Andrea Cogollos @andreacarolinacogollos nos cuenta su experiencia con la maternidad. Cómo paso de ser una persona dedicada únicamente y exclusivamente a sus hijxs, olvidándose de sí misma, a lograr un balance entre ser mamá y ser mujer ¿Ya tú encontraste tu balance?
Los últimos cinco años han sido los más intensos de mi vida: me casé, me mudé de país dos veces y tuve dos hijxs, Emma y Milton. He reído, llorado, conocido el cansancio extremo y he abrazado la felicidad al mismo tiempo.
Tan contradictorio y lleno de matices como la vida misma
Después de leer un artículo de Asuntos de Mujeres: “Despídete de la mujer que eres y dale la bienvenida a tu bebé“ , decidí escribirme una carta de despedida antes de tener a mi primera hija.
Cuando la terminé, con lágrimas en mis ojos, quedé con el corazón lleno porque me di cuenta de que estaba orgullosa de mí, pero también porque tenía miedo de no volver a ver más esa persona.
Y sí que tenía razón.
Y me perdí…
Emma nació en Viena, Austria, donde mi esposo y yo vivimos por tres años, sin familia y con unos pocos amigos. Antes de eso, trabajé toda mi vida adulta y, cuando quedé embarazada y emprendimos la aventura a Viena. Tomé la decisión -junto a mi pareja- de dedicarme a nuestra hija durante sus primeros años de vida.
Por primera vez no iba a trabajar formalmente.
Así que mi personalidad perfeccionista tenía un nuevo trabajo: criar a un ser humano y hacerlo lo mejor posible, como todos los trabajos que he hecho. Desde que nació Emma escogí los caminos difíciles: parto vaginal, lactancia materna exclusiva, colecho, baby led weaning, crianza positiva, etc.
Pero pasaron factura: el cansancio, poco a poco, fue haciendo de las suyas y así progresivamente mi energía se fue reduciendo. Era un círculo vicioso donde no tenía tiempo para cocinar una comida saludable (pero sí para comer muchísimos dulces) ni ganas de ejercitarme.
Lee este articulo: ” El antes, durante y después de mi maternidad”
Solo tenía tiempo para ser mamá 24/7
Así pasaron los meses y mi falta de energía se robó mi creatividad, mi humor y mi interés por mí misma. Solo era una mamá con energía para mi hija, para darle cariño, tiempo, estimulación y más. Y entonces quedé embarazada de nuevo, y cuando Emma tenía 1 año y 10 meses, nació Milton. Para ese entonces, yo ya estaba en Narnia.
Durante ese invierno mis hijos estuvieron enfermos de gripe prácticamente todo el tiempo.
En una ocasión, Emma fue hospitalizada por una convulsión por fiebre y, dos meses después, Milton también estuvo en el hospital por una meningitis viral. Esos episodios me hicieron más paranoica: lo último que quería era pisar un hospital nuevamente.
Entonces, si existía una mínima chispa de energía en mi cuerpo, era para dedicársela más a mis hijos, para que estuvieran sanos y amados siempre.
Pero desperté…
Después de tres años increíbles en Viena regresamos a Panamá y seis meses después nos sorprendió la pandemia, como a todos. La falta de actividad y la mala alimentación se hicieron notar con unos rollitos que noté en mi espalda viéndome en el espejo con ojos críticos. Por primera vez me había dado cuenta de que tenía unos kilos de más. Eso me impactó.
Decidí leer aquella carta de despedida que escribí antes de ser mamá y de repente conecté con mi esencia, con como me sentía antes. También debo admitir que la energía comenzaba a fluir porque finalmente estaba durmiendo la noche completa, gracias a que mis hijos ya lo estaban haciendo.
Entonces comprendí que si mi motivación estos años han sido mis hijxs. Debía asegurarme de estar sana, fuerte y con mi mejor versión para disfrutarlxs.
Así como me he asegurado de que no falten a un chequeo médico, que sus tarjetas de vacunación estén al día, que coman cada una de sus comidas, duerman las horas que les corresponde y disfruten ser niñxs, yo también debía cerciorarme de satisfacer cada una de mis necesidades.
Y eso mismo comencé a hacer: me realicé exámenes de laboratorio, fui al ginecólogo, al dentista, regresé a mi cabello corto -que me encanta-, la conexión con mi esposo se fortaleció, decidí comer más saludablemente y me metí en el trip de correr.
Han pasado alrededor de cinco meses y todo ha cambiado: he bajado de peso, mi autoestima ha subido, busco y valoro mis momentos a solas, estoy disfrutando mi sexualidad y, lo que más agradezco, es que me he conectado con mi esencia creativa y con mis ganas de escribir.
El tiempo y la independencia que le da el crecimiento a los niños hace que el caos de los primeros años se normalice. Pero el amor propio y la prioridad que te das a ti misma, que se traduce en salud física y mental, es un clic que solo tú puedes hacer.
Definitivamente es un proceso que sigue andando
Todavía me hace falta entender que puedo pedir más ayuda cuando me siento overwhelmed o que debo bajarle más el volumen a la vocecita de culpabilidad de madre cuando estoy disfrutando un momento sin mis hijxs, por ejemplo, pero estoy feliz de haber despertado y hacer consciente las bondades del equilibrio entre ser mamá y mujer, y que ninguna de las dos facetas debe ser un problema para la otra. Se pueden complementar y de una manera armoniosa.
Me encanta conocer a esta nueva Andrea, que no es la misma que dejé hace cinco años, pero definitivamente es una a la que reconozco como una guerrera y por la que siento gran admiración.