La pandemia afectó todos los ámbitos de nuestras vidas, incluyendo nuestras relaciones de pareja. En este artículo, Sara Armas (@searmas) nos cuenta su propia experiencia y la de sus amigos y amigas que viven en pareja. Sigue leyendo, porque te sentirás identificada con estas historias.
Una de las noticias que más se hacía eco al principio de la pandemia era cómo las relaciones de pareja se habían visto afectadas por el hecho de estar 24/7 en el mismo espacio, y si a eso se le suma una dinámica familiar con niños, esto puede llegar a ser un festival de diversión a ratos, y otras veces de agotamiento, tensión y necesidad de espacio personal.
Decir que la pandemia tiene la culpa es bastante liberador, nos quita la responsabilidad de esos problemas sin resolver.
Es como si la rutina nos mantuvo en el sopor de que todo estaba bien, pero ahora que el encierro se instauró, no hay tantos espacios para evadir situaciones que están pidiendo a gritos ser atendidas.
Más allá de la crisis del Coronavirus, nuestra crisis de pareja llegó en el 2019 y francamente, lo he agradecido cada día del confinamiento, porque si llegaba el 2020 y nosotros estábamos en tal situación, te aseguro que este artículo tomaría otro rumbo.
Y aunque contaré parte de mi experiencia, también compartiré lo que algunos amigos me han dejado saber sobre lo que la pandemia le hizo a su relación de pareja. Porque las situaciones son tan variadas que sería imposible abarcarlas solo con mi historia.
Lo curioso es que muchas realidades coinciden en el fondo, aunque no en la forma, sin embargo, el hecho de cómo decidimos vivir el proceso es lo que hace la diferencia. Aunque la situación no sea favorable solo tenemos dos opciones: tratar de vivirlo lo más amable posible o amargarnos.
Esto es un gran recordatorio, al menos para mí, que tengo tendencia al pesimismo.
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Confinamiento
Pues mi situación era la siguiente: trabajo en una empresa de transporte marítimo y mi actividad no se vio afectada, tampoco estuve confinada porque mis tareas no dejan margen para el teletrabajo. Él trabaja en un hotel y como ya sabemos fue el sector más perjudicado.
Nuestros ingresos se vieron afectados, evidentemente, pero al menos teníamos un sueldo entero y un subsidio del Estado. No niños, dos gatos y no más responsabilidades que las habituales: alquiler, servicios y comida.
Recuerdo que lo primero que establecimos esa tarde, una tarde rara, en la que me sentía en un estado de despersonalización absoluta, fue la dinámica familiar y los no negociables. Porque seamos claros, en los tiempos de crisis es cuando el verdadero ser aflora y queda al descubierto.
Como veníamos de hacer terapia, pues tocaba ponerla en práctica, así que hicimos una lista de lo que era importante para cada uno.
Por ejemplo, mi no negociable eran los platos sucios. Quizás estés de acuerdo conmigo, pero el simple hecho de que el fregadero esté lleno de platos me da la sensación de vivir en un chiquero y no lo soporto. Así que por preservar mi paz mental esto era necesario mantenerlo.
Él por su parte quería tener tiempo para sus cosas y que esto no se volviera una limpiadera y una lista de cosas que “hay que hacer” todos los días, todo el día, excepto lavar los platos, claro.
Pero para mi amiga Ninet el confinamiento comenzó diferente. “Durante la cuarentena éramos muchos en casa: mi pareja, mi mamá, mi hermana y mi sobrina, era una mezcla atómica. Al principio estaba feliz porque antes veía muy poco a mi pareja, pero hubo días en la cuarentena que no lo quería ni ver”.
“Al cuarto mes lo llaman para que vuelva al trabajo y si te soy sincera, me emocioné porque dije: ¡al fin un espacio entre los dos! Y no te voy a decir que la cuarentena nos acercó más porque no fue así, yo siento que estamos muy compenetrados y fue un poco más de eso, solo que fue tanto, que dije ¡basta! necesito que uno de los dos vuelva al trabajo”.
Por otra parte, mi amiga Julia se enfrentó a una introspección interesante. “Siempre me he sentido orgullosa de tener un buen espacio personal más allá de mi vida con Javier. No me parece correcto esas parejas que hacen absolutamente todo juntos. En mi caso salgo con amigos acompañada de mi pareja y también lo hago sola, y disfruto mucho ambos”.
“Durante el confinamiento terminé acercándome más a él y compartiendo temas que usualmente hubiese tratado solo con amigas o con mi hermana. Simplemente la necesidad de desahogo me hizo hablar de asuntos que nunca había compartido con él y en el camino le enseñé monstruos que pensé que tenía bien encadenados y que no necesariamente quería sacar a flote”.
Lo que se volvió rutina en cuarentena
Los expertos decían que era importante hacerse rutinas, aunque estuvieras en casa. Vestirte, tener un horario y hacer pequeños descansos, entre otras cosas. Pero incluso, en nuestro tiempo libre también hubo rutinas y tendencias que se instauraron, así como nuevas formas de hacer ciertas cosas. Porque, ¿quién no vio un en vivo, comenzó cursos que no terminó e hizo un banana bread?
Nosotros establecimos los miércoles de tortilla y los sábados de Vermut. Sí, cada miércoles se cenaba tortilla, una cosa menos para pensar. Y a partir de allí pusimos en práctica el menú mensual, que nos ayudó a no comprar en exceso (algo muy común en esos días) y evitar desperdicios de comida.
La intencionalidad del tiempo de calidad fue clave. Cenar sin distracciones, no móviles, no televisión, mindfullness eating le llaman. Y hay que confesar que a veces no había tema de conversación y eso también estaba bien, porque no estamos con el ánimo a tope todos los días, y además cada uno tiene que lidiar con su interior. Pero fomentar estos espacios deliberadamente creo que ha sido muy importante.
Mi amigo Luis me comenta que él y su pareja tuvieron conversaciones más intensas, “también volvimos a lo básico como jugar juegos de mesa y Nintendo. Ambientamos espacios de la casa para que pareciera que salíamos y el alcohol formó parte de nuestro día a día, ahora es algo con lo que estamos lidiando en bajar la intensidad”.
“Pasamos todas las etapas de la cocina: pan, pizza, banana bread, pasteles. Vimos películas y series hasta el punto de la saturación. Leí mucho. Aprendimos a valorar la casa, invertir en ella y llenarla de tu personalidad y de lo que te gusta”.
Julia descubrió nuevas formas de lidiar con la presión del trabajo y su ansiedad. “No perdí del todo la cordura gracias a él. Javier se dio cuenta bastante rápido de que necesitaba drenar mi energía de alguna forma. Durante la pandemia mi pareja convirtió nuestro salón en un gimnasio, me introdujo en el mundo del crossfit, me regaló su smartwatch, un par de guantes de box, y me enseñó rutinas físicas que me ayudaron (y lo siguen haciendo) para drenar mi ansiedad, enfocarla en algo productivo y además ahora sé administrar mi energía a lo largo del día”.
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Lo más difícil de la pandemia
El temor y la incertidumbre ocupan mucho espacio en nuestras vidas. Miedo a enfermarnos, a contagiar al otro, a que el Estado se retrasara con los pagos y vernos ahorcados, a que me pasara algo en las calles desoladas teniendo que ir al trabajo cada día. La ansiedad, los ataques de pánico y el insomnio hicieron de las suyas. Menos mal las redes sociales se volcaron a la fabricación de memes que te hacían soltar alguna risa y drenar un poco.
Lo más difícil de la pandemia para Luis fue: “el aislamiento completo porque, no solo era la cuarentena sino también el hecho de que acabábamos de mudarnos a otro país, todo era nuevo. Era la sensación de que solo estamos mi pareja y yo dentro y fuera de la casa. Pensé que iba a ser más difícil, pero vivir en un espacio amplio facilitó las cosas. El hecho de estar en un país nuevo también tuvo su lado positivo porque cuando empezó la desescalada, cada salida era una pequeña aventura”.
Para Julia lo más difícil de la convivencia durante la pandemia, “fue la adicción de Javier al puto televisor y a tenerlo encendido todo el puto día. ¿Y para él? El que yo convirtiera nuestra habitación, nuestro refugio, en mi oficina, que la empresa haya invadido nuestro hogar simplemente no es correcto. Un día me soltó: estoy cansado de que estés, pero en realidad no estés”.
“Además, mi chico me ha dejado claro que una de las cosas que más admira es mi desempeño y compromiso profesional. Lo que él no se esperaba es que, lo que él consideraba una profesional élite (así me llama él), es una chica llena de inseguridades, que se frustra con facilidad. No sé quién se asombró más, si él cuando un lunes a las 11:00 am vio como me tomaba 3 shots de ron antes de una reunión para la que estaba nerviosísima, o yo cuando vi su reacción exagerada”.
Pandemia en pareja y con niños
Tener varias visiones de un tema lo hace más empático hacia realidades con las que no necesariamente nos identificamos. Los niños no son mi área de experiencia, por eso, consulté con algunos amigos que han vivido la pandemia en pareja y con niños y aquí están sus reflexiones:
Yoselyn
“Para mí la pandemia fue la oportunidad de pasar mi embarazo en casa, cómoda y tranquila. Perdí mi empleo con siete meses de embarazo, tuve el bebé en confinamiento, lo cual restringía mucho la ayuda que pudiera tener. La maternidad ya es bastante fuerte como para pasarla encerrada con el llanto de un bebé de meses al fondo”.
“Una de las cosas que más nos afectó en la pandemia fue la parte económica. Nuestros ingresos disminuyeron entre un 25 y 30% y adaptarlo a la realidad con un bebé de cuatro meses ha sido cuesta arriba. Mi esposo ha tenido que trabajar más horas para cubrir ese hueco, por ende, no pasamos mucho tiempo juntos”.
“Al bebé le ha afectado mucho la falta de estímulos del exterior y el no tener interacción con más personas que sus padres, a tal punto que, ahora que se puede salir, es un drama y está muy sensible”.
Carolina
“La cuarentena nos ayudó muchísimo. Antes de esta locura mi esposo trabajaba hasta tarde y yo tenía que encargarme de todo y por la noche estaba muy cansada. Casi nunca coincidíamos y regañaba mucho a nuestra hija, lo que terminaba siendo una pelea entre nosotros”.
“Desde que está en casa todo ha cambiado. Está más relajado y, aunque los primeros meses fueron duros mientras se adaptaba a estar con la niña todo el día, llegó un momento en que aprendieron a llevarse bien y él se dio la oportunidad de conocer y entender a su hija en lugar de regañarla. Cuando yo llegaba la comida estaba lista, nuestra hija estaba feliz y había hasta complicidad entre ellos”.
“Yo estoy contenta y aunque él ya ha vuelto a su horario habitual, intentamos acostar a nuestra hija juntos y pasar tiempo en familia. La pandemia también nos ayudó a no gastar tanto dinero porque eso era otro motivo de conflicto en nuestra relación”.
Alejandra
“Cuando la pandemia comenzó fue horrible, mi hija tenía tres meses, mi mamá acababa de morir y yo estaba atravesando un torbellino de emociones. Una de las cosas por las que discutíamos era porque me sentía muy sola y nada más yo me ocupaba de las cosas de la niña. No sentía el apoyo de mi pareja y él no tenía ganas de interactuar con la bebé”.
“Comenzamos a incluir actividades juntos que nos ayudaron mucho y llegamos a un acuerdo en función del horario de cada uno, él trabajaba medio día, así que comíamos juntos, estábamos con la niña y luego teníamos tiempo como pareja. Esto nos funcionó unos cuantos meses, después nos mudamos y ese proyecto nos ayudó a conocernos más a fondo, pero el estar mucho tiempo juntos crea diferencias”.
“Me fui de casa por cuatro días hasta que él comenzó a mejorar esos aspectos por los que habíamos discutido. Yo pensaba que esta pandemia no la iba a superar nadie, pero en conclusión nos ayudó a entendernos más y a conocernos desde otra perspectiva y otros roles, no me puedo quejar, la cuarentena fue necesaria para tocar fondo y ver dónde hay que mejorar, qué está bien, qué te gusta, qué no y aclararlo”.
Entonces, ¿qué le hizo la pandemia a nuestra relación de pareja?
A Julia le hizo varias cosas, una de ellas “que mi pareja me vea más humana, menos estricta, menos “perfecta”. ¿Eso es malo? Para nada. Ahora su discurso ha pasado de “seguro lo vas a hacer excelente como siempre” a “vamos amor, si quieres te ayudo a practicar”.
“La cuarentena hizo que Javi me admirara menos. Hizo que yo lo admirara más. Permitió que las cosas estén más equilibradas. Me enseñó a priorizar mi salud mental, a él le enseñó que no soy wonderwoman, que necesito su ayuda y que no es justo que deje tantas responsabilidades en mis manos. Nos ha unido más como pareja”.
A mí la pandemia me dejó varios aprendizajes:
- Nos dejó conversaciones interesantes y profundas. Él reconoció que al principio le hacía mucho ruido no estar siendo el proveedor y además que no fuese el que más ganara, pero igualmente disfrutaba ser “amo de casa”. “Nos hemos creído con el derecho de que por ser proveedores no tenemos que hacer nada más”- me dijo un día- Y llegamos a la conclusión de que el problema está en nuestro orgullo, porque hemos encasillado que proveer es sinónimo de dinero, pero la realidad es que podemos proporcionar otras cosas que son igual de importantes. Lo que pasa es que creemos que el dinero nos da una posición de autoridad y poder sobre el otro liberándonos de cualquier otra responsabilidad.
Y esto no es solo un tema de hombres porque yo a ratos me sentía la “puta ama”, porque logré organizar un presupuesto funcional y acorde a nuestras necesidades que llevaron a nuestra familia a otro nivel; pero mi orgullo me llevaba al control y si él no estaba de acuerdo con mis decisiones inmediatamente saltaba mi dark side diciendo: “y a este que le pasa si yo soy la que trabaja”.
- Ser auténticos en cuanto al tiempo libre de cada uno. Antes sabíamos que nuestros horarios no iban a coincidir y había que “aprovechar el tiempo” sin importar lo que cada uno quisiera hacer individualmente. Pero ahora, sin tener tantas limitaciones horarias podíamos estar sentados en el sofá, cada uno en lo suyo sin ofendernos sin sentirnos olvidados.
- No asumir. El hecho de que el otro se quede en casa o esté en una situación incierta laboralmente, no quiere decir que tengamos derecho a controlar cómo distribuye su tiempo. Es decir, yo no puedo esperar que la cena esté lista cuando llegue, solo porque la otra persona está “sin hacer nada”- que me encantaría que eso pasara-, sí. Pero no puedo esperarlo siempre, el otro es libre de distribuir su tiempo como quiera.
- Nos enseñó el poder de pensar positivamente. Reconozco que de él he aprendido a reírme más, a no tomarme todo tan en serio y a preocuparme por hoy, sin pensar tanto en el futuro. Admiro su entereza por haber perdido la cordura menos veces que yo, estando en una situación mucho más estresante y paralizante.
Cuéntanos: ¿Qué le hizo la pandemia a tu relación de pareja?
Foto: Toa Heftiba on Unsplash