La desaparición de Pablo dejó devastada a esta mujer, pues era el único que la hacía feliz… Pero, ¿Quién es Pablo? Descúbrelo en este relato creativo de Valentina (@titirosasgodoy) que seleccionamos de nuestra segunda edición de nuestro Curso de escritura digital.
Pasé meses imaginando que mataba a la persona que me dijo que nuestra separación era definitiva, lo hacía para restarle importancia a esa afirmación que me estaba volviendo loca.
Sentía el luto de su partida como si de un momento a otro me hubiesen dado un golpe seco en la cabeza y me hubiesen dejado tirada en un monte lejano, sin voluntad para mover mi cuerpo, pero sí para llorar y gritar.
En mi desesperación por recuperarlo, fui a la casa de una tarotista. Necesitaba que me dijese solo lo que yo quería escuchar: que lo iba a recuperar
El día de mi cita, al llegar a su apartamento, me recibió una señora de piel morena y estatura baja. Era una mujer con una energía liviana y una personalidad cercana. Me hizo sentir en confianza, pero yo tenía muchos sentimientos encontrados: por un lado, me entusiasmaba descubrir el misterio de la desaparición de Pablo, pero por otro, tenía una ansiedad casi neurótica que hacía que me temblaran las manos y la barbilla.
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Llegamos a su mesa de trabajo, tomó sus cartas y las empezó a barajar, mientras decía unos rezos que en mi vida había escuchado. Mi corazón se iba acelerando cada vez más. Tenía ganas de vomitar. Estaba muerta del miedo.
La tarotista me invitó a hacer una pregunta y, por supuesto, hice la que rondaba mi cabeza desde hace meses, “¿Pablo y yo vamos a estar juntos?” La señora saca la carta, la pone en la mesa, me mira con cierta lástima y me dice, “no, querida, esta separación no tiene vuelta atrás, Pablo y tú más nunca van a volver”. Y así fue, como en un segundo, con esa maldita frase, me mató cualquier instante de esperanza que me quedara.
Sentí como me pasaba un aire helado dentro de la nariz, que me recorría toda la fosa nasal hasta llegar al cerebro. Me había quedado desorientada…
Me levanté de la mesa como alma en pena, agarré mi bolso y salí corriendo durante dos hora hasta llegar a mi casa. Cerré la puerta y, como si me hubiese desmayado, me tiré en el suelo a llorar con toda la fuerza que me permitía mi cuerpo.
Me quedé dormida…
Cuando me desperté a las tres horas, ya era de noche, todo mi apartamento estaba oscuro, lo único que se escuchaba era el collar de mi perra Aretha. Me volteo a verla y observo que está jugando con un objeto de color violeta que brillaba, como si una luz lo iluminara desde el olimpo
Agotada, volví a cerrar los ojos. Al segundo, como una voz que venía desde el cielo, mi mente me susurró “Pablo”. Y como si me hubiesen dado electricidad con un cable de alta tensión, me levanté, corrí hacia donde está a Aretha y le quité el objeto brillante de su boca.
¡PABLOOOOOOOOOO! ¡MI AMOOOOOR!
Empecé a gritar de emoción, bailaba como una loca, lo besaba. Había vuelto lo único que había logrado satisfacerme en toda mi vida.
¡Mi satisfayer, mi Pablo, el gran amor de mi vida!
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