Daniella Sánchez Russo: “La escritura es disciplina, y para los bloqueos, la solución es sentarse a escribir”

Daniela Sánchez Russo debuta con su libro "Vigilia"

Los vínculos entre mujeres son los más poderosos que existen. Entre figuras maternas e hijas, entre hermanas, entre amigas, o al menos así lo he sentido yo a lo largo de mi vida.

Es como si, dentro de nuestra feminidad, hemos afianzado un hilo invisible que nos une a pesar de que seamos parte de contextos diferentes y vivamos realidades muy distintas.

Este hilo del que les hablo es lo que conduce “Vigilia”, la novela debut de Daniella Sánchez Russo, una prominente autora colombiana a la que le tenemos que seguir la pista en sus futuros trabajos y publicaciones.

Periodista de profesión, escritora y ahora catedrática en la Universidad de Pensilvania por Estudios Hispanoamericanos, expone temas como la feminidad, el trabajo doméstico y la violencia de las pescas milagrosas, una misión de las FARC que consistió en secuestrar turistas y habitantes de las costas, en la Barranquilla de los noventa.

Esta fascinante historia está narrada por Irene, una mujer que acaba de dar a luz a mellizos y cuyo matrimonio está al borde de la ruptura.

 

Daniella Sánchez Russo - Vigilia
En Vigilia, la escritora colombiana Daniella Sánchez Russo cuenta la historia de Irene, cuyo contexto está marcado por el conflicto armado colombiano.

La novela está contada a dos voces, la voz de la Irene adulta y la voz de la Irene preadolescente, quien acaba de tener su primera menstruación.

Hace unas semanas hablé con Daniella sobre “Vigilia”, y también sobre su forma de escribir, las diferencias de la escritura de ficción con textos académicos, lo que le funciona cuando escribe y muchos otros detalles que te van a gustar mucho.

¿Quieres saber más sobre la escritura de Daniella Sánchez Russo y “Vigilia”?

¡Sigue leyendo porque esta fue una conversa muy buena!

 


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¿Qué hizo que conectaras una historia personal, la de Irene, con la del conflicto armado en Colombia?

Quería hablar sobre una casa acomodada porque es el eje de muchas violencias silenciadas, pero también donde el conflicto armado traspasa muy poco, o pasa de otras formas como el chisme o desde la televisión.

No quiero decir con esto que a las clases altas no les haya pasado nunca nada en la vida con respecto al conflicto armado, porque eso sería una grandísima mentira. Obviamente la clase alta también ha sido víctima de violencia propiciada por la guerra, sobre todo, por el secuestro, pero no han estado en el eje de las zonas rurales, en donde ocurrieron las masacres más violentas en los noventas.

Me interesó mucho ese lado de ver el conflicto, el lado que no está en contacto directo con él.

También busco plasmar esa casa que la gente usualmente piensa que es un lugar tranquilo, sin ruido y mucho amor y cuáles eran las violencias que ocurrían dentro de esa casa, lo cual asocié con Luzmila, la empleada doméstica, y desde ella, ver la violencia hacia su personaje y la desconexión que la familia tenía con su país.

Me gustó la idea de quedarme ahí con esa información que venía de afuera, del conflicto y la guerra, y manchar un poquito la idea de que esa casa tranquila, donde no sucede nada también se puede manchar. Explotar un poco esa burbuja.

¿Qué me dices del rol de la mujer dentro del contexto en el que planteas la novela?

Bueno, obviamente hay una crítica de la violencia sobre la mujer en el caribe colombiano, o cómo, de diferentes formas, se violenta a la mujer.

En ciudades como Bogotá, el rol de la mujer no está tan marcado ya, o sea, se ha distendido mucho más, mientras que en sociedades como Barranquilla y Cartagena, o sea, la parte del país donde crecí, todavía está muy marcado cómo debe ser una mujer, cómo de portarse una mujer y cómo debe manejar una casa.

Esto lo tocó al personaje de Irene y el de su madre, y cómo su lugar dentro de la casa representa un aburrimiento, un desgaste o un tipo de presión, que sí, se puede corromper. Pero no es un lugar o rol que hayan escogido libremente. 

¿Cómo llegaste a estos temas y cómo trabajaste todos estos paralelismos?

Yo estoy muy interesada, como escritora y como académica, en hablar sobre el universo doméstico, en las relaciones que suceden en el interior de la casa, las relaciones familiares-afectivas, pero también de trabajo con el servicio doméstico.

Dentro del panorama nacional dentro del que yo crecí, lo doméstico, privado y amurallado se cruzaba con una realidad nacional que de repente no se sentía en hogares de clase media o alta.

Este amurallamiento evitaba que el conflicto armado llegase a esos hogares acomodados y se pensara que solo llegaba a las partes rurales del país.

Yo hablo sobre cómo en realidad sí llegó, en cómo se filtró y cómo sí logro ingresar. En “Vigilia” hablo de cuáles fueron los poros dentro del espacio doméstico en donde la guerra penetraba; entonces, quise yuxtaponer esas dos realidades: la de la clase alta y la guerra.

Me parecía que fue un ejercicio interesante, y lo plasmo en la novela en el miedo que sintieron los personajes cuando empiezan a suceder secuestros en los cuerpos de agua del Caribe colombiano, pero también cuando le llega la primera menstruación a la protagonista, Irene.

Aquí hay una analogía entre la sangre del cuerpo femenino y la sangre de la guerra. Son dos sangres muy diferentes, pero como ella está socializando en lo doméstico con cierta realidad nacional, puede llegar a ser comparativa.

¿Qué te inspiró a escribir sobre el trabajo doméstico en la novela?, ¿cómo ves representada la violencia aquí?

En lo personal, mi mamá siempre fue una mujer ocupada. Trabajaba desde las seis de la mañana hasta las nueve de la noche, y siempre tuve una nana que vivía con nosotros.

Luego salí de Barranquilla y pude ver que no todas las sociedades se comportaban así.

Me di cuenta de que en Estaos Unidos la naturaleza de esas relaciones es distinta y el mundo afectivo es diferente, a diferencia de Latinoamérica, en donde se le entrega el cuidado de un niño a una persona por un sueldo mínimo o un salario de 200 dólares al mes y se lavan las manos con la crianza.

 


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Eso me hizo echar para atrás y ver cuáles eran las violencias dentro de esas relaciones con el servicio doméstico que se perpetuaban dentro de mi casa que pasaban por amor, porque a uno le venden esas relaciones como amorosas.

Estamos en una economía libre, pero todavía hay rezagos de una era colonial y esclavista, a pesar de que, claro, las personas decidan voluntariamente trabajar en alguna casa.

Lo digo por los sueldos paupérrimos, los permisos de salida, porque muchas veces el trato es diferencial dentro de las casas (porque tratan a la empleada como parte de la familia hacia adentro, pero hacia afuera no).

Este tema de capitalismo vs. esta forma de empleo que parece más propia de la colonia, me impresionó un montón creciendo.

Por eso quise hablar sobre ella a manera de literatura, un poco para que como sociedad reflexionemos sobre este tema otra vez y también para proponer, por lo menos, una alianza entre clases sociales para que haya tratos más igualitarios y más a tono con lo que es el sistema socioeconómico actual.

De ahí nace mi interés hacia este tema.

Además, ya estoy también terminando mi doctorado en la Universidad de Pensilvania, en el que investigo el rol del servicio doméstico en la literatura latinoamericana entre 1950 y 1970, que son décadas muy importantes porque en todo el continente, la economía pasa de lo rural a algo más urbano.

Quería criticar esto, porque pensamos que es algo que se acabó, pero en pleno 2022 esta explotación sigue viva. Por eso, lo hice desde una posición en donde se adaptara a la ficción y a la crítica.

Cuando lo lees, te das cuenta de que muchos elementos domésticos tienen mucho que ver con tu propia formación.

Mi interés no solo está en lo literario, sino en la crítica literaria y en la academia. Y me gusta manejar los temas que me interesan desde distintas partes, no solamente de la escritura.

¿Cuál fue la intención de hablar sobre la feminidad a través de la menstruación y la lactancia de Irene?

Sobre la feminidad y los líquidos, a mí me interesaba mucho explorar la figura de la mujer circunscrita históricamente al espacio doméstico y me parecía una experiencia muy interesante para explorar estéticamente los líquidos que se dan en el cuerpo femenino, como la menstruación y la lactancia, además de que es algo poco explorado en la literatura.

Es un campo también, para saber de qué formas la mujer se entiende con estos líquidos (positiva y negativamente), y desde dónde la mujer puede proponer sitios de trasversión de la feminidad a través de estos líquidos.

Entonces, por ejemplo, las compañeras de colegio de Irene, la protagonista, que hacen de la menstruación como una especie de secta que supuestamente da potestad de empoderarlas, para mí eso fue una forma de trasgredir los límites impuestos por la sociedad en materia del cuerpo femenino.

También toco la lactancia en Irene al hablar de su adultez, ya que no le sale leche para alimentar a sus bebés recién nacidos y ella de cierta forma explora esa imposición a la lactancia materna que se está dando hoy en día. Creo que también quería ver qué pasaba por allí.

Jugué con la presencia de líquidos en la novela, y yuxtapuse como eje central estos líquidos del cuerpo de Irene (la lactancia y la menstruación) y los cuerpos de agua del Caribe. Quería que hubiese estas conexiones, no tanto porque hubiesen analogías escritas, sino para ver cómo a nivel de lenguaje podía llegar.


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¡Hablemos de escritura!

¿Cómo fue el contraste o ese cambio de escribir textos académicos a escribir ficción?

Trato de no pensar mucho en eso, porque si piensas en qué cosa te gusta más, pierdes en las dos.

Obviamente disfruto muchísimo escribir ficción, porque tienes más libertad, pero la academia es lo que hace que sobreviva. Además, tiene algo muy bonito que es que te permite reflexionar sobre un montón de cosas que luego pueden pasar a tu escritura.

Yo creo que me ha enriquecido, porque me permite pensar que también la gracia está en que escogemos textos académicos que después puedan hacer eco en tu literatura o viceversa como temas de ficción.

Algo que sí me frustró un poco de la academia es que la escritura es mucho más rígida, pero al mismo tiempo sin la academia, yo creo que nunca hubiera sido capaz de hacer reflexiones acerca de algo como el servicio doméstico.

También en muchos detalles del libro lo hago desde un tono académico, sobre todo especificando detalles históricos y científicos.

Además, ¡me encanta dar clases!

Háblanos más sobre tu proceso creativo

Yo escogí primero la escritura que la academia. Estudié Comunicación Social, luego hice una maestría de escritura creativa en la Universidad de Nueva York. Luego me di cuenta de que podía interesarme la academia y apliqué a un doctorado.

He adorado todo lo que he aprendido, pero para mí, mi primera batuta siempre es la escritura.

Yo empecé a escribir una versión de “Vigilia” cuando estaba en el máster de escritura creativa e intenté hacer una versión de acuerdo a cómo se está escribiendo ahora, pero no me gustó; me di cuenta de que mi estilo de escritura no es así y la volví a hacer con un lenguaje más barroco, complicado y adjetivoso, porque me gusta escribir así.

¿Qué consejos le das a las mujeres de la comunidad de Asuntos de Mujeres y cómo lidias con “La Cabrona”, esa vocecita autocrítica que todas tenemos en la cabeza?

La escritura es disciplina y para los bloqueos, la solución es sentarse a escribir. Para definir tu estilo a la hora de escribir, mi recomendación (y lo que yo he hecho), es crear un cosmos con los autores y libros que te gusten y que definan tu estilo.

Con “La Cabrona”, mi consejo quizás sea algo masoquista, pero creo que es escucharla, y más que escucharla, afinar tu intuición, porque muchas veces en donde no te cuadra algo, hay algo que mejorar.

¡Puedes encontrar Vigilia en todas las plataformas digitales!

Haz clic aquí para ir al perfil de Twitter de Daniella Sánchez Russo, ¡síguela para conocer más de Vigilia!

¡Gracias a Planeta de Libros Colombia y Tusquets por esta entrevista!


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