

El instrumento más accesible y extraordinario para tener la consciencia de nuestra realidad a través del conocimiento del pasado es un libro. Fíjate los totalitarismos y los dictaduras, lo primero que hacen cuando obtienen el poder, es perseguir, silenciar, arrinconar, someter e, incluso, aniquilar a los escritores, poetas, la intelectualidad y a los periodistas que pretenden informar de forma veraz sobre lo que está sucediendo.

La libertad de un escritor para escribir lo que quiera, de un lector para elegir la lectura que le dé la gana, de un librero para vender lo que quiera, de un editor para publicar lo que quiera o de un periodista para informar con plena libertad, esto es la base de una sociedad crítica.

Una sociedad leída se convierte en una sociedad crítica con opinión, una sociedad difícilmente manipulable capaz de plantarle cara a un poder que nos quiera arrebatar el estado de derecho en el que vivimos. Es el instrumento que tenemos y muy accesible, porque se trata de leer nada más.

Los 11 principios de Goebbels que están a lo largo del libro, se aplican en la actualidad y si los lees, dices, “pero si esto es lo que está pasando ahora”, en los políticos de todos los colores y de todos los países.

Todos los políticos utilizan, de una forma u otra, esos elementos de propaganda. Los extremos lógicamente van a saco sin ningún problema, pero todo eso está en la publicidad y en las redes sociales. Cuando te quieren manipular se utilizan estos consejos, porque son la base de la manipulación.

Otra cosa es que te dejes manipular, que no seas capaz de contrastar esa información que te dan, esos mensajes facilones y simplones que van calando y esa propaganda que maneja las conciencias de la sociedad.  

Debemos ser una sociedad crítica, leída, que contrasta y que escriba esa información que está en nuestras manos.

En 2014 llevaron tu libro La Sonata del Silencio a la televisión. Cuando escribiste esta novela ¿pensaste en algún momento “esto va para la televisión”? Porque, mientras leía, sentí que estaba viendo una película.

Yo nunca pienso en eso, pero sí que es verdad que, bueno, eso depende de un productor que quiera invertir su dinero en este proyecto.

Si surge, pues, perfecto, porque es una manera de fomentar la lectura, porque si hacen una buena producción, incluso, también si la hacen mala, es una publicidad para que la gente pueda ir a la librería, comprar el libro y hacerse con la lectura.

Pero hay que tener una cosa en cuenta: son medios diferentes.

Un lector que haya leído La sonata del silencio, que es de la que estamos hablando, no puede ir a la serie a buscar lo que ha sentido con la lectura, porque son dos medios diferentes. No hay dos lecturas iguales. Tú puedes leer un libro que te entusiasme y ese mismo libro lo leo yo y me parece un tostón.

La lectura es un diálogo exclusivo, individual del propio lector, con sus propias mochilas de experiencia que entran con los personajes a dialogar. La serie o la película es ver el trabajo de otros. Del director, la interpretación de los actores, cómo los han vestido, la composición, la música, los escenarios, todo lo que conlleva eso. Es simplemente sentarte a ver el trabajo de otros.

Por eso yo trato siempre de disociar; a mí me puede gustar El nombre de la rosa. El libro me entusiasmó y la película es buenísima, pero hay que diferenciarlo.

Con esa emoción con la que me hablaste ahorita, hablemos de tu premio como finalista de Planeta.

Te vi por ahí una entrevista en la que dijiste: “yo me levanté y dije: me lo merezco, porque estos han sido meses de investigación, ha sido una escritura disciplinada”, además de un premio polémico, por lo de Carmen Mola, cuéntame un poquito sobre ese momento.

Yo creo que se lo merecían muchos de los que han presentado su manuscrito, pero salimos dos nada más.

Para mí fue un reconocimiento, no solamente a esta novela, sino un poco a toda mi trayectoria. Lo que sí pensé cuando ya sabía que iba a salir fue en disfrutarlo y esto lo da la edad. Pensé “Paloma, disfrútalo, no permitas que los nervios te jueguen en este momento”.

Me levanté, le di un beso a mi marido y emprendí el camino hacia el escenario y, en ese camino, recibí el aplauso, el abrazo de mis compañeros de oficio, de María Dueñas, de Dolores Redondo, de Eva García Satur y de Javier Sierra.

Me sentí fantástica y cuando subí tenía un subidón, lo disfruté y sigo en ese disfrute consciente del premio y lo que ha significado para mí y para mi obra.

En cuanto a la polémica, mira, los Carmen Mola son los tres, tres caballeros generosos, divertidos, respetuosísimos y la polémica que ya se ha acabado por fin, fue puro marketing, porque dieron de qué hablar, y claro, se habló como nunca de Planeta y el marketing, aunque sea malo supone ventas.

Pero es una polémica para mí vacía, porque la realidad es lo que contaban. Ellos funcionaban cada uno por su cuenta con sus novelas propias, son guionistas, trabajan juntos y en un momento determinado dicen “vamos a escribir una novela juntos”. Terminan la novela y se preguntan “¿cómo firmamos?, pues, no vamos a firmar los tres, no cabemos en la portada. Venga, pues, vamos a buscar un seudónimo. A ver, un nombre de mujer, pues, venga un nombre: Carmen”; y el otro dice: “Mola. ¡Carmen Mola!, pues ya está”, fue así de sencillo.

A mí hubo algo que me molestó soberanamente y fue un comentario que se hizo sobre que se habían puesto detrás del seudónimo de una mujer, porque es que a las mujeres nos era más fácil publicar. Este paternalismo otra vez no. A mí me publican por mis novelas, no porque me llame Paloma, no porque me digan Paloma, Luis o Vicente.

Ellos tuvieron su misterio, pero hay muchos seudónimos, muchos autores. Alice Keller tiene seudónimos, ya saben quién es, pero firma con seudónimo. Pues, ellos también, son tres, tienen que buscar un seudónimo. Pero bueno, a mí me pareció una polémica vacía y lo que hicieron ellos de forma muy inteligente, que les costó mucho, es que no entraron a ninguna de esas polémicas. Aguantaron, porque les cayó sobre todo al principio, pero aguantaron; no respondieron a nada y al final se fueron huyendo porque es que no tenía sentido. Lo importante es el libro.

Me acabas de decir: “yo estaba nerviosa y dije: ¡disfrútatelo!”, ¿eso tiene que ver con una especie de síndrome de la impostora o con nervios propios de haber ganado?

Eso, los nervios del momento.

Cuando ya pasas los nervios porque sabes que estás dentro de los 10 primeros finalistas y vas viendo con nervios a lo largo de la cena que van cayendo otros, menos tú; se mantiene y quedan tres, y tú estás entre esos tres; quedan dos y ya se define quién es el finalista y quién es el premio. Gané por un voto.

Los nervios son inevitables, ¿sabes lo que significa para un escritor entrar dentro de este Premio Planeta? Entonces, bueno, los nervios están ahí, y unos nervios mal llevados te pueden aguar un momento de felicidad.

Por eso te digo que ese es el aprendizaje que te da la edad y la experiencia; yo no estaba acostumbrada a hablar en público. Una de las primeras veces que tuve que hablar en público, lo pasé tan mal, que me dijo una amiga que me quiere mucho: “Paloma, lo has hecho muy bien, ahora solamente te falta disfrutarlo”. Por eso fui muy consciente, “Paloma disfrútalo” y en eso estoy, en este disfrute consciente.

Hay que disfrutar cada momento. Esa noche la disfruté, pero disfruté el día siguiente y el día 4 de noviembre cuando salió, y disfruto cada entrevista y cada día de este viaje.

Es disfrutar y luego disfrutar del momento de encierro, el momento de volver a ponerte a crear. Disfruta lo que tienes en el presente, sin pensar en lo que va a venir.

“Últimos días en Berlín” es de la editorial Planeta y puedes conseguirlo de forma impresa y digital en el mundo entero.

Gracias a Editorial Planeta por permitirnos realizar esta entrevista.

Puedes escuchar esta entrevista aquí:

Foto principal: Ricardo Martín.

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