Los hombres también batallan con el amor propio, pero no lo hablan

Los hombres también batallan con el amor propio, pero no lo hablan

El amor propio es la principal batalla que enfrentan todos los seres humanos, incluidos los hombres, quienes nunca hablan de esto ¿Será que no tienen problemas de autoestima? No te pierdas este artículo de María Elisa Manzur @mariaelisamanzur


 

Hay un tema que siempre ha estado presente en nuestras vidas (y lo estará por los siglos de los siglos), pero que a raíz del confinamiento y sus efectos secundarios de introspección, le hemos dado un espacio importante y resuena con mucha frecuencia, sobre todo en las redes sociales: El amor propio.

No soy life coach, ni speaker, ni mucho menos psicóloga; soy una estudiante universitaria observadora que piensa, siente y vive la batalla constante consigo misma. Escribo desde mi experiencia y principalmente, desde el corazón.

La narrativa del amor propio está en que debemos aceptarnos tal cual somos y convertirnos en la mejor versión de nosotrxs mismxs con base en lo que queremos y podemos cambiar.

¿Cómo así?

Desde muy pequeña he sufrido de miedo escénico, lo que me hace dudar de mí constantemente. Lo considero una gran debilidad, sobre todo por la carrera que estudio (Comunicación Social), en la que hablar frente a muchas personas es algo frecuente y la presión que me genera es ABISMAL. Me he quedado en blanco varias veces.

Sin embargo, aprendí a no flagelarme constantemente por eso y el primer paso para lograrlo fue aceptar que soy así.

Reconozco que es algo que quiero y puedo cambiar para ser una mejor versión de mí, pero amerita esfuerzo y fuerza de voluntad. Confieso que todavía me pongo muy nerviosa hasta en la presentación personal el primer día de clases de cada semestre.

Pero la principal batalla está en que le concedemos el poder a cosas externas para valorarnos y queremos, sin prestarle atención a lo que puede venir de nosotrxs mismxs y de cómo nos vemos.

Por ejemplo, quién no ha dejado de hacer o decir cosas por miedo a lo que puedan pensar las demás personas.

Quién no ha cumplido un sueño por compararse constantemente con otros y sentirse menos capaz.

Y  quién no ha dicho que sí a algo que NO quiere hacer, por miedo a lastimar o a alejar al otro.

En otras palabras, nuestro deseo de pertenecer y ser aceptados es tan grande, que nos convertimos en esclavos de patrones de conducta y estereotipos, dejando a un lado lo que realmente somos.

 

 El amor propio no es constante

Considero que el amor propio va de la mano de la felicidad y que al igual que esta, no es permanente y debemos trabajarlo toda la vida. Siempre aparecen defectos nuevos, errores, retos e inconformidades; y mientras vamos evolucionando, nuestras inseguridades y miedos también lo hacen.

Sí, para mí el amor propio no es algo constante, porque en la medida en que varían las circunstancias, nos vemos reflejados en espejos distintos, unos más anchos, otros más estrechos, unos más pequeños, otros mucho más grandes; y cuando por fin nos sentimos a gusto en uno, la vida de repente lo reemplaza por otro. Y es que si no fuese así, vivir sería sumamente aburrido.

La clave está en cómo continuamos sin dejarnos de querer.

Como dice el escritor español, Curro Cañete: “Nosotros somos más fuertes que la circunstancia”

Sin embargo, me llama la atención que somos las mujeres quienes hablamos de esto o al menos, la gran mayoría.

 

Entonces me pregunto, ¿Qué pasa con los hombres?

A veces pienso que existe una cosa llamada “aparente amor propio”, aquel que se utiliza como armadura, es decir, como mecanismo de defensa para no sentirnos vulnerados por los demás. Es precisamente el que nace del miedo y de la inseguridad que nos tenemos a nosotros mismos.

Pensar que los hombres no tienen este tipo de “problemas” es insensible y egoísta. Para mí, muchos padecen de “aparente amor propio”.

El amor propio es un elemento vital que trasciende a toda la humanidad.  Nadie, absolutamente nadie, está exento de esto.

Me tomé la tarea de hablar con mi hermano y dos amigos sobre el tema, y con todos percibí cierta duda e incomodidad al pedirles que me explicaran cómo viven ellos el amor propio. No es algo de lo que están acostumbrados a hablar, compartir y liberar.

“Entre hombres se hablan de otras cosas”, me dijo mi hermano.

Le pregunté por qué y me respondió que es un signo de debilidad.

Preferí dudar, y pensar que tal vez sí lo hablan pero inconscientemente, sin pronunciar las palabras amor propio.

 

¿Será que lo viven de manera distinta?

La verdad es que TODOS lo experimentamos de maneras diferentes. Las circunstancias de cada quien son únicas y las perspectivas también lo son.

Cuando pensamos que las mujeres se sienten bien con ellas mismas, únicamente cuando su figura entra dentro de estándares aceptables de belleza (y entendemos por aceptable “ser flaca”), o cuando decimos que los hombres se sienten bien con ellos mismos, solo cuando logran tener una suma importante de dinero en su cuenta bancaria, estamos limitándonos a pensar que el amor PROPIO se basa, UNA VEZ MÁS, en estándares de conducta y estereotipos que, para mí sinceramente, nos arrebatan la felicidad.

Y es que ¡SOMOS MÁS COMPLEJOS QUE ESTO!

Uno de mis amigos me comentó que batallaba constantemente con su físico y me confesó que temía muchísimo quedarse calvo y por eso aplicaba ciertos medicamentos para hacer crecer su cabello.

También me habló de su personalidad. Se considera una persona sumamente tímida y se frustra cuando se compara con hombres extrovertidos que hablan y se relacionan con mucha facilidad.

Aquí vemos a un hombre que batalla por su apariencia y personalidad (aunque la gente cree que eso solo lo hacemos nosotras).

Sin embargo, jamás habla de esto.

No lo expresan por miedo a que los rechacen, por miedo a que se burlen de ellos.

 

¿Por qué los hombres no lo hablan?

El hombre, el que no se derrumba por nada, el que tiene que mostrar seguridad, el que protege, el macho, es entrenado para no mostrar su vulnerabilidad, de lo contrario, se convertiría en blanco de burlas y la sociedad pondría en tela de juicio “su hombría”

¡BASTA!

 

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No necesitamos espartanos en el siglo XXI, gracias.

Muchos hombres viven bajo la mentira de que no les importa cómo los ven o cómo se sienten, de que siempre están bien. Pero déjame decirte algo: no hay nada más agotador que aparentar.

Otro de mis amigos me contó que hasta hace tres años sentía que los principios que regían su vida no eran coherentes con lo que él realmente era, lo que lo condujo a  replantearse su propósito. La inmadurez y el egocentrismo lo guiaron a toparse con un ser irreconocible.

Después de un largo trabajo de introspección, hoy en día es congruente con su proyecto de vida y sus acciones van acorde con los principios que él escogió.

 

Cuando lo hablamos, todxs ganan…

Soy de las que opina que mostrar vulnerabilidad es de valientes y que la empatía es un efecto inmediato para aquellos que realmente la valoran.

Cuando somos capaces de entendernos, aceptarnos y expresar lo que nos pasa, seamos hombres o mujeres, las personas se identifican con lo que decimos, agradecen la acción y se sienten acompañados.

Entonces les hago una pregunta: ¿Existe mejor satisfacción que la de sentir que hemos ayudado, que hemos sido útiles para alguien, que nuestra acción ha generado un impacto?

Ayudando a los demás, nos ayudamos a nosotros mismos, porque la llave de nuestra felicidad está en el otro, en que nos acepten y reconozcan tal cual somos.

Pero para eso, primero nos tenemos que aceptar y darnos la oportunidad de ser nosotros mismos. ¡Y eso también aplica para los hombres!

¡Hablémoslo!

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